Sábado, 4 de septiembre de 2004 | Hoy
FINAL DE JUEGO
El embajador
de Inglaterra se acercaba sonriente, reflejando un estado de felicidad
que condecía mal con su conocida propensión al spleen.
Saludó protocolarmente al Comisario Inspector y a Kuhn, e inmediatamente
les explicitó las razones de su alegría.
–La fábrica de fósiles marcha viento en popa –dijo–.
Estamos produciendo los restos de un Tyrannosaurius Rex que es una verdadera
maravilla. Una mandíbula que permite la reconstrucción total del
esqueleto, y un par de costillas que plantean el tema de la evolución
de esos bichos.
–Los fósiles nuevos son los mejores –dijo el Comisario Inspector– y
si no, hay que ver el revuelo que se arma cada vez que descubren uno.
–Que suelen estar todos rotos –dijo el embajador de Inglaterra–.
En cambio, nosotros podemos fabricar fósiles perfectos, de la edad que
se quiera y del animal que se quiera, por extinguido que esté. Podemos
incluso fabricar fósiles a pedido.
–¿Y no les convendría enterrar los fósiles? –preguntó Kuhn.
–¿Para qué? –dijo el embajador de Inglaterra–.
Los nuestros, es preciso decirlo una y otra vez, son fósiles absolutamente
auténticos, no esas burdas imitaciones que se venden en los museos. Una
vez que las grandes fosilizadoras terminan de fabricar los huesos, entran en
acción las autenticadoras. Después tenemos un equipo excelente
de control de calidad, que no dejan que se pase un solo detalle. Estoy seguro
de que con nuestra fábrica conseguiremos convertir a la Argentina en el
primer exportador de fósiles mundial. Y además, aplicando los métodos
de la revolución industrial, perfectamente conocidos por cualquier inglés,
conseguiremos costos aún más baratos que los chinos.
–Puede ser –dijo el Comisario Inspector–. Pero se me ocurre
una idea que, sin desmerecer la grandeza de la fábrica, e inventos tan
notables como las fosilizadoras y las autenticadoras, indicaría su peligrosidad.
–¿Cuál? –preguntó el embajador de Inglaterra,
interesado.
El Comisario Inspector iba a contar su idea, pero en ese momento recordó que
se acercaba el momento del enigma:
–Bueno –dijo–, ya que estamos en terreno biológico,
un sencillito enigma conceptual. Una célula –digamos una bacteria
no fósil, claro está– se divide en condiciones óptimas,
cada 20 minutos. ¿Cuántas bacterias habrá al cabo de un
año? ¿Y de diez años?
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Cuántas bacterias habrá? ¿Y qué piensan del plan fosilizador del embajador de Inglaterra?
Correo de lectores
Enroque
Me suena muy fantasioso organizar diferentes equipos con el mismo plantel
de jugadores (imaginen a Batistuta de marcador). Para que el enigma
sea congruente con la realidad, al menos en Argentina, concibámoslo de otro modo.
Reemplacemos los futbolistas por once de los sempiternos dirigentes políticos,
y once cargos a repartir. Serán en total 39.916.800 conformaciones ¿distintas?
del gobierno.
Roberto Fedorovsky
Amague de adulacion
Si consideramos “equipos de once”, obviamente con 11 jugadores
se puede formar uno solo. Pero, considerando las posiciones de cada jugador
(o sea cambiando arquero, lateral derecho, etc.) tenemos ¡11! equipos
diagramados diferente, esto es casi 40 millones (39.916.800) o sea uno para
cada argentino, y eso se parece a lo que sucede cuando hablamos de la selección.
Por otra parte, con 11 jugadores se pueden armar 55 equipos de dos integrantes
(p/ beach volley); 165 equipos de tres jugadores (p/ truco); 330 equipos de
cuatro (p/ pictionary); 462 equipos con cinco o seis componentes (p/ volley
o basket); y, a riesgo de ser reiterativos, 330 equipos de siete; 165 de ocho;
55 de nueve y sólo 11 con diez participantes. Todo esto sin considerar
posiciones, porque si no otra vez los números son millonarios. Sin más,
aprovecho para saludarlos muy atentamente, pero no los adulo porque ya le
dieron como en bolsa a esa costumbre.
Silvia Noemí Painceira
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