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› Por Leonardo Moledo
–Realmente –dijo el Comisario Inspector–, la carta de Gustavo Soprano respondiendo al enigma del árbol y el caracol que propuso Claudio Sánchez la semana pasada es muy interesante y divertida, y creo que valdría la pena reproducirla por entero aquí.
–Antes recordemos el enigma –dijo Kuhn–: un árbol tiene cuatro metros de altura. Justo en la mitad, hay una manzana. Un caracol comienza a trepar desde la base, rumbo a la manzana. El caracol sube un metro durante el día, pero el árbol duplica su altura durante la noche. ¿Qué distancia separa al caracol de la manzana al amanecer del milésimo día?
–¡Frialty, thy name is snail! –dijo el embajador de Inglaterra.
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Están de acuerdo con Gustavo Soprano?
Correo de lectores
EL ARBOL, LA MANZANA Y EL CARACOL
Me pareció muy interesante el acertijo propuesto por Claudio Sánchez, por la variedad de puntos de vista que permite plantear.
En primer lugar, cabe indicar que todos aquellos datos que no son expresamente establecidos en un acertijo sólo pueden ser cubiertos mediante suposiciones, lo cual podría dar lugar en general a una variedad de soluciones, a una o a ninguna. Podríamos convenir, sin embargo, que aquellos supuestos que resultan más simples y comunes serían los que conducen a la solución más razonable.
En virtud de ello, planteo las siguientes hipótesis: 1) La manzana es una manzana común y corriente. 2) El caracol es un caracol común y corriente. 3) El árbol no lo es, ya que ningún árbol conocido crece de semejante manera, no obstante podemos suponer que, más allá de su crecimiento desmesurado, el árbol se comporta en los demás aspectos como cualquier otro común y corriente. 4) El árbol está plantado en nuestro planeta.
Con estos supuestos estamos en condiciones de decir que la respuesta al enigma es que no existe modo de definir la distancia entre manzana y caracol en los términos planteados. Por lo tanto éste no se trata de un problema (ya que como tal exigiría una solución). Para demostrar esto, recorramos y descartemos previamente un par de alternativas.
Primera pseudo-solución: Supongamos que, al duplicarse cada noche la altura del árbol, cada parte del mismo duplica su longitud. Entonces, al atardecer del primer día, el caracol estará a 1 m de la manzana. Durante la noche, esta distancia se duplicará y al amanecer del día siguiente volverá a estar nuevamente a 2 m, como al principio. Esto se repetirá indefinidamente cada día y cada noche, por lo que al amanecer del milésimo día el caracol estará a 2 m de la manzana.
Objeción: Los árboles conocidos no crecen de esta manera, ya que sólo se estiran las ramas más nuevas, que se encuentran en la parte superior de la copa, mientras que el resto de la planta, en particular la mitad inferior del tronco, sólo crece en grosor y no en longitud, lo que nos lleva a la conclusión de que durante todo el tiempo la manzana permanecerá a 2 m del suelo.
Segunda pseudo-solución: Como el caracol asciende 1 m cada día, al amanecer del milésimo día habrá recorrido 999 m (nótese que debido al descomunal crecimiento del árbol, el caracol estará siempre en la zona del tronco que no se estira). Restándole los 2 m que dista la manzana del suelo, el caracol estará a 997 m de la manzana.
Objeciones: Al amanecer del milésimo día, el árbol debería tener una altura de 4 x 2999 m = 21001 m = 2,14 x 10301 m, es decir, inconmensurablemente mayor que el universo, ya que dada la edad del mismo, ningún objeto se encuentra a una distancia de otro mayor de 10 38 m (si las cuentas no me fallan). Para ello debería crecer a una velocidad mayor que la de la luz, lo cual sabemos que es imposible. Por otra parte, mucho antes aun de superar la biosfera (fuera de la cual no podría seguir creciendo), el árbol caería por su propio peso, y vaya uno a saber dónde irían a parar nuestro caracol y nuestra manzana en ese día, y qué actitud tomaría a partir de entonces el molusco, en caso de sobrevivir, al no poder seguir trepando. Además, no sé si los caracoles pueden vivir 999 días, aunque seguramente perdurará su caparazón. Aun admitiendo que podamos seguir llamado “caracol” a éste, no tendremos la misma suerte con la manzana, la cual habrá superado largamente su putrefacción y desintegración, habiendo esparcido sus moléculas por doquier, con lo cual habrá dejado de existir y consecuentemente de tener una posición:
Conclusión: Es imposible definir y por lo tanto calcular la distancia entre el caracol y la manzana. al amanecer del milésimo día. He aquí la no-solución al no-problema planteado.
Gustavo Soprano
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