Sábado, 26 de julio de 2003 | Hoy
Las gemelas de Biddenden
Algunos historiadores de la medicina, como Laura Beardsley, quien en 1995 montó
en el Mütter Museum de Filadelfia, Estados Unidos, una exhibición
sobre los gemelos siameses, se han dedicado a rastrear el interés que
estos “fenómenos” de la naturaleza han despertado en las
distintas épocas en que les tocó vivir. Beardsley, por ejemplo,
halla en las dos caras del dios grecorromano Jano cierto aire a siamés
cefalopago (ver recuadro), así como un dejo a parapago en los centauros
que mixturaban lo humano con lo equino.
Sin embargo, las siamesas más antiguas que aún hoy son recordadas
como tales nacieron en el año 1100, en Biddenden, condado de Kent, Inglaterra.
Mary y Eliza Chulkhurst, que pasarían a la historia como las Biddenden
Maids, aparecen unidas por sus caderas y sus hombros en representaciones pictóricas
de la época, lo que hace suponer que eran siamesas pigopagas. Ante la
muerte de una de ellas, los médicos lanzaron la aventurada idea de separarlas
para salvar la vida de la sobreviviente.
“Así como llegamos juntas, nos iremos juntas”, cuenta la
leyenda que dijo esta última, que por aquel entonces tenía 34
años. Su muerte ocurriría en cuestión de horas, pero ambas
fueron recordadas hasta el día de hoy gracias a 20 acres de tierra donados
por ellas a la iglesia local que, en reconocimiento a su generosidad, hornea
pequeñas tortas y galletitas con la imagen de las gemelas para dar a
los pobres todos los domingos. En aquellos años, el nacimiento de gemelos
siameses solía ser atribuido a, entre otras cosas, la ira de Dios, la
influencia del demonio o a cierta cosa que la mujer hubiera visto durante el
embarazo. Ya en el siglo XVI, el cirujano francés Ambroise Paré
decidió hallar la causa científica de este fenómeno al
que consideraba “contrario a la ley y al orden de la naturaleza”.
Claro que Paré no se alejó mucho de las supersticiones habituales
de la época, y atribuyó la gestación de gemelos siameses
a que las mujeres llevasen ropas muy ceñidas, a que tuvieran demasiado
ajustadas las ropas que cubrían su vientre, e incluso a la forma de sentarse...
Chang y Eng, los
primeros siameses
El apodo “siamés” para nombrar a un gemelo unido recíprocamente
a su hermano nace de Chang y Eng, los que pueden ser considerados los gemelos
siameses más famosos de toda la historia, y que nacieron (como su apodo
lo señala) en Siam (hoy Tailandia). A los 18 años, en 1829, los
mencionados hermanos unidos por el tórax decidieron aceptar la propuesta
del capitán Abel Coffin de viajar a los Estados Unidos, a cambio de una
modesta suma de dinero que permitiría a su madre sobrellevar la ausencia.
Con el capitán Coffin como representante artístico, Chang y Eng
comenzaron en Boston lo que sería una gira circense que recorrió
ese país anunciando la llegada de “Los dobles muchachos siameses”
(The Siamese Double Boys). La gira luego prosiguió por Inglaterra, en
donde el binomio no dejó lugar sin presentarse, y hasta llegó
a hacerse un lugar en los divertimentos de la familia real. Pero en Francia
no pudieron ingresar; los detuvo el temor a que las embarazadas que asistieran
al espectáculo tuvieran hijos “siameses”.
Finalmente, Chang y Eng decidieron regresar a Estados Unidos, romper contrato
con su representante y sentar cabeza(s). En un pequeño pueblo de Carolina
del Norte, ya con 40 años y tras haber adoptado el apellido Bunker, los
siameses contrajeron matrimonio con Adelaide Yates y Sarah Anne... Yates, su
hermana. Los años por venir traerían un total de 21 hijos y, para
mantener esa familia tan numerosa, los hermanos debieron volver a salir de gira,
una gira que habría de llevarlos de nuevo al viejo continente.
A mediados de enero de 1874, más precisamente el 17 y ya de vuelta en
Carolina del Norte, algo despertó a Eng en mitad de la noche: su hermano
Chang había muerto. A las pocas horas, Eng corrió la misma suerte.
El cuerpo de los “gemelos siameses” fue llevado al Colegio de Médicos
de Filadelfia, y luego al Mütter Museum, donde los doctores Harrison Allen
y William H. Pancoast efectuaron la autopsia que determinó que Chang
murió de un accidente cerebrovascular, pero que nada dijo de cierto con
respecto al deceso de su hermano.
Para la estudiosa del tema Laura Beardsley, “Chang y Eng no sólo
introdujeron el término siamés en nuestro lenguaje, sino que también
cambiaron la forma en que la sociedad veía a los gemelos unidos recíprocamente
y a todos aquellos con diferencias físicas profundas. Ellos probaron
que aquellos que eran diferentes podían llevar vidas normales: trabajos,
esposas y una familia saludable”.
Una nueva atraccion
en el circo mediatico
Lo que no queda claro es si ser el número vivo de un circo, en razón
de esas “diferencias físicas profundas”, puede ser considerado
llevar una vida normal.
La observación no es menor, en especial cuando las imágenes de
la tragedia de Ladan y Laleh, las gemelas iraníes recientemente fallecidas,
dejan la sensación de un tratamiento en gran medida sensacionalista por
parte de los medios, que lejos de interesarse por los rasgos humanos de la historia
se esforzaron en mostrar con el mayor detalle posible lo extraño, lo
deforme, lo monstruoso. Se podría pensar que sólo es cuestión
de forma lo que separa a la gira circense de Chang y Eng de la televisación
de la tragedia de Ladan y Laleh. En todo caso, la pregunta que queda por hacer
es qué tanto influyó en este caso (y qué tanto influirá
en los venideros) la exposición pública de las gemelas a la hora
en que el comité de ética de un hospital debe sopesar los posibles
riesgos y beneficios que pueden derivarse de una separación quirúrgica
como la que se efectuó en el Hospital Raffles de Singapur.
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