NOVEDADES EN CIENCIA
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DIA D [nature]
Como recuerdan los adictos a la linealidad y a la flecha del tiempo, “todo lo que comienza, tiene un fin”. Una película, un libro, una planta, una persona alguna vez terminan, mueren. Todo: hasta el universo también tendrá su turno. Será uno de aquellos días para recordar, con los más grandes y estridentes fuegos de artificio. Pero para ello, lamentablemente (o no) falta mucho: según un grupo de científicos de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), habrá que aguardar ni más ni menos que 24 mil millones de años para que el universo diga adiós y colapse definitivamente.
La verdad es que el astrofísico teórico Andrei Linde respiró tranquilo cuando vio los últimos numeritos que salían de la computadora donde puso a correr un programa para modelar la misteriosa fuerza de la energía oscura. Por un momento, Linde no lo podía creer: hasta cargar los últimos datos recibidos del telescopio espacial Hubble, las cuentas mucho no le cerraban y sugerían que el destino del cosmos se dirimiría en tan sólo 11 mil millones de años. Y entonces, como en muchas otras ocasiones, el ojo en el cielo deslumbró con sus observaciones: aparentemente, muchas supernovas se alejan de la Tierra más rápido de lo que se pensaba hasta ahora, señal de que el universo se expande a un ritmo creciente. Y ahí, con el dato de la energía oscura en juego, la fecha de expiración cósmica se amplió, casi duplicando la actual edad del universo (13 mil millones de años).
No es la primera vez que tanta oscuridad causa sorpresas. Los astrofísicos del mundo se asombraron al advertir por primera vez en 1998 que una fuerza invisible, pero pujante, tenía mucho que ver en la inflación cósmica y que hacía que la velocidad con la que una galaxia distante se aparta aumente con el tiempo.
Así los cosmólogos tomaron dos bandos: unos dicen que el universo podría seguir expandiéndose hasta el infinito (teoría del “big rip” o gran desgarramiento), mientras otros creen que en algún punto en el futuro empezará a contraerse para finalmente estallar a lo grande (teoría del “big crunch”). Lamentablemente, nadie ni nada de ahí en más podrá vivir para contarla.
EN PICADA [scientific american]
Es increíble, pero recién cuando asoman los treinta muchas personas descubren la gravedad. Sus efectos se sienten a flor de piel y difícilmente nada permanece donde estaba. Sin embargo, para sorpresa de muchos, cuando se trata del rostro y su envejecimiento, la gravedad no es la que dirige la orquesta: según nuevos estudios, la pérdida de grasa y la exposición al sol tiran la piel para abajo más que aquella fuerza universal que nos mantiene pegados al suelo. Así lo estima el cirujano plástico estadounidense Val Lambros, quien le da a la pérdida de volumen debajo de la piel más importancia en la aparición de arrugas y bolsas alrededor de los ojos. “La gente asume que la cara ‘se cae’ porque luego de estirarse la piel para atrás se ven mejor, más jóvenes –afirma Lambros–. Sin embargo, si se observa con más cuidado se verá que los diferentes puntos en la cara mucho no se mueven.”
Lambros comparó fotografías perfectamente alineadas de varios voluntarios tomadas en distintos momentos de su vida. Y en ellas analizó el movimiento de lunares, arrugas y otras marcas faciales. Lambros descubrió que lo que le quita la apariencia juvenil a la gente es un proceso llamado “deflación”, que consiste preferentemente en la pérdida de grasa subcutánea. “Así, simplemente inyectando tejido adiposo bajo la piel se recuperan varios años perdidos”, agregó. El veredicto es unánime: tiembla el lifting.