La guerra y la paz
En Estados Unidos, las leyes federales prohíben el uso o la venta de marihuana. Sin embargo, nueve estados permiten su utilización con fines médicos desde 1996. Los “pot clubs” se multiplicaron en San Francisco, Los Angeles y Santa Cruz, entre otras ciudades del estado de California.
En julio de 2001, se aprobó en Canadá el uso médico de cannabis para aquellas personas que padezcan enfermedades terminales o estados crónicos como la artritis. El Departamento de Salud Pública canadiense es el encargado de proveer la marihuana, que es cultivada en las profundidades de una mina desocupada en Flin Flon, Manitoba, por la empresa Prairie Plant Systems. Aun así, ya hay quienes ya se quejaron: los consumidores consideran que el producto es repugnante y exigieron que les devuelvan el dinero (110 dólares canadienses la bolsita de 30 gramos).
Según un estudio realizado por el Departamento de Química Orgánica de la Universidad Complutense (España), un compuesto humano que también existe en la marihuana puede reducir la sobreexcitación neuronal, por lo que podría ser útil en el tratamiento de la epilepsia.
El principal ingrediente activo en la marihuana es el THC (delta-9-tetrahydrocanabinol).
Los efectos a corto plazo del uso de la marihuana incluyen problemas con la memoria y el aprendizaje, percepción distorsionada, dificultad para pensar y resolver problemas, pérdida de la coordinación y un aumento en el ritmo cardíaco, ansiedad y ataques de pánico.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el Departamento estadounidense de Agricultura financió una película (Hemp for the War) para alentar a los granjeros a cultivar marihuana (hemp), ya que sus fibras servían para confeccionar uniformes militares. El gobierno otorgó para tal fin más de 350 mil acres.
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