Sáb 20.12.2003
futuro

El opio de los pueblos

Por Aquiles J. Roncoroni *

Esta es parte de la historia de una planta muy particular conocida y cultivada desde hace miles de años tan denunciada por contener alcaloides con efecto psicoactivo: los canabinoides. También es alabada por producir una fibra muy resistente: el cáñamo usado en la manufactura de cuerdas y tejidos. La planta es ubicua, florece en cualquier clima, y es vigorosa como un yuyo (weed). Linneo la bautizó cannabis sativa en 1753.
Se atribuye la primera referencia en China a un tratado de 2737 a.C., atribuido al emperador Shen-nung, en la India al Atarva Veda (2000 a.C.) o a tabletas cuneiformes de la época de Asurbanipal 650 a.C. Según Homero, es la droga que Elena introdujo en Troya. Herodoto describió el efecto euforizante de los baños de vapor de los escitas que la usaban para aliviar el dolor familiar en los ritos funerarios. Los relatos de Marco Polo y las mil y una noches cuentan que era cultivada por el cáñamo y los efectos psicoactivos en Asia y Oriente. La planta sobrevive en el clima cálido y seco de Arabia por la espesa resina que la recubre: el “hashish”, segregada por sus hojas.

Fue solo una casualidad
Según una leyenda Haidar, fundador de la secta religiosa de los “sufis”, la descubrió casualmente en el año 1155. El uso de vestimenta de lana (“suf”) usada como símbolo de penitencia identificó a la secta, condenada por los musulmanes tradicionales porque los aproximaba a Jesús, mientras Mahoma usaba algodón. Los “sufis”: desinteresados en los bienes materiales, de bajos recursos que compartían en vida comunitaria, parecían precursores de los “hippies”. Desarrollaron una mística de comunicación sin intermediarios con Alá y su desinterés material los alejaba de la ética del trabajo. Creían necesitar estados de éxtasis para comprender a Alá. Fueron sospechosos para las clases dirigentes que los acusaban de afeminados y carentes de energía, hoy diríamos afectados de síndrome amotivacional.
Como los “hippies” de 1960, constituían una contracultura que rechazaba el sistema económico dominante; curiosamente a la misma droga se atribuía la promiscuidad en los primeros y afeminamiento en los “sufis”. Haidar y T. Leary, separados 1000 años, invocaban, como luego Aldous Huxley para el LSD en su libro Moksha, la expansión de los sentidos: de los colores, la visión de la naturaleza y la audición musical originados por la droga.
Desaparecido Mahoma en el 632, su sucesión dividió a sus seguidores en una mayoría de “sunis” de origen semítico que decidieron elegir de acuerdo a merecimientos personales y los “shiitas”, persas de origen ario,
acostumbrados a la monarquía hereditaria, que deseaban ser dirigidos por los descendientes de Mahoma. Posteriormente entre los “shiitas” surgió otra división cuando Ismael, hijo primogénito del califa Jaffar, fue excluido de la sucesión: había bebido vino. Uno de los ismaelitas fue Hasan, que creó una secta de fanáticos organizada militarmente en la montaña y cultivó el asesinato político. Se atribuyó su capacidad de conseguir fidelidad al suministro inicial de “hashish”, sólo empleado en la iniciación y nunca en la acción. El dato surge del relato del veneciano Marco Polo, preso en Génova. Los cruzados denominaron a la secta: los asesinos, versión de la palabra “ashishins” con la que eran reconocidos.

Disturbios bajo las pirámides
En las centurias siguientes, intentos en Egipto de acabar con el cultivo y el consumo chocaron con el interés económico de los cultivadores y la demanda, como hoy con la coca en el Chapare de Bolivia. Así, en 1253 la quema de las plantas de los jardines de Cafour cerca de El Cairo fue combatida por los campesinos cultivadores.
Según Whitbread, en Estados Unidos en 1900 había proporcionalmente más adictos a drogas que ahora: la mayor parte era accidental, los adictos no sabían que ingerían opio. Las causas eran: 1) el uso generalizado de la morfina en medicina, en la Guerra de Secesión en Estados Unidos se la denominaba enfermedad del soldado y 2) el auge de la “patent medicine” conteniendo opiáceos, vendida ambulantemente en el campo: “aceite del Dr. Smith, cura cualquier enfermedad de hombres o bestias”. Un ejemplo es el drama de E. O’Neill, Historia de un largo día hasta la noche, en la película, Katharine Hepburn actúa como adicta a la “patent medicine”.

Según pasan los años
En 1906, la “Pure food and drug act” produjo varios efectos: 1) creó la Oficina Federal de Drogas (FDA) para aprobar alimentos y drogas de consumo humano; 2) decidió que ciertas drogas requerían prescripción médica; 3) estableció que algunas debían advertir que podían provocar hábito. Esta ley, no criminalizante, fue quizá más útil para disminuir el consumo que todas las siguientes.
En 1914 el “Harrison Tax Act” se aplicó a opio, morfina y derivados y cocaína. Regulaba su uso médico y criminalizaba el uso no-médico. Los derechos de los Estados impedían regular una profesión y pasar una ley criminal general por eso la disimularon como una ley impositiva creando dos impuestos: a) un dólar anual a los médicos permitiéndoles recetar estas drogas pero sujetándolos a regulaciones; b) un impuesto de 1000 dólares para cada intercambio no-médico. Ya que estas drogas valían entonces no más de 5 dólares y la posesión era considerada “evasión impositiva” nadie pagaría 1000 dólares. La primera ley criminalizando la marihuana fue en 1915, provocada por su introducción desde México por mormones. Antes de 1937, 27 estados aprobaron leyes criminalizando el uso de marihuana fundamentalmente porque atribuían a su consumo cualquier conducta violenta.
Entre 1930 y 1962 Harry Anslinger, un verdadero cruzado contra la droga, fue comisionado del Federal Bureau of Narcotics, organismo antecesor de la Oficina de Lucha contra la Droga (DEA). En 1937 transmitió al Congreso que la marihuana era adictiva y causaba insania, criminalidad y muerte. El debate hizo conocer que la planta era fuente principal de sogas durante la revolución americana, cultivada en Vernon y en “Monticello” (finca de Thomas Jefferson) sin consumo conocido. La Asociación Médica Americana objetó no tener evidencias de sus efectos tóxicos, pero la ley fue aprobada por un procedimiento que obviaba la discusión y votación. En 1942, cuando la provisión externa de cuerdas fue cortada por la guerra, el gobierno instaló granjas de cultivo de cannabis. En la década del 30 la “reefer madness” era inculpada de actos criminales, los pistoleros de la época se escudaban en la insania transitoria para pedir clemencia.
En 1947 Anslinger supo que los músicos de jazz usaban marihuana y planeó su arresto masivo, una especie de San Bartolomé del jazz, la popularidad de la música lo disuadió. En 1951 un médico testificó que la marihuana no inducía violencia sino pasividad, Anslinger aceptó pero declaró que debía seguir prohibida pues era puerta de entrada para la heroína. Poco después en la guerra de Corea se cuadruplicaron las penas al presumirse que los comunistas inducían el consumo adolescente de marihuana para destruir a los Estados Unidos.
En 1956, el consumo seguía subiendo y se impusieron mayores penas, mereciendo la posesión de cualquier droga una sentencia obligatoria mínimade 20 años de cárcel, sin posibilidad de suspensión de sentencia, libertad bajo palabra o a prueba. La pena era mayor que la aplicable a homicidio o violación. En 1969 la ley contra el abuso de sustancias las clasificó según adicción y toxicidad y por vez primera disminuye las penas.
En 1970 se estableció el Acta de Sustancias Controladas y en la categoría 1: drogas sin uso médico aceptado y alto potencial de abuso, se ubicó a la heroína, LSD y marihuana.
En 1972 la Comisión Shafer, convocada por Nixon, aconsejó descriminalizar el consumo de algunas drogas. La publicación de las cintas grabadas de la cámara oval revelan los motivos para decidir en cambio la guerra total. Nixon atribuía a la marihuana las manifestaciones juveniles radicalizadas, decía: “Están drogados, muchos son homosexuales, judíos o comunistas, empeñados en socavar las sociedades fuertes para conquistarlas”.
En 1976 Holanda adopta una política de reducción del daño, se permiten los “coffee shops” y la tenencia personal de hasta 5 gramos de marihuana. No aumentó el consumo ni la criminalidad. Nunca se descriminalizó formalmente, pero acaba de autorizarse su venta en farmacias bajo receta médica. Bélgica inició una política similar y el gobierno de Gran Bretaña se propone imitarla. El gobierno de Canadá ha anunciado que adherirá próximamente a la táctica de reducción del daño.

Los números hablan
Las estadísticas actuales en Estados Unidos revelan: a) en 2002, 6,6 millones (3,2% de los mayores de 12 años) de personas están encarcelados, bajo palabra o a prueba; b) 76 millones de personas han consumido alguna vez marihuana (75% del uso de drogas ilegales); c) 11,9 millones de personas consumen marihuana habitualmente es el 15 por ciento de los que ensayan (80% para la nicotina); d) casi 80 por ciento de los adolescentes mayores de 12 años han ensayado alguna vez marihuana; e) 705 mil personas están encarceladas por consumo de marihuana, es decir 35 por ciento de los presos, con un costo anual de 50 mil millones de dólares sustraídos a la prevención o tratamiento. Cuando salen de la cárcel estigmatizados como adictos, frecuentemente pueden no tener otra posibilidad de “trabajo” que, el bienvenido para los traficantes, de incitadores para el consumo de otros adolescentes.
Varios estudios describen la presencia de “síndrome amotivacional” y aparición de síntomas de esquizofrenia o depresión y ansiedad en jóvenes luego de consumo habitual de marihuana comparados con no consumidores. Se discuten 3 posibilidades: 1) ocasiona aparición de psicosis en normales; 2) actúa sólo como gatillante en sujetos genéticamente predispuestos, y luego es inculpada como causal; 3) sujetos con trastornos psicológicos no bien definidos ensayan marihuana como automedicación.
Hay insuficientes investigaciones controladas en Estados Unidos respecto del uso médico de la marihuana dado el temor del riesgo de promover su uso en jóvenes sanos, su complicado trámite de aprobación por la FDA y la DEA y la falta de incentivos económicos dado que es imposible patentar una planta. Los datos, muchos anecdóticos, y las esperanzas de pacientes con cáncer o sida avanzados, esclerosis múltiple, epilepsia y otras enfermedades con resistencia a las drogas habitualmente más efectivas de la farmacopea, motivan hoy en diversos países varios estudios controlados destinados a conocer su real utilidad terapéutica.
Si bien el consumo de diversas drogas con efectos similares a la cannabis se remonta a miles de años, no se puede comparar el uso sacramental de drogas en la antigüedad, con el consumo individual más intenso de hoy. Es improbable, escribía Aldous Huxley (quien describió sus sensaciones con LSD durante su fatal enfermedad), que la humanidad sea capaz de prescindir de los paraísos artificiales: “Algunas personas llevan una vida dolorosa, monótona, pobre y limitada, el afán de escapar y trascender a sí mismos, aun transitoriamente, puede ser irrefrenable”.

* Profesor Emérito de Medicina (UBA).

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