Al final de todo desastre lo primero que se hace es contar las víctimas. Buena parte de los análisis sociales que se publicaron en los últimos tiempos hacen justamente eso, contar y detallar el país que se perdió en el camino, tal vez, irreparablemente. En ese marco se ubica el libro del sociólogo y magister en Investigación en Ciencias Sociales (UBA) Roberto Aruj, quien analiza en detalle la “fuga de cerebros” que vivió la Argentina neoliberal de los últimos años.
La inversión educativa argentina, además de ser exigua, está siendo desperdiciada por la incapacidad de satisfacer las necesidades profesionales, académicas y personales de sus estudiantes más brillantes. Los países desarrollados, siempre ansiosos por tomar toda la materia prima que resulte útil de los países del Tercer Mundo, no desperdician la oportunidad. Una de las pocas estimaciones mínimamente confiables señala que los países pobres invirtieron unos 10.000 millones de dólares en los últimos 25 años para educar a estudiantes que finalmente emigraron al Primer Mundo, un subsidio encubierto que incrementa aún más la desigualdad existente.
El fenómeno, que también es analizado desde el punto de vista de los imaginarios que se construyen en nuestro país, impone la necesidad de integrar a los profesionales que se frustran en su desarrollo profesional a causa del entorno. Sobre estos temas investigó Aruj durante cuatro años para escribir la tesis de la Maestría en Investigación en Ciencias Sociales (UBA) que ahora publica Prometeo.