UN CIENTIFICO PROPONE ENVIAR UNA SONDA AL CENTRO DE LA TIERRA
Viaje a un mundo desconocido
Por Federico kukso
Si a los descendientes de Julio Verne les pagasen por cada idea que se le ocurrió alguna vez al novelista francés del siglo XIX, se llenarían de plata. No hay duda de eso: a lo largo del siglo XX se fueron concretando, uno tras otro, los sueños que Verne (1828-1905) plasmó en más de ochenta novelas. Fue un verdadero visionario: en sus obras, por ejemplo, habló de cohetes espaciales, submarinos, helicópteros, misiles, y hasta aire acondicionado. Quizá su anticipación más recordada sea la de la llegada del hombre a la luna precisamente en su obra De la Tierra a la Luna, que se hizo realidad a casi cien años de su publicación. La misma suerte corrieron (a su modo) las aventuras que supo exponer en Cinco semanas en globo, Veinte mil leguas de viaje submarino, y La vuelta al mundo en ochenta días.
Al parecer, ahora el turno de hacerse realidad le tocaría a Viaje al centro de la Tierra. Así lo entiende un tal David Stevenson, astrofísico del Instituto de Tecnología de Pasadena (California, Estados Unidos), quien, en vez de mandar una tripulación humana, pretende enviar una sonda del tamaño de una pelota de fútbol al corazón del planeta. Lo llamativo del asunto es que su ambiciosa sugerencia llegó a ser publicada en la revista Nature, bajo el título de “Una modesta propuesta”, en directa alusión a un ensayo de Jonathan Swift (1667-1745) sobre cómo solucionar los problemas económicos irlandeses de su época (Swift muy irónicamente propone que la gente empiece por comerse a sus hijos mientras Inglaterra continúe aprovechándose de los recursos del país para su propio beneficio).
La idea consiste en abrir una grieta que se expanda hasta el interior de la Tierra tal vez con una explosión nuclear o varios millones de toneladas de dinamita. La energía necesaria para hacer tal fisura sería la equivalente a un terremoto de magnitud siete en la escala de Richter. A través de dicha abertura, la pequeña sonda se abriría paso hacia el mundo subterráneo y en su camino mediría temperatura, presión y composición mineral de esas zonas hasta ahora vírgenes de la mirada humana. No sería un viaje ligero: la sonda se desplazaría a través de más de tres mil kilómetros de roca y se toparía con temperaturas de más de 4000º C para arribar al corazón terrestre (compuesto, según se estima, de hierro y níquel en estado sólido). En su camino, el artefacto mandaría a la superficie la información recogida en forma de una señal de Código Morse.
“Las misiones planetarias han mejorado nuestro conocimiento del Sistema Solar y de cómo funcionan los planetas, pero no ha habido un esfuerzo parecido para conocer el centro de la Tierra”, explicó Stevenson. La historia lo respalda: por ahora sólo se llegó a cavar hasta un límite de 12 kilómetros desde la superficie (el pozo más profundo se realizó en la Península Kola, en Rusia).
El mayor problema del proyecto, además de su exorbitante costo de 10 mil millones de dólares, es cómo la sonda resistiría el calor y la presión del interior terrestre. Se cree que a unos 200 kilómetros la temperatura alcanza los 1600º C y que ésta aumenta lentamente hasta unos 3000º C en la frontera entre el manto y el núcleo. Dentro del núcleo las temperaturas rozarían los 6000º C.
Stevenson no pierde las esperanzas. De hecho, hace diez años que tiene en mente la idea, que reflotó recientemente cuando los productores de la película El núcleo (estrenada en la Argentina en abril de este año) lo contrataron como asesor científico. A 140 años de Viaje al centro de la Tierra (publicada en 1864 y considerada como la primera historia de ciencia ficción), en la que Verne cuenta la travesía emprendida por el profesor Otto Lidenbrock y su sobrino para llegar, adentrándose por el cráter de un volcán de Islandia, hasta donde nadie había llegado antes, la propuesta (se lleve o no a cabo) es, sin duda, un buen homenaje a la obra y vida de Verne, quien en su optimismo progresista supo conjugar hábilmente elementos fantásticos con datos científicos, e imaginó un futuro en el que el hombre no tendría problema alguno para dominar la naturaleza.