NOVEDADES EN CIENCIA
AL GRAN TAXONOMISTA, ¡SALUD!
Science Una
colección (de estampillas, esculturas, pinturas o camisetas de fútbol)
no se puede apreciar como tal si carece de un asiduo observador que la contemple,
o al menos, la disfrute (a la distancia y sin tocar) de vez en cuando. Será
por eso que los de la Sociedad Linneana la organización biológica
más vieja del mundo, fundada en 1788 en Londres en honor al gran naturalista
sueco Carl Linnaeus (1707-1778), conocido por su sistema de clasificación
de todo ser viviente optaron por decir adiós al ostracismo y abrirse
al mundo ni más ni menos que exponiendo su fastuosa colección
de 40 mil especímenes de plantas, insectos, peces y caparazones (la mayoría
del siglo XVIII) en las siempre abiertas vitrinas de Internet.
Si todo sale viento en popa y las computadoras funcionan como Dios manda, los
organizadores del ambicioso proyecto tendrán todo digitalizado para el
300º aniversario del nacimiento de Linnaeus (o Linneo), en 2007. Para eso,
los archivistas utilizarán un software especial que compilará
múltiples imágenes de un espécimen, tomadas desde varios
ángulos, con lo que se creará un efecto tridimensional para verlos
al detalle.
La archivista de la sociedad, Gina Douglas, ya trabaja día y noche fotografiando
las 13 mil plantas, 158 peces, 1564 caparazones y 3198 insectos (que una vez
pertenecieron a Linneo) y que dentro de no mucho tiempo formarán una
nueva colección (digital) a ser exhibida gratuitamente en el sitio http://www.linnean.org/.
Y por si esto fuera poco, otro grupo de científicos e historiadores ya
está haciendo lo mismo con los tres mil manuscritos, las siete mil cartas
y los 1600 volúmenes de libros del padre de la taxonomía
moderna.
DESDE LEJOS NO SE VE
Discover
Tuvieron que mandar a alguien al espacio para que lo viera con sus propios ojos:
finalmente, después de décadas de sostener afiebradamente la exageración,
el gobierno chino decidió eliminar de sus manuales escolares el dato
que indicaba que la Gran Muralla se veía desde el espacio.
Quien en verdad finiquitó el mito, comprado por millones (y son bastantes)
de chinos, no es otro más que el primer taikonauta (astronauta) del país
comunista, Yang Liwei, quien el 16 de octubre del año pasado confirmó
al regresar de su viaje orbital lo que desde hace años ya se consideraba
una leyenda urbana en Occidente: desde el espacio no se puede ver
el muro de entre cinco mil y seis mil kilómetros de longitud que los
chinos construyeron a lo largo de 2000 años para repeler las invasiones
de los hiung-nu (hunos), desde lo que ahora es Mongolia.
¿Es verdad que se puede ver la Gran Muralla desde el espacio?,
le preguntó un ansioso periodista de la cadena nacional de televisión
al astronauta. A lo que Yang, teniente coronel del ejército chino, que
dio varias vueltas a la Tierra a bordo de la nave espacial Shenzhou V, respondió:
Em..., no; la vista desde la cápsula era extraordinaria, pero en
ningún momento pude ver la Gran Muralla.
Pese a su impresionante longitud, el magro ancho de esta construcción
no más de tres o cuatro metros en las partes más anchas
y largas impide que sea vista desde el espacio. Lo cual no obstó
para que el dato falso diese la vuelta al mundo: el mito se pergeñó
durante los años sesenta y setenta, cuando se esparció el rumor
de que el astronauta estadounidense Neil Armstrong había afirmado haber
visto la Gran Muralla desde la Luna, sin la ayuda de telescopios ni otros aparatos.
Los astronautas de Estados Unidos y la Unión Soviética no tardaron
mucho en negar tales alegatos; pero, según parece, el orgullo nacionalista
fue más fuerte.Sin embargo,eso no es todo en la novela de la muralla
serpentina: el último hombre que pisó la Luna, el astronauta Gene
Cernan del Apollo 17, le dijo al diario The Straits Times de Singapur que él
sí vio la Muralla y que todo dependía de tener un buen ojo y saber
dónde mirar. En otras palabras: mandó a Yang al oculista.
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