FINAL DE JUEGO
Final del juego /Correo de lectores
Donde no se plantea un enigma sino que se dice adiós a una amiga que tuvo mucho que ver con esta sección
Por Leonardo Moledo
–Hoy es un día triste y angustioso –dijo el Comisario Inspector.–Y Final de Juego no va a ser distinto.
Muchas veces hablamos sobre el lenguaje de los animales, y en qué medida ese lenguaje (me refiero a los mamíferos) es muy parecido al lenguaje humano. Al revés de lo que sostiene el antropocentrismo actual, el último reducto que parece quedarles a los hombres, yo sostengo que: a) los animales tienen un lenguaje; b) ese lenguaje no es un código, sino que es capaz de pensamientos, por así decirlo, complejos, sólo que nosotros no podemos entenderlos porque, por ejemplo, los animales domésticos, que aprenden el lenguaje de los humanos, no tienen un aparato de fonación apropiado. Los perros y los gatos domésticos quieren decirnos frases complejas, pero su laringe y sus cuerdas vocales no les alcanzan.
Mucho de lo que aprendí sobre el lenguaje lo aprendí de Menina, mi gata. Me daba cuenta de qué manera ella, que aprendió hablar de nosotros, intentaba articular oraciones como “cierren por favor la puerta, que tengo frío”, pero no podía dar más que tres o dos tonos. En realidad, estoy absolutamente seguro de que articulaba frases mucho más complejas, y emitía opiniones altamente elaboradas. Pero en fin, eso nunca podremos saberlo.
En los laboratorio del Caltech se les enseña a monos a escribir a máquina, o a formar palabras, en general, con resultados pobres. En verdad, sabemos muy poco sobre los animales, y nuestra principal barrera es el lenguaje. Pero para pensar lo que puede ocurrir en esos cerebros, para establecer la relación entre pensamiento y lenguaje entre nosotros, cosa que está lejos de saberse pese a los infantilismos que dicen los psicoanalistas, o los pasos serios (aunque primitivos) que dan los neurólogos, creo que todo lo que aprendí y reflexioné sobre el lenguaje se lo debo a Menina.
No tengo ánimos para plantear un enigma. Pido a los lectores que me comprendan, que comprendan estas líneas que a duras penas me cuesta escribir. A los cuatro años, Menina murió, este miércoles, ayer, ya que estoy escribiendo estas líneas el jueves. Vaya esta columna como un homenaje, como una despedida y como un agradecimiento hacia quien tanto aprendí. Adiós, Menina.