Sábado, 15 de diciembre de 2007 | Hoy
PARTICULARIDADES DE LA BLOGOSFERA CIENTIFICA
Por Federico Kukso
No es necesario asistir a la presentación de un nuevo sitio de Internet para percibir en el ambiente una disrupción. Como si de la noche a la mañana una fábrica abstracta hubiera producido en masa nuevas palabras, se advierten a diario nuevos términos que, como recién salidos del horno, todo el mundo (menos uno) parece masticar con una facilidad asombrosa: “abandonware” (software antiguo sin derechos de autor), “twittear” (mandar mensajes cortos a través de un servicio de redes sociales), “fabbing” (producción de objetos tridimensionales a bajo costo). La velocidad a la que se imponen estas palabras es tal que en cuestión de semanas o meses expresiones nuevas se vuelven expresiones usuales, cotidianas, comunes. Es precisamente lo que ocurre cuando en una cena alguien responde frente a un comentario “¿puedo bloggearlo?”. Quien no comprenda la pregunta tal vez viva en un tupper o simplemente sus días transcurran –por su salud mental– bien alejados de las computadoras.
Ocurre que los blogs invadieron todo, al tiempo que se transformaron en uno de los productos más usados en Internet, la cual recién en los últimos años está generando elementos propios. Lejos de la época inicial de su apertura al gran público (a mitad de los ’90) en la que la red era solamente la combinación y conjunción de medios ya existentes (gráfica, radio, televisión y cine), los blogs conforman un fenómeno nuevo que se profundiza no cada día sino cada hora: a la red le son ajenos el año, el mes, la semana, los días; la red se mueve en un presente continuo como una máquina de movimiento perpetuo.
Como sucede con todo aspecto de la realidad con el que se convive, al conjunto de blogs se le tuvo que asignar un nombre, una etiqueta, para volverlo visible, manejable. Pese a que en un primer momento “blogosfera” y “blogolandia” se disputaron el título, al parecer, venció el primero. Sin embargo (y pese a lo que muchos gurúes de Internet quieren hacer creer), la blogosfera per se no existe. No es algo que está en alguna parte (como para decir “usted está aquí”) y más que nada hay tantas blogosferas como comunidades virtuales en las que sus autores se cruzan, se recomiendan, se comentan, se conectan.
Mientras los foros reclaman participación, los wikis (o entradas a Wikipedia), colaboración y las redes sociales (Facebook, Sonico, Linkedin, Hi5), contacto interpersonal, los blogs exigen reacción. El autor de alguna manera escribe para ser comentado profundizando así el acto comunicativo en un loop de feedback permanente (al fin y al cabo, en Internet todos somos lectores y todos somos autores: de textos, de videos, de recorridos de lectura).
Se sabe que lo que hoy es nuevo, dentro de unas horas ya lo dejará de ser. Lejos de instituirse como una moda pasajera tal cual ocurre con Second Life (que de a poco va perdiendo usuarios), los blogs ya se organizan como la plataforma alternativa para nuevos comunicadores, personas que quieren compartir algo con alguien (aunque sea consigo mismos), y como la puerta de entrada elegida para informarse. Esa fuerza colaborativa (el “mucha gente informando a mucha gente”) se aprecia en especial en los blogs de ciencia que de a poco van imprimiendo su marca, su particular forma de ser.
Los blogs son un medio importante para contactarse con gente con intereses similares. Y los lectores de ciencia lo saben: ya sea porque piensan –erróneamente– que son unos pocos o que para enterarse de estos asuntos hay que ser un especialista. Y hay muchas variantes dentro de los mismos blogs de ciencia. Algunos explotan la veta curiosa (como “Fogonazos” –fogonazos.blogspot.com–, cuyo subtítulo es “asombros diarios”, “CPI: curioso pero inútil”, curiosoperoinutil.com o “GenCiencia” –www.genciencia.com–), la reflexión epistemológica (www.eduardpunset.es/blog, del escritor y divulgador científico español Eduardo Punset), la diversidad (como los blogs de la revista Wired, blog.wired.com: “Autopia”, “Beyond the Beyond”, “Compiler”, “Danger Room”, “Epicenter”, “Gadget Lab”, “Game|Life ” o “Geekdad” y “Microsiervos” –www.microsiervos.com–), el microuniverso de los gadgets o chiches nuevos (“Gizmodo” –www.gizmodo.es–, “Ubergizmo” –www.ubergizmo.com– o “Xataka” –www.xataka.com–). Y también están los blogs de periodistas especializados con acento en tendencias tecnoculturales (como “Futuratronics: cambios drásticos en la naturaleza y en la humanidad” de Andrés Hax –futuratronics.blogspot.com– o el de Pablo Mancini –www.pablomancini.com.ar–).
Los blogs (buenos y no tan buenos) son tantos que en esto los rankings sirven como ayuda. La revista Nature (que tiene unos cuantos como pla net.nature.com) recientemente hizo una selección de la que salieron como los “top 5”: “Parhyngula” (scienceblogs.com/pharyngula), “The Panda’s Tumb” (www.pandasthumb.org), “Real Climate” (www.realclimate.org), “Cosmic Variance” (cos micvariance.com) y el más político “The Scientific Activist” (scienceblogs.com/scientificactivist) desde donde, por ejemplo, se reclama un debate nacional (en Estados Unidos) sobre ciencia.
En cierta manera, los blogs de ciencia se organizan como ámbitos para desterrar las supersticiones y la paraciencia, así como apuestan por una ciencia más colaborativa y abierta. Al no haber un filtro (“cualquiera puede decir cualquier cosa”), el peso no reside tanto en el autor sino en el lector que deberá desarrollar ciertas competencias para distinguir el dato cierto del rumor y la mentira. Aun así, en ese punto no reside el máximo punto oscuro de los blogs. En una época en la que a todo se le adosa la chapa de “2.0”, la sobreabundancia de información y la imposibilidad de abarcar todo golpean y perturban. Sin guías orientativas, puntos de referencia confiables o sitios-faro, es fácil terminar desahuciado y salir más confundido y desinformado de lo que se entró.
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