NOVEDADES EN CIENCIA
ASTRONOMY
No tan solos en la oscuridad
Desde casi el siglo IV a.C., ciertos seres humanos se ufanaron de ser únicos
y de los más especiales repitiendo hasta el cansancio que la Tierra era
el centro del Universo. La idea (bastante narcisista según Freud) perduró
bastante: hasta el siglo XVI cuando Nicolás Copérnico afirmó,
muy a pesar de la Iglesia, que el Sol, y no la Tierra, en realidad era el centro
universal alrededor del cual giraba todo. Con los años, tal argumento
también quedó sepultado y todos aquellos que aún pretendían
sentirse especiales en el cosmos tuvieron la necesidad de aferrarse con uñas
y dientes al hecho de que la Tierra sería el único planeta que
contendría vida.
Sin embargo, y aunque no se detectaron aún signos de vida extraterrestre,
estas personas ya tendrían que ir buscando una nueva excusa para sostener
su supuesta unicidad: según los astrónomos Charles Lineweaver
y Daniel Grether de la Universidad New South Wales (Australia) al menos 25 por
ciento de estrellas semejantes al Sol en el universo tienen planetas; por ende,
las posibilidades de que haya un mundo similar a la Tierra aumentan considerablemente.
El nuevo número barre con las actuales especulaciones astronómicas:
hasta ahora, los científicos creían que sólo entre el 5
y el 15 por ciento de estrellas como el Sol tendrían planetas orbitando
a su alrededor.
Además, las nuevas estimaciones sugieren que en la Vía Láctea
habría unos 100 mil millones de estrellas con planetas; y en el Universo,
1022 (un uno seguido de 22 ceros) sistemas planetarios.
En verdad, el resultado es sorprendente si se tiene en cuenta que el primer
planeta extrasolar (orbitando alrededor de 51 Pegaso y con la mitad de la masa
de Júpiter) fue descubierto hace apenas 8 años por los astrónomos
Michael Mayor y Didier Queloz. Desde entonces, nuevos planetas brotan a la vista
de los astrónomos: ya se conocen más de cien.
Por ahora, la búsqueda de planetas tiene en la mira unas dos mil estrellas
semejantes al Sol que se encuentran a menos de 150 años luz. Hacia allí
apuntan los telescopios, buscando como una aguja en un pajar (y hasta donde
la actual tecnología les permita) un mundo tan frágil, floreciente
y apto para la vida como lo es la Tierra.
nature
Las erecciones de los pulpos
A su modo, algunos pulpos también tienen erecciones. Y esta curiosidad
los convierte en los únicos animales de cuerpos blandos conocidos que
poseen tejido eréctil. El curioso hallazgo, publicado en la revista Nature,
estuvo a cargo de un grupo de biólogos estadounidenses, encabezados por
la doctora Janet Voight de la Universidad de Chicago. Mientras estudiaban a
un pulpo de dos manchas macho (Octopus bimaculatus) en pleno apareamiento, Voight
y sus colegas observaron algo extraño en el extremo de su brazo de cópula:
la lígula era muy prominente. Normalmente, este órgano de color
blanco brillante es extremadamente diminuto e inactivo. Pero en este caso “la
lígula se veía muy prominente”, dice la científica.
Y agrega que es la primera vez que se observa algo así.
Según estos investigadores, la lígula de los pulpos de dos manchas
es bastante similar a los penes y los clítoris de los mamíferos,
y también contiene cavidades que se llenan de sangre durante la cópula.
Hasta ahora, parecía que los pulpos transferían el esperma a las
hembras a través del extremo de su tentáculo especializado, donde
está la lígula. Pero, hasta ahora, este órgano no parecía
tener un rol especialmente activo. De todos modos, aclara Voight, este caso
sería completamente excepcional, porque en la mayoría de las otras
especies de pulpos, la lígula parece ser una simple continuación
muscular del tentáculo de apareamiento, invariable en tamaño y
sin capacidad eréctil.
Science
¿Menos calorías, más vida?
En sintonía con estudios previos, una nueva investigación revela
que las dietas restringidas en calorías ayudarían a alargar la
vida. Al menos, en el caso de las moscas comunes. Pero, a la vez, agrega otro
detalle interesante: el beneficio comenzaría en el mismo momento del
cambio dietario, sin importar tanto los hábitos alimenticios previos.
Durante los últimos años, varios trabajos científicos realizados
con diversos organismos –desde levaduras hasta mamíferos–
revelaron que, en principio, las dietas estrictas de bajas calorías influían
positivamente en la expectativa de vida. Ahora, el flamante estudio con 7 mil
moscas comunes (Drosophila), realizado por Linda Partridge y su equipo del University
College, de Londres, no sólo apunta en la misma dirección, sino
que, además, sugiere que la mortalidad tiende a bajar casi inmediatamente
con la nueva dieta.
Efectivamente, Partridge y los suyos notaron que las moscas que venían
comiendo normalmente comenzaban a tener una mayor expectativa de vida a poco
de iniciar una dieta pobre en calorías. Prácticamente la misma
que aquellas moscas que, desde siempre, habían sido alimentadas en forma
controlada. A la inversa, las moscas que siempre habían estado a dieta
mostraban una mayor tasa de mortalidad poco después de girar hacia una
alimentación más calórica. Según los autores de
la investigación, publicada en Science, el cambio dietario, aun en edad
avanzada, podría alargar la vida. Lógicamente, ahora hay que ver
si estos resultados pueden extenderse al ser humano. Por las dudas, vale la
pena saberlo.
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