Sáb 31.05.2003
futuro

FILOSOFIA DEL ARTE: DIALOGO CON SAMUEL CABANCHIK

Acercando el arte a la ciencia (y viceversa)

Por Federico Kukso

En principio, el arte y la ciencia implican dos formas distintas de ver el mundo, con sus problemáticas, lenguajes e imágenes específicos, aunque no siempre esa percepción diferencial fue así.. Lo cual constituye, desde ya, un terreno fértil para la acción y la reflexión de la filosofía Futuro dialogó al respecto con Samuel Cabanchik, director del Departamento de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), investigador del Conicet y autor en colaboración de El giro pragmático en la filosofía (Gedisa, 2003).

–¿En qué consiste su abordaje de estudio respecto del arte y la ciencia?
–Actualmente dirijo un proyecto de UBACyT titulado “Los lenguajes del arte y de la ciencia: cognición, significado y ontología” que se propone cuestionar ciertos tópicos dominantes que refieren a los vínculos entre estos dos ámbitos. Estos tópicos son lugares comunes que aparecen en la bibliografía filosófica, tanto en aquella que trata sobre las teorías científicas y los procesos de conocimiento como en las pertenecientes a la reflexión estética. Uno de ellos es que “algo es una expresión artística en virtud del goce estético que procura, mientras que el carácter científico de una teoría nada debe a la subjetividad”. Hay más: “el objeto del arte es la belleza mientras el de la ciencia el conocimiento”; “los conceptos de referencia y de verdad son fundamentales en la ciencia y poco o nada relevantes para el ámbito artístico”; “los lenguajes del arte y el lenguaje restrictivo y explicativo propio del conocimiento científico nada tienen que ver entre sí”; “el conocimiento científico tiene procedimientos de inducción, experimentación y deducción que están ausentes en el trabajo del artista”. El proyecto tiene como motivación someter a crítica estos tópicos. Nuestra hipótesis consiste en que el arte y la ciencia son ámbitos que tanto en su desarrollo práctico como en su elaboración teórica y reflexiva muestran estructuras, procedimientos y prácticas comunes.
–¿Cuáles, por ejemplo?
–Primero, existen técnicas que se dan en ambos campos de forma similar. Hay recursos semánticos y pragmáticos por igual como así elementos subjetivos y objetivos tanto en el arte como en la ciencia. Tanto uno como el otro tienen capacidades simbólicas. Al respecto, nuestra tesis, un poco más filosófica, es que el arte y la ciencia son instrumentos a través de los cuales no sólo comprendemos sino que también conformamos la experiencia e interpretamos la realidad.
–¿Es una investigación de qué tipo?
–Básicamente es una investigación conceptual que encuentra ejemplificaciones tanto en la historia del arte como en la de la ciencia. Es muy interesante poner en relación, por ejemplo, cómo se vincularon concepciones en la plástica con concepciones espacio-temporales en la ciencia durante el Renacimiento. No creemos que haya sido algo meramente accidental. Además, tanto en la ciencia como en el arte hay metáforas. Muchas veces los diagramas y los modelos científicos tienen un contenido metafórico, una construcción en lugar de una experiencia que no está dada. De la misma forma hay experimentación, tanteo, un saber en el trabajo que hace el artista. Y hay sobre todo un valor cognitivo de la obra de arte. Por ejemplo, una gran novela: nos hace conocer por otra vía la significación de la historia de un tiempo. Apela a un lenguaje ficticio, que no tiene denotación: no denota ninguna entidad real. Se las arregla para hablarnos del hombre y sus circunstancias...
–La literatura inventa mundo...
–Sí, y a través de la ficción se conocen también cosas del mundo real. De la misma forma el discurso científico apela a muchos recursos que también se encuentran en el arte. Por ejemplo, las idealizaciones en ciencia: hablar de un “gas ideal”, de “mercado libre”, de “relación libre” (en química, economía y el psicoanálisis, respectivamente) es apelar a entidades que no tienen existencia actual sino que son meramente un ideal para iluminar fenómenos y establecer leyes. Es decir, no sólo el arte apela a ficciones para conformar lo real. También lo hace la ciencia.

Rupturas y continuidades
–Por muchos siglos arte y ciencia conformaron un continuum. Sin embargo, estas continuidades se han roto y se han redefinido. A partir del siglo XVIII, por ejemplo, se instauró una tajante separación (que aún sufrimos) entre lo cognitivo y lo estético. Aunque también se dio en el mundo antiguo: Aristóteles reserva para la ciencia el conocimiento de lo necesario y universal, y para el arte la producción de objetos contingentes y transitorios. Nuestra idea es volver a mirar a la ciencia y el arte por su reverso como para poder establecer nuevas continuidades. Creo que hay que barajar y dar de nuevo con muchos de estos sentidos y construir nuevos puentes entre arte, ciencia y filosofía.
–Pero hay claras diferencias entre arte y ciencia.
–Sí, por supuesto. Mientras en la ciencia predominan los recursos de la literalidad, la denotación, la no ambigüedad del uso referencial del lenguaje, la exactitud, la generalidad; en el arte, en cambio, el valor de lo singular, la vaguedad de los símbolos, la multirreferencialidad, es decir, un uso expresivo y metafórico del lenguaje.
–¿Qué hay que hacer para subsanar la distancia entre arte y ciencia?
–Primero hay que darse cuenta de que mientras pensemos que la ciencia nos permite conocer un mundo que ya esta ahí, desde la creación del universo, esperando a ser conocido, mientras que el arte pone en existencia un mundo que no le preexiste, y que inventa de la nada, un puente entre arte y ciencia no podrá ser establecido. El arte y la ciencia son cognoscitivos por igual y la ciencia es creadora, a su manera. No quiero decir que crea de la nada, porque no hay creación ex nihilo para el ser humano (si no seríamos dioses directamente). Se crea desde un horizonte cultural determinado.
–¿Por dónde hay que empezar?
–Por la escuela. Hoy la hora de música o de dibujo parecen algo completamente aislado de matemática, por ejemplo. Si el niño vive de entrada el arte como esas horas a contraturno que son más bien para la distracción, y vive, en cambio, la ciencia como lo que pasivamente debe ser recibido y repetido, y que ha sido establecido vaya a saber uno por qué y por quiénes, entonces la ciencia es resentida por el niño como algo que ya esta ahí desde y para siempre, algo arbitrario y aplastante de la propia creatividad. Hay que empezar por una reforma pedagógica y estimular de manera distinta tanto el abordaje de las artes como de las ciencias. Mostrar que el arte es también un instrumento de conocimiento de la realidad y que la ciencia es algo que también hacemos los seres humanos, no algo que está allá afuera como una especie de cielo lejano.

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