RAMOS GENERALES
La pastora y su mujer
Lo primero que hizo Meredith Savage cuando supo que su amor y concubina, Karen Dammann, podría seguir siendo pastora de la Iglesia Metodista Unida fue llamar al hijo de ambas para contarle, emocionada, que “mamá había ganado”. Fue el final de un duro proceso que comenzó el día de San Valentín del año 2001, fecha que eligió Dammann para poner fin a años de silencio. Entonces le escribió a su obispo confesando que se había comprometido en secreto con Meredith y que juntas estaban criando un hijo, así aliviaba lo que para ella era “insoportable”: mentirle a su iglesia. La Metodista Unida es la tercera comunidad cristiana de los Estados Unidos –después de los católicos y los baptistas– y cuenta con 8 millones de feligreses. Desde 1972 los homosexuales fueron declarados dentro de la iglesia como “personas con una valía sagrada”, aun cuando su elección –la de practicar la homosexualidad– sea “incompatible con las enseñanzas cristianas” y por tanto, hasta ahora, estaba prohibido para ellos o ellas tener categoría de clérigos. Pero hasta el pastor que dirigía el tribunal de 13 religiosos que tuvieron que decidir la suerte de Dammann en Seattle se mostró aliviado con la decisión: “Nuestro fallo es justo”, dijo el sábado pasado después de dar a conocer el veredicto. La pastora es consciente de que el futuro no será sencillo: “Esto significa una nueva etapa de luchas; va a ser doloroso”. Pero nunca tanto como tener que ocultarse y negar la posibilidad de que se abra un debate que, según el obispo de Seattle, Rody Rowe, “seguirá hasta que la sociedad termine aceptando este tema”. En Argentina no hay datos de una decisión semejante, aunque estamos en condiciones de afirmar que el debate también seguirá en torno de las elecciones sexuales durante muchos años. Tal vez hasta que la sociedad termine por aceptarlo.