Sábado, 3 de febrero de 2007 | Hoy
LIBROS Y PUBLICACIONES
MODERNIDAD LIQUIDA
Zygmunt Bauman
Fondo de Cultura Económica, 232 págs.
A falta de remedios para la modernidad, hay diagnósticos. Caminos de letras y palabras, planos y mapas que se alejan un poco del continuum de la realidad y exponen tajantemente el panorama en su máxima amplitud. La lista de investigadores que se animaron a ver más allá de sus narices es bastante larga como para hacer una enumeración completa. Sin embargo, hay nombres discernibles, que resaltan más que otros. Ahí están Karl Marx, por ejemplo, Max Weber, Theodore Adorno, Max Horkhimer, Herbert Marcuse, Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jürgen Habermas, Martin Heidegger y muchos más que desde distintos ángulos –la sociología, la antropología, la filosofía, la teoría económica– se abalanzaron sobre la sociedad toda como un objeto de estudio dinámico y complejo.
En los últimos años, el nombre del sociólogo polaco Zygmunt Bauman retumba con más fuerza en estos asuntos. No es extraño: las causas se pueden buscar en muchos frentes, como en la perspicacia de su mirada lateral, su análisis sincrónico o la profusión de su obra (Modernidad líquida, Amor líquido y Vida líquida, son sus últimos títulos). Pero más que nada tal vez se deba observar con atención a la troupe de metáforas con la que aprehende la naturaleza de la fase actual de la historia: “fluidez”, “levedad”, “liviandad”, “liquidez”, “licuefacción”, en oposición a “solidez”, “rigidez”, “invariabilidad”, “permanencia”. Eminentes metáforas táctiles y sensoriales, Bauman las exprime hasta la última gota para barrer con cierta confusión terminológica a la hora de hablar del momento histórico que atravesamos. Lo que hace es un trueque: cambia definiciones como “segunda modernidad” o “posmodernidad” por el más atractivo “modernidad líquida” y rechaza todos los obituarios que veían a este período de la historia como acabado. “La sociedad que ingresa al siglo XXI no es menos moderna que la que ingresó al siglo XX; a lo sumo, se puede decir que es moderna de manera diferente –afirma–. Lo que la hace tan moderna como la de un siglo atrás es lo que diferencia a la modernidad de cualquier otra forma histórica de cohabitación humana: la compulsiva, obsesiva, continua, irrefrenable y eternamente incompleta modernización; la sobrecogedora, inextirpable e inextinguible sed de creación destructiva.”
Leer Modernidad líquida es ratificar tendencias y eventos que uno sufre cotidianamente pero que, debido a estar tan metido (y obnubilado) en el cotidiano devenir de los hechos, no se advierten con tanta nitidez como para señalarlos con el dedo. Ahí está una de las mayores riquezas de la obra de Bauman: poner en palabras sensaciones conspicuas, darlas vueltas y enumerar sus raíces invisibles, como si el individuo moderno fuera un títere movido por los hilos de la historia. La permanencia de “categorías zombis” (la familia, la clase y el vecindario), la cancelación de la distinción entre “cerca” y “lejos”, su carácter pospanóptico, la intolerancia ante lo que perdura, la vuelta a los hábitos nómadas, la colonización del espacio público por el ámbito privado, la exacerbación de la individualidad y el consumismo oscilan como las piezas de un gran rompecabezas que Bauman ordena con habilidad para aludir a la subjetividad y los vínculos modernos que fluyen, se derraman, se desbordan, salpican, gotean y rocían como todo buen líquido.
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