Sábado, 12 de marzo de 2005 | Hoy
La palabra “plástica” acompañando a “cirugía” no proviene –como podría pensarse– del tipo de material que se inserta para hacer más turgente o grande un pliegue de la piel. Su etimología se remonta al término griego plastikos, que significa “moldeable”. Y su razón histórica se ubica en las prácticas médicas dedicadas a la cicatrización de cortes, conocimiento que evolucionó hacia el manejo de heridas complejas. Pronto incluía también el recambio y reconstrucción de amplias extensiones de tejidos y accidentes epidérmicos.
Fue en las décadas finales del siglo XX cuando a la “cirugía plástica” se la asocia con la “cirugía estética”, palabras que buscan acertarle a la cambiante concepción social de la “belleza”.
Sin embargo, hoy, muchos expertos cirujanos plásticos –no los más mediáticos precisamente– siguen trabajando en lo que se conoce como “cirugía reconstructiva”, ayudando a soldar paladares fisurados y labios leporinos, a recuperar fisonomías quemadas y delinear miembros amputados para ayudar a restablecer heridos y accidentados. Tal como ocurría en sus orígenes.
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