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Filosofía de la naturaleza, Ciencia y Cosmología
Evandro Agazzi
Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 146 páginas
“Regresar a la metafísica sin olvidar las ciencias naturales” es el llamado de Filosofía de la naturaleza, escrito por el filósofo de la ciencia italiano E. Agazzi. Parte de su renombre seguramente viene asociado a las polémicas que sus escritos tejen con adversarios diversos, que van desde el positivista (que Agazzi estereotipa un poco más allá de lo aconsejable) hasta el determinista, que rehuye y con razón de cualquier idea de una “finalidad última” en la naturaleza. Filosofía de la naturaleza intenta recuperar un “punto de vista de la totalidad”, contrapuesto pero complementario a la empresa científica, que Agazzi considera parcial. Así, transita por la metafísica occidental desde Platón hasta Kant y se plantea tres cuestiones fundamentales: la psicología racional, la teología y la cosmología. Como se podrá adivinar, Agazzi se detiene sobre esta tercera cuestión, investigando su constitución como ciencia, y es allí, en la búsqueda de una “comprensión global del universo”, donde intenta mostrar la necesidad irreductible de la metafísica incluso en las ciencias naturales. Pero su defensa de la metafísica –que no es para nada ingenua, por cierto, y se emparienta con las corrientes que tratan de fusionar religión y ciencia, o de introducir la religión dentro mismo de la ciencia– no duda en reafirmar la validez de una visión teleológica o finalística en el campo de la evolución natural, enfoque abandonado desde Darwin y que es el que, precisamente enfrentó al darwinismo con la Iglesia, o el “principio antrópico” (la teoría de que el universo existe sólo para el hombre), una construcción que trata de salvar los últimos restos de antropocentrismo.
Las argumentaciones que Agazzi desarrolla no resultan del todo convincentes, pero su mérito reside quizás en la reivindicación que hace de la actitud filosófica como “exigencia fundamental del espíritu humano”. Con un enfoque erudito, por momentos laberíntico y tortuoso, Agazzi persiste en su afán de reintegrar la unidad del conocimiento, desafiando las murallas de la especialización, aunque con el riesgo eterno de terminar confundiéndolo todo.
Arturo Borra