Viernes, 9 de octubre de 2015 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Luego de emular un casino, un bistró y un supermercado, al parque temático de arbitrariedades de Karl Lagerfeld para Chanel el Grand Palais se convirtió en una sala de embarque de las ficticias aerolíneas Chanel, en el contexto de la semana de la moda de París primavera 2016. El gesto coincidió con la revuelta provocada por lxs trabajadorxs de Air France en el sensato reclamo de sus puestos de trabajo, luego de que la firma anunciara un plan de ajustes que admite dos mil despidos y que se tradujo en la imagen del jefe de Recursos Humanos de la empresa con su camisa hecha harapos. Pero, en la sala de embarque donde abundaron los tonos rojo, azul y blanco trasladados a hipotéticos tailleurs de azafata con efectos pictóricos, no hubo atisbos de conflicto alguno: quienes simulaban hacer el check in lucían maquillaje celeste cielo alrededor de los ojos que se asemejaba a antifaces para dormir, o bien portaban gafas de aviador para ir de incógnito y acarreaban pequeñas y fabulosas maletas apodadas “Coco Carrier”, al tono de sus ropas. Variaciones sobre el tailleur, telas símil tweed, faldas línea A, vestidos superpuestos sobre pantalones (como gesto de estilismo para viajar más liviana de equipaje), fueron algunos de los recursos ornamentales, además de los guantes dispuestos en pulseras y de los pequeños aviones a modo de pin. La puesta supuso un boceto de un aeropuerto ideal, sin colas de espera ni transeúntes adormecidxs y desaliñadxs. En la primera fila destacó la joven modelo Lily Rose Deep, nueva cara de la firma Chanel, junto a su bella madre, la cantante y actriz Vanessa Paradis.
También en París transcurrió otro desfile de Saint Laurent, según los caprichos esteticistas de Hedi Slimane, quien insiste en imprimir un sesgo rocker para vestir a las nietas adolescentes de las antiguas usuarias de la firma. La colección tuvo como hilo conductor el uso y abuso de los visos cortos y largos, ya con textiles fulgurantes, con encajes, mallas de red y transparencias tan literales como punks (guiño cómplice al traje de YSL clase 1968 sin corpiño y con un cinturón con forma de serpiente), las modelos portaban coronitas siguiendo el protocolo de Courtney Love para la banda Hole e iban calzadas con botas de goma como las que impuso Kate Moss para ir a festivales de rock. La galería de imágenes resulta poco novedosa y decepciona si consideramos que ese creador belga es el mismo que renovó la costura sartorial con espigadas siluetas para Dior Homme y que luego replicaron varias firmas de ropa femenina. Cuando en 2007, Slimane decidió abandonar Dior, el grupo inversor LMVH le propuso financiar su marca propia. Tras meses de negociación Slimane respondió a la oferta del holding desde la página web con su nombre que ofició de diario íntimo y desde allí argumentó que “no quería perder su libertad creativa ni vender su nombre”. Se marchó a California a fotografiar surfers apenas vestidos con remeras rotas - empezó una serie de colaboraciones con su amigo cineasta Gus van Sant. Aquí y ahora su manual de estilo para Saint Laurent en sus rescates del glitter, el cuero, el animal print y la cultura de la disco representa artilugios que cualquier marca del fast fashion podría sacar a la venta con un diseñador sin su vasto oficio. Por el contrario, días antes, en la presentación de la colección que Galliano ideó para su nueva etapa en la casa Margiela se percibió un nuevo abordaje a la cultura clubber clase 2016. Las 33 pasadas fueron innovadoras en el modo de revisitar el plástico o fetiches como las medias de red, pero trasladados a combinaciones de tailleurs punk, algún vestido con texturas rebosantes de fragmentos de espejos, catsuits negros y escotados en las siluetas de los nuevos modelos andróginos Maarten Convens y Vinvent Beieer. Cuando en la progresión de looks la colección pasó del blanco y plata a tonos más intensos, las modelos mutaron en geishas (un gesto venerado por antiguas colecciones de alta costura del inglés) vestidas en azulino, verde y cuyos lazos- obis sostenían pequeñas carteras por la espalda. Sus ojos irradiaban maquillaje cautivante a lo Ziggy Sardust.
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