EL FRAUDE DE PILTDOWN: ¿FUE CHARLES DAWSON INOCENTE?
El eslabón que nunca existió
Por MartIn De Ambrosio
Piltdown (Inglaterra) debería ser un lugar tan famoso como el valle de Neanderthal (Alemania). Sin embargo, mientras que uno le dio su nombre a una especie de homínidos que, sólo por hablar de una sus características (y aparente ventaja evolutiva), tenían un cerebro más grande que el Homo sapiens, el otro fue escenario de un fraude. Si es que hubo un complot de científicos sin escrúpulos o es que un arqueólogo y abogado –Charles Dawson– de pronto se convirtió en inocente víctima de una oscura trama es algo que la historia todavía discute.
Historia del engaño
En resumidas cuentas, ésta es la historia. En 1912 Dawson había encontrado en una cantera en Piltdown, Sussex, ciertos fósiles que le llamaron la atención, entre ellos un cráneo humano que parecía muy antiguo. Sorprendido por el hallazgo, fue a ver a Arthur Smith Woodward, que entonces dirigía el Departamento de Geología del Museo Británico, para que le diera una mano. Siguieron buscando (también andaba por ahí el jesuita Teilhard de Chardin) y aparecieron más fósiles, como una mandíbula inferior similar a la de los monos pero con un detalle exótico a esa especie: dos mellarás desgastados de un modo que sólo se ve en humanos.
La suma de un cráneo de humano y dientes “no exactamente de mono” constituía un hallazgo único que hizo que se empezara a fabular sobre ese paso intermedio que según algunos necesitaba la teoría de Darwin. Más aún, unos años después, Teilhard encontró más dientes y Dawson otra mezcla de cráneo humano y mandíbula simiesca. Con esta “evidencia” se creía estar ya en condiciones de establecer la pertenencia del Hombre de Piltdown al árbol genealógico del sapiens; se lo bautizó Eoanthropus dawsoni y se le adjudicaron 800.000 años, lo que significaba que era anterior incluso a los hombres de Pekín, Java, Cromagnon, Neanderthal y todos los que se pusieran a competir.
Pero mientras muchos creyeron la entidad del E. dawsoni, otros científicos se mantuvieron prudentemente escépticos. Y con el mejoramiento de las técnicas de datación se descubrió que el cráneo tenía apenas unos 50.000 años, lo cual no es nada extraordinario, en tanto que la mandíbula ¡era de un orangután al que le habían limado los dientes! Y ambos habían sido enterrados en el siglo XX, y no precisamente como parte de algún ritual religioso sino como uno de los intentos de fraude científico más notable y perdurable, ya que el engaño duró más de 40 años.
A favor y en contra del inocente
¿Cayó Dawson en esa “inocencia” que se recuerda cada 28 de diciembre? ¿O, tal vez, habría que recordarlo a Dawson más bien el día de los falsarios (si es que existe)?
Como en todo caso que levanta polémica, hay opiniones para todos los gustos. Uno de los que defendió la inocencia del abogado y arqueólogo aficionado fue Francis Vere en un artículo de 1955 (que se puede encontrar en una completísima página web con larguísimos detalles y artículos a favor y en contra de los principales implicados, Dawson, Woodward, Teilhard de Chardin: www.clarku.edu/-piltdown). Vere sostiene que –quienes fuesen que hicieron la trampa– conocían los trucos y tenían la habilidad y el conocimiento como para hacer el engaño; Vere duda de la capacidad de Dawson para hacerlo.
Vere sostiene también que la operación de “plantar” la evidencia –que por acá llegó a ciertos juzgados y jarrones– era ridículamente simple para quien o quienes quisieron engañar a Dawson y Woodward, también inocente para Vere. Tal vez el punto más débil de la argumentación de Vere se encuentre cuando sostiene que el fraude se hizo con la intención de dejar en ridículo a estos arqueólogos, y que el tiro les salió por la culata cuando vieron que el efecto era el contrario: Dawson se hacía famoso y hasta conseguía que un homínido llevara su nombre. El argumento es débil porque no explica cómo los engañadores no contaron la verdad para –ahí sí– dejar en ridículo a Dawson y compañía...
De todos modos, la última visión más o menos aceptada indica, sí, la inocencia de Dawson (o al menos, la insuficiencia de pruebas categóricas en su contra). Al parecer, según se escribió en la revista Nature en 1996, hubo un cuarto hombre que se encargó de todo el asunto. El hombre se llamaba Martin Hinton y odiaba profundamente a Woodward. Según se explicaba en la revista, Hinton poseía un baúl con huesos y dientes modificados del mismo modo que los encontrados en Piltdown, y con las mismas proporciones de hierro y manganeso, y por si fuera poco rastros de cromo que se había usado para desgastar a los huesos. ¡Que la inocencia te valga, Charles Dawson!