Viernes, 23 de octubre de 2015 | Hoy
COSAS MARAVILLOSAS
Ladrón de gallinas, un libro sin palabras en el que una gallina hace uso de su libertad y se termina enamorando del más inesperado animal de la granja.
Por Daniel Riera
Parece un día como cualquier otro en la granja: el gallo canta, el oso se despereza, el conejo abre la ventana, el pajarito se posa en la chimenea, el topo riega las plantitas, los pollitos caminan por ahí, otros gallos y una gallina están ahí quietitos, un zorro acecha... ¡Uy! ¿Cómo es eso? Si un zorro acecha, puede que no sea un día como cualquier otro. Además, el zorro tiene la lengua afuera. De pronto, mientras el oso y el conejo desayunan su café con leche y su pan con manteca, ay... ¡el zorro rapta a la gallina! El desayuno y el canto matinal quedan interrumpidos ante la emergencia: el oso, el gallo y el conejo se lanzan en una persecución extenuante del zorrorraptor y su víctima, la gallina. Así empiezan las cosas en Ladrón de gallinas, el maravilloso cuento sin palabras de Béatrice Rodriguez que padres, madres, hermanos y hermanas podrán contarle a hijos, hijas, hermanitos y hermanitas si lo desean, o podrán "leer" y mirar para sí mismos, que también vale, por supuesto.
Se lanzan, entonces, oso, conejo y gallo a correr por el bosque al zorro, que corre con la gallina a upa. Lo corren durante todo el día, lo corren hasta que oscurece y, exhaustos, descansan en las copas de los árboles. Para dormir en un árbol tenés que apoyar la espalda en el tronco y colocar cada pierna (o cada pata, según el caso) al costado de una rama razonablemente gruesa. Así duerme el oso en su árbol; así duerme, lejos de su alcance, el zorro en el suyo. La gallina, en cambio, no. La gallina duerme abrazada al zorro. ¡Uy! ¿No la había secuestrado el zorro? ¿Qué está pasando aquí? Al día siguiente, se reanuda la persecución. Oso, conejo y gallo corren a zorro y gallina, que escalan una montaña (bueno, el que "escala" es el zorro: la gallina sigue a upa). Astuto como es, el zorro se mete en un túnel dentro de la montaña. Por ese túnel, claro, no puede pasar el oso. De modo que oso, conejo y gallo pasan la noche en la cima de la montaña y zorro y gallina, en cambio, la pasan abrigaditos en el túnel, jugando al ajedrez. ¿Jugando al ajedrez? ¡Vaya! No sabemos quién gana la partida: sí, sabemos, que finalmente se duermen. Abrazados. Pero claro, no se pueden quedar toda la vida dentro del túnel: van a tener que salir de ahí. Y en cuanto salgan, los infatigables oso, conejo y gallo volverán a perseguirlos. El zorro y la gallina bajan en la playa, donde los espera un hermoso bote. El oso, el conejo y el gallo no tienen bote. ¿Acaso se rinden? ¡Claro que no! El pobre oso se convierte en balsa, una rama se convierte en remo y ahí van. Desde luego que el zorro y la gallina llegan primero a la casita del zorro, pero como se quedan allí (es que ya no tienen ganas de seguir corriendo), tarde o temprano, el oso, el conejo y el gallo también llegan. Y abren la puerta, ahora se pudrió todo, vas a ver, zorro malo... El oso lleva un palo, el conejo cierra los puños, el gallo mira feo... pero el zorro y la gallina están tomando tranquilamente una sopita al calor del hogar. Así las cosas. Ahora la gallina es la que habla: les explica a los muchachos que no tiene ningún interés en ser “rescatada” y, por si no lo entendieron, le da un lindo beso al zorro. El conejo sonríe ante la escena de amor, el oso los mira sorprendido. El gallo, claro, se quiere matar... La parejita los invita a cenar a los tres. ¡Sopa para todos! Cenan, entonces, el gallo angustiadísimo; los demás, para nada... Luego se retiran. Zorro y gallina les prestan el bote y los saludan desde la playa. El gallo no mira hacia atrás. Así las cosas, amigxs: el papel de víctima no le sienta nada bien a la gallina, que analizó los hechos y sus sentimientos, pegó onda con el zorro y finalmente tomó sus propias decisiones. Así ocurre a veces: las familias se deshacen, las circunstancias nos llevan a recalcular y a elegir qué tipo de vida queremos llevar y con quién la queremos vivir. No te deprimas, gallito. A veces pasa.
Ladrón de gallinas. Béatrice Rodríguez. Libros del zorro rojo.
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