Un virus extraño
Por Leonardo Moledo
¿Qué virus, qué bacteria, qué agente infeccioso produce esta enfermedad que una y otra vez, se nos dice, es causante de tantas otras? Es muy fácil caer en los lugares comunes, y con un simple cálculo estimar cuánta gente atravesaría (hacia arriba) la línea de indigencia si, por ejemplo, se suprimieran los gastos militares, o la urgente necesidad del control de la natalidad (problema no menor, por cierto, ya que el crecimiento acelerado de la población en la base de la pirámide social no hace sino empeorar el problema), o la catástrofe que significó para el mundo y la población mundial en general el neoliberalismo, que interrumpió el Estado de bienestar, durante el cual parecía que se iban a alcanzar los estándares de riqueza distribuida más altos de la historia.
La única novedad en este terreno es que la pobreza empieza a considerarse una injusticia, una anomalía, y no un estado natural de cosas (“pobres habrá siempre”, decían Menem y María Julia Alsogaray) como ocurrió durante casi toda la historia, o una decisión divina, atenuada por promesas y recompensas post mortem.
Sin embargo, desde el derrumbe de las utopías socialistas (y la demostración de su fracaso), la lucha contra la pobreza, si es que se la puede llamar así, avanza sin teoría, muy poco más allá de la concientización (que ya es algo) y el paliativo. Terapia muy liviana para un virus que no tiene agentes confesos y que cada vez se vuelve más contagioso y siniestro.