Sábado, 18 de octubre de 2003 | Hoy
La prostata a traves de la historia
La primera descripción de la anatomía de la próstata se
remonta al siglo III a. C., aunque de ella no quedan registros. “Esta
primera descripción se le adjudica a Herophilus, un médico de
la ciudad de Alejandría, y se la data alrededor del año 300 a.
C. –cuenta el doctor Amado Bechara, jefe del Sector Disfunciones Sexuales,
de la División Urología del Hospital Durand–. Lamentablemente,
los escritos de este anatomista se perdieron en un incendio que se produjo en
esa ciudad en el año 391 de nuestra era, y que destruyó su famosa
biblioteca.”
Posteriormente, Galeno (131-200) describió ciertos cambios en la uretra
prostática que se corresponden bastante bien con aquellas modificaciones
que producen el crecimiento benigno de la próstata,continúa Bechara.
Lo que sí se puede corroborar es que la más antigua descripción
anatómica de la próstata que ha llegado a nosotros “la proporcionó
en el año 1536 Nicolo Massa de Venecia, quien determinó las diferentes
relaciones de la glándula con los órganos vecinos”.
Un siglo más tarde, en 1649, la obra Opera Anatómica presenta
la primer descripción científica de la fisiopatología de
la hipertrofia prostática, a cargo de Jean Riolans, quien destacó
que la obstrucción produce el engrosamiento de las paredes vesicales
y dificultad para evacuar la vejiga. Luego en 1769, Morgagni aporta una descripción
mucho más precisa de esta afección en The Seats and Causes of
Diseases.
Posteriormente, en 1786, el patólogo John Hunter efectúa varias
observaciones importantes al respecto, como que la castración de ratas
prepúberes evita el desarrollo de la próstata y que la castración
de animales adultos produce la atrofia de la glándula. Sin embargo, las
apreciaciones científicas sobre los males de la próstata no tardaron
en confundirse con creencias con poco asidero en lo real.
“A fines del siglo XIX y principios del siglo XX aparecieron especulaciones
menos científicas sobre las causas de la enfermedad prostática,
como por ejemplo que el coito y la masturbación excesiva conducen a lesiones
de la próstata o a alguna forma de enfermedad nerviosa”, señala
el doctor Bechara. Deaver, en su libro Enlargement of the Prostate, publicado
en 1905, afirmaba que la gratificación excesiva en el coito era un posible
factor de agrandamiento de esa glándula.
“En general, en esa época se atribuía a la excitación
sexual el ser su causa directa, en una mezcla de irrealidad y preceptos morales,
a tal punto que Tobin, en 1902, llega a manifestar que la persistencia del deseo
sexual en hombres de edad es una indicación de que es necesaria la castración
–dice Bechara–. Para los varones de entonces comentar sus síntomas
de obstrucción o inflamación de la próstata constituía
un hecho vergonzante, ya que las causas atribuidas a su enfermedad eran el coito
en exceso, la masturbación, la continencia sexual, y las lecturas y los
pensamientos libidinosos.”
No es de extrañar que aún hoy algunos científicos se sientan
tentados a reflotar dichas creencias, sólo que puestas a tono con los
tiempos que se viven en la actualidad. Así, a mediados de julio del corriente
año, investigadores australianos publicaron en la revista New Scientist
un estudio que sugería que la masturbación reduce el riesgo de
cáncer de próstata, al vaciar dicha glándula de ciertas
sustancias carcinogénicas.
Hallazgos para el diagnostico y tratamiento
Según los Centros para el Control de las Enfermedades (CDD), de los Estados
Unidos, “con la excepción del cáncer de piel, el de próstata
es la forma más común de cáncer entre los hombres y la
segunda causa de muerte oncológica masculina, después de los tumores
de pulmón”. Sin embargo, durante mucho tiempo la medicina pensó
que éste era un mal mucho menos frecuente.
“En el siglo XIX se pensaba que el cáncer de próstata era
muy poco común, por lo que uno puede suponer que muchos de los pacientes
tratados por hipertrofia de la próstata pudieron padecer tumores malignos
involucrados sin que lo supieran –confirma el doctor Bechara–. Más
tarde, cuando el examen histopatológico se convirtió en una rutina
para el estudio de la enfermedad prostática, se pudo observar que la
incidencia del cáncer era mucho mayor.”
Como explica este especialista, el punto de partida para los actuales tratamientos
de esta afección fue la introducción por parte de Huggins y Hodges,
en 1941, del concepto de que “la supresión de los andrógenos
(hormonas masculinas) causada por la castración o la administración
de estrógenos en grandes dosis conducen a la regresión del cáncer
depróstata”. Lo que nacía entonces era el tratamiento hormonal
para esta enfermedad.
“Este hecho da lugar a la era de la manipulación química
hormonal para el tratamiento del cáncer de próstata avanzado hoy
llevada a cabo principalmente por los agonistas de la LH-Rh y los bloqueantes
androgénicos”, agrega el doctor Bechara. Lo que vale aclarar es
que no existe un tratamiento único para esta afección, y que en
virtud de su lento avance en muchos casos la indicación terapéutica
es, sencillamente, esperar y monitorear su evolución con controles periódicos.
Otro hallazgo crucial para, en este caso, el diagnóstico de la enfermedad
se produjo en parte en 1936 y luego en 1939, apunta el especialista: “La
observación de que los varones con cáncer de próstata con
metástasis presentaban con frecuencia valores elevados de fosfatasas
ácidas revistió a estos marcadores de importancia clínica
especialmente en esta fase avanzada de la enfermedad”.
Pero la gloria de la fosfatasas ácidas no duró mucho tiempo. En
1979, estos marcadores serían finalmente desplazados por el antígeno
prostático específico (PSA) que actualmente constituye, junto
con el examen rectal, el método habitual y más efectivo para el
diagnóstico del cáncer de próstata. Justamente, estos dos
exámenes son los que el consenso mencionado al comienzo toma como punto
de partida para el correcto diagnóstico de esta afección masculina.
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