Sábado, 30 de marzo de 2002 | Hoy
Imagínese el contacto entre dos civilizaciones, una de ciegos y otra de sordomudos. Si bien ambos pueden percibir a su manera que la otra civilización existe, para unos el mundo es un lugar de imágenes y para el otro de sonidos. Eso es más o menos lo que ocurre entre las comunidades ambientalista y atómica de nuestro país, quienes parecen percibir dos mundos distintos y absolutamente incompatibles. Ahora llevan adelante una nueva entrega del debate, esta vez motivado por una eventual importación de materiales radiactivos provenientes de Australia hacia nuestro país.
Tecnologia de exportacion
Todo comenzó en junio del 2000 cuando Invap (que ya no es una sigla),
Sociedad del Estado, ganó la licitación para construir un reactor
nuclear en Australia contra competidores atómicos de países de
la envergadura de Francia. La noticia de que la Argentina era capaz de exportar
tecnología a un país del primer mundo, por un valor total de 170
millones de dólares (buena parte de los cuales se gastarán en
el país) era, a priori al menos, algo para festejar en un contexto de
desangramiento científico.
El reactor de investigación que desde hace más de un año
se está construyendo en Australia, tiene como fin reemplazar otro de
más de 40 de antigüedad, construido por los británicos. El
Organismo Nuclear Australiano de Ciencia y Tecnología (ANSTO, según
su sigla en inglés), lo utilizaba para investigación.
Pero la fiesta, aparentemente, ha quedado trunca. El problema comenzó
en Australia (y continúa, ver recuadro), un país donde se discutía
sobre la necesidad de tener o no un reactor nuclear de investigación.
Cuando se dio a conocer el resultado de la licitación que ganó
Invap, en septiembre del 2000, los ambientalistas sacaron a la luz una cláusula
del contrato que luego traería el incendio hasta nuestro país:
en el pliego de la licitación se pedía expresamente que el oferente
incluyera la posibilidad de dar tratamiento a los materiales ya utilizados,
antes de devolverlos a Australia.
Al enterarse de semejante noticia, Greenpeace Argentina consultó al Invap
para saber cómo es que se pensaba responder a esta demanda, ya que la
Constitución nacional prohíbe “el ingreso de residuos nucleares”.
El Invap respondió que no se trataba de residuos nucleares, sino de “combustibles
gastados”. El contrato indicaba que cuando aparecieran los primeros residuos
(en unos 15 años) el Invap sólo se había comprometido a
hacer una oferta razonable acerca de cómo podría, eventualmente,
acondicionar los combustibles para luego devolverlos a Australia, de la misma
manera que lo había hecho Francia con los materiales producidos por el
viejo reactor británico.
La polémica abierta en la Argentina acerca de si el ingreso de los materiales
irradiados viola la Constitución o no preocupó a la comunidad
nuclear australiana que, al parecer, buscó mayores certezas en el Estado
argentino. En agosto de 2001, el canciller argentino (por entonces Rodríguez
Giavarini) viajó a Canberra para firmar un Tratado de Cooperación
Nuclear cuyo texto aumentó la polémica. Para entonces los mundos
de ambientalistas y nucleares comenzaron a chocar una vez más con la
fuerza de átomos en fusión.
La guerra de los mundos
“El tratado que realizó el gobierno australiano con la Argentina
se debió a que ahora había un intercambio de tecnología
que lo justificaba, no sólo palabras”, explica el licenciado Héctor
Otheguy, gerente general de Invap. “El país tiene muchos tratados
de Cooperación Nuclear. No hay nada secreto en esto.”
Por el contrario, para Juan Carlos Villalonga –presidente de Greenpeace
Argentina– el acuerdo está muy lejos de ser normal. “Tiene
dos artículos que no aparecen en ningún otro acuerdo que haya
firmado la Argentina. El 3 y sobre todo el 12, que establece que cuando se irradie
combustible en un reactor de investigación provisto por la Argentina,
ese país debería asegurar que tal combustible sea procesado o
acondicionado `mediante arreglos apropiados` a fin de hacerlo apto para su almacenamiento
en Australia. Es decir –continúa Villalonga– que los australianos
salieron a buscar el respaldo del Estado argentino para asegurarse que Invap
podría cumplir con su compromiso de acondicionar los combustibles, más
allá de la Constitución.”
En este punto comienza una telenovela muy complicada en la que parecería
que cada uno ve sólo la irracionalidad ajena (algo tan de moda en la
política internacional). Por un lado Invap señala que determinar
qué es un residuo y qué no resulta difícil: el abono es
un residuo por un lado, pero puede considerarse un insumo por otro. Para Invap
el debate no tiene sustento, ya que no hay seguridad de que Australia decida
dentro de una década y media mandar los combustibles a Argentina, en
cuyo caso el ingreso sería temporal y se devolvería a Australia
una vez acondicionado. Además, en caso de hacerse, permitiría
un negocio que ya están haciendo otros países, ocurriría
eventualmente dentro de 15 años y, sobre todo, se trata de una cantidad
ínfima, ya que un reactor de investigación produce miles de veces
menos material radiactivo que, por ejemplo, cualquiera de los de generación
eléctrica argentinos. Por si fuera poco, el Invap tiene informes de tres
constitucionalistas que demuestran que no existe ninguna violación a
la legislación nacional en materia nuclear.
En el otro extremo de las interpretaciones, Greenpeace ve en este intento de
ingreso de combustibles “quemados” la hendija para resucitar el plan
de entrar en el negocio internacional de residuos nucleares, algo que ya hacen
Gran Bretaña y Francia, y que haría en breve Rusia, “un país
en el que la debilidad política y económica lo permitiría”,
según Villalonga. Además, Greenpeace consultó al constitucionalista
Daniel Sabsay, director ejecutivo de la Fundación Ambiente y Recursos
Naturales (FARN), quien realizó una interpretación, como era de
esperar, diametralmente opuesta a la de sus colegas consultados por Invap.
Por otra parte, la Autoridad Regulatoria Nuclear, el organismo nacional en materia
de seguridad nuclear, aseguró que la ley 25.279, que ratifica un convenio
acerca del manejo seguro de combustibles quemados y residuos radiactivos, hace
una clara distinción entre ambos que pone a salvo la postura del Invap.
La discusión acerca de la legislación vigente y las cuestiones
técnicas sobre residuos, combustibles quemados, acondicionamientos y
demás gracias puede resultar inagotable pero agotadora y necesitaría
varios futuros Futuro para poder desarrollarse mínimamente. Por eso lo
mejor será hacer un rodeo en puntas de pie, para llegar al subtítulo
en el que se analiza el enfrentamiento de fondo.
Mala prensa
“Es claro que no existe la energía perfecta –concede Otheguy
del Invap-, todas tienen sus fallas.” Para el gerente general de Invap
la energía nuclear tiene dos problemas: “la falta de comprensión
de la gente acerca de cómo funciona la hace temer mucho más a
una radiactividad que no puede ver que a los choques de auto que ocurren cada
día. Por otro lado su nacimiento ligado al uso militar hace que aunque
se hable de medicina nuclear la gente piense en hongos atómicos”.
En cambio, para Villalonga, previsiblemente, los problemas de la energía
nuclear son bastante más numerosos. “Cuando se empieza a ver las
complejidades técnicas y económicas de la energía nuclear
se ve que es una elección ideológica o de dogma. La energía
nuclear sólo tiene sentido económico y un programa dinámico
en aquellos países que tienen un plan nuclear militar. Para producir
electricidad hay otras opciones mucho más sensatas económica,
ambiental y tecnológicamente. Esa es la razón por la cual Argentina,
al igual que Inglaterra, fracasaron a la hora de privatizar sus centrales. Desde
el punto de vista del negocio es como querer cortar manteca con un cuchillo
eléctrico.” Para él, la energía nuclear es un lastre
ambiental a futuro, ineficiente, y sólo aquellos que viven encandilados
con la complejidad nuclear pueden no verlo.
“Es injusto lo que hacen algunos ambientalistas”, sigue Otheguy, convencido
de que enfrenta actitudes irracionales. “La energía hidráulica
destruye ecosistemas, la térmica produce dióxido de carbono que
refuerza el efecto invernadero y las energías renovables no son confiables
porque están atadas al clima, una variable imprevisible que para colmo
está cada vez más trastornada.” Mientras tanto la energía
nuclear puede aislar, al menos en principio, sus residuos del ecosistema: “un
ácido que está dentro de un caño no me va a matar si me
paro al lado, a menos que se rompa el caño”. El consumo de energía
en el mundo se expande y, según Otheguy, de algún lado tendrá
que salir la energía. “La respuesta es la energía nuclear
o decirle a la gente que apague el aire acondicionado, la tele, la heladera
y demás cosas, una respuesta válida pero poco viable.”
¿La guerra con los ambientalistas los obliga a negar fallas de la energía
nuclear? “Yo creo que el tema con Greenpeace y otras es que ellos tienen
una posición tomada de antemano y que todo lo nuclear es demoníaco
y que hace de esto una cuestión de fundamentalismo”, responde Otheguy.
Es cierto que por el momento los paneles solares y los generadores eólicos
no parecen haber cumplido sus promesas. Villalonga se defiende asegurando que
es una cuestión de escalas: “Un panel solar es mucho más
simple que una PC, pero sin embargo es mucho más caro porque las computadoras
se fabrican de a millones. Lo que falta es la decisión política
de darle una escala competitiva. Una vez que se logre eso se puede acumular
energía en forma de hidrógeno para utilizarla cuando no hay viento
o no hay sol”. De hecho, a pesar de todo, “la energía eólica
es una de las industrias que más creció en los ‘90 con un
porcentaje de casi un 25% anual. En cuanto a su baja confiabilidad por depender
del clima, se puede esperar obtener un 20% de toda la energía del viento,
aunque en Dinamarca están apuntando a llegar a un 50% en los próximos
años”.
Y a la hora de hablar de costos y beneficios, contraataca: “La energía
atómica estuvo terriblemente subsidiada en este país, sobre todo
durante la última dictadura militar. Ahora exportan un reactor por 170
millones de dólares y creen que es prueba de su eficiencia económica.
La pesca en la Argentina da trabajo a mucha gente e ingresan mil millones por
año y no unos pocos cada muerte de obispo. Pero tenemos el recurso ictícola
destruido por falta de presupuesto. El Instituto de Investigación y Desarrollo
Pesquero tiene un presupuesto de 9 millones de dólares. No pueden sacar
los barcos para hacer la evaluación porque están rotos. ¿Eso
es eficiencia? Claro que hay excelentes científicos en materia nuclear:
Se llegó a invertir más de 700 millones anuales en el área”.
Para Villalonga, la comunidad nuclear internacional admite que su especialidad
está en retroceso, pero que tienen que aguantar a la espera del fracaso
de las tecnologías verdes. Para Otheguy, en cambio, “hay una revalorización
de la energía nuclear muy importante. Tras muchos años de no construir
plantas se están planeando unas nuevas. Los chilenos, después
de los cortes de gas por las huelgas en Argentina, están pensando en
iniciar un plan nuclear propio”.
Otheguy, por otro lado, traza un recorrido verde en la historia de la energía
nuclear: “Las normas de seguridad acompañaron el plan atómico
desde sus comienzos. Los primeros estudios de impacto ambiental los hicieron
los que planeaban centrales nucleares. Pero a los ambientalistas no les importa:
cuando hicimos la estación de tratamiento de residuos industriales de
Zárate creíamos que tanto ellos como nosotros luchábamos
por la protección del medio ambiente. Como toda actividad implica un
residuo, lo mejor para el medio ambiente es tratarlo. Nos asociamos con una
de las mejores empresas de tratamiento de residuos danesa. Las contras que tuvimos
en el medio fueron terribles. ¿Por qué no analizaban el nivel
emisión de la planta? ¿Cuál era la opción? ¿Dejar
que la industria siguiera tirando basura al medio ambiente?”. Según
Otheguy, “los ambientalistas más fanáticos no pueden ver
esto. Su forma de vida es la lucha y viven de pelearse contra todo. No lo pueden
evitar. Lo que da bronca es que en una Argentina despelotada se boicotea una
de las pocas actividades que son serias, que son competitivas a nivel mundial
y en la que hay científicos argentinos trabajando. Los mejores se están
yendo”, se queja Otheguy, que justamente tiene un hijo científico
a punto de emigrar.
En definitiva
La pregunta acerca de posibles monitoreos de Greenpeace a la tecnología
nuclear ni siquiera necesitó ser formulada. Después de una vida
dedicada a causas opuestas, las posibilidades de negociar no existen porque
cada uno cree que el otro no comprende y de cierta manera es cierto. Y mientras
siguen a los manotazos, ambos creen que la victoria definitiva está cercana.
El tiempo dirá.
La discusión acerca
de una...
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