Ciencia y arte, arte y ciencia comparten técnicas, espacios, imágenes, metáforas, sistemas de producción simbólica y hasta es posible decir que poseen una estética común. En realidad, hasta hace trescientos años ni siquiera constituían ámbitos conceptualmente separados. Recién en el siglo XVIII la ciencia y el arte se erigieron como dos esferas autónomas y en cierta forma antagónicas del quehacer humano, se institucionalizaron y hasta se burocratizaron de manera distinta, hasta consolidar la cuestionable distancia con que se identifican hoy. Sin embargo, mantienen un diálogo constante (con roces y rencillas incluidas, como en toda conversación). En esta edición de Futuro, algunas postales de un paisaje en común.