CELEBRACIONES
Plumas, alambres y política
Desde el día en que vistió de gitano para la comparsa de su pueblo natal en la que baila desde hace ya más de 20 años, el estilista Julio Covas empezó a desarrollar una relación intensa, continua con el carnaval. Plumas de faisán falsas y vidrios que juegan a ser strass, son sólo algunos de los elementos que participan de los trajes que diseña, con cierta mirada política, para las fantasías que desfilan en febrero.
Por Victoria Lescano
Vestido con una remera impresa con el rostro de Einstein –recuerdo de una muestra del Smithsonian Institute– y bermudas azules, el diseñador y armador de trajes de carnaval Julio Covas, invita a subir a su casa estudio de Constitución. Sobre la mesa de estilo francés de la cocina amarilla, pasando un vestíbulo decorado con tocados de radiografías y piedras de fantasía, descansan decenas de plumas rojas y corpiños cubiertos de espejos, estructuras de alambre y concheros, esas cubrepartes y bombachas mini decoradísimas de las vedettes, atavíos de rigor en reinas y princesas de comparsas. El estilista creció en Alvear, un pueblo de Corrientes que no supera los ocho mil habitantes y confiesa que su compulsión por el carnaval empezó a los siete años –ahora tiene 32–, cuando se puso el primer traje, un atuendo de gitano, con chaleco y pompón blanco. Desde entonces nunca dejó de bailar en la comparsa Itaberá -significa Piedra brillante– para la que suele enviar encomiendas con bocetos, kilos de lentejuelas y destinar fondos de las creaciones para vedetes –Guadalupe o Jacqueline Dutrá (más conocida como la ex mujer del futbolista Martín Palermo)–, que sirven de botón de muestra de sus habituales clientas.
–Soy el loco del carnaval, para mí la llegada del carnaval es como estar en el centro de un huracán, y –como con los huracanes– con el carnaval la gente enloquece. Aprendí mirando cómo mi madre adoptiva y mis tías bordaban los trajes para baile. Creo que recién entendí mi relación con esa celebración cuando a los diez años mis familiares de Brasil me mandaron a buscar para que fuera portabandera; hasta el día de hoy la gente de mi pueblo, que me dice gringo, asegura que me gané el puesto de diseñador con el sudor. Siempre digo a mis familiares que cuando muera quiero que me quemen y tiren mis cenizas en el carnaval.
En su book, con registros de trajes creados para galas de carnaval, posan una amiga socióloga con silueta andrógina, amigas chaqueñas con cuerpo de pin up, modelos con cuerpos reales y panzas que se camuflan con costillares de boas. Julio reconoce como influencias los diseños de Dionisio Soler, un colega diseñador y coréografo de comparsas, pero también los trucos sobre cómo blanquear plumas o construir trajes con alambre que le transmitió un señor brasilero de ochenta años. Eso fue a mediados de 1990, cuando vivió un tiempo en San Pablo y dedicó los días de franco en la fábrica Guaraná a ese aprendizaje. Dice que el método propio incluye construir mariposas de alambre, porque las fotografías de variedades de mariposas son tan importantes para él como las siluetas Dior o Balenciaga para un diseñador de alta costura. “Después de hacerlas en ese material se me ocurren ideas para los detalles de los trajes, en la ropa de carnaval, el alambre es el esqueleto de todo, aunque otros armadores –principalmente los de Gualeguaychú– trabajan con mimbre, porque los espaldares son más livianos”.
Entre sus trajes–realizaciones más excesivas, destaca una construcción con treinta y dos plumas artificiales de faisán teñidas de color verde y otra con diez kilos de pluma de faisán con tocado de espejos. De sus palabras, se desprende que los ornamentos de plumas y glitter, además de embellecer, suelen usarse como pasarela para denuncias sociales y políticas.
–Para el verano 2003, elegí simbolizar la era cibernética; tomé el nacimiento del silicio durante la Segunda Guerra Mundial como excusa para denunciar un caso de corrupción en el pueblo. Un ex intendente compró los derechos de Internet para la zona. Entonces, todos los que quieren acceder tienen que pagarle, y yo saqué ese tema en los trajes. La carrroza tenía microchips, computadores, trajes diabólicos y cables.
En otras temporadas se remitió al fondo del mar, vía recreaciones de estrellas de mar, caracoles, o rayas australianas y en 2004 las participantes de Itaberá simularán ser chicas del Lido de París. Mientras tanto, él tiene en carpeta simbolizar la decadencia de la religión católica y educar sobre HIV. Para ello, se documenta vía Internet sobre los anticuerpos de los organismos de unas prostitutas africanas, que seguramente recreará en versión de trajes de fantasía.
Julio establece diferenciaciones de styling en las distintas regiones de festividades: “mientras que en la capital de Corrientes se imponen técnicas de bordado a mano, en Gualeguaychú se usan la gomaespuma y gomaeva”. Y, también, sobre códigos de vestimenta entre murgas y comparsas, que tienen sus diferencias: “en la murga se usa todo cosido y la prenda que se destaca es la levita. Además el baile es distinto, es andando y no sambando”. Sobre las estrategias para vestir y desvestir a divas de comparsas, agrega: “depende del gusto del diseñador, a algunos les gustan cuerpos más desnudos. Yo, por ejemplo, prefiero vestir chicas, porque la indumentaria masculina es bastante insulsa, aunque también encuentro poco atractivos los carnavales con travestis y drag queens de Avellaneda”.
–Considero que el carnaval no es todo sexo, como dice la gente mencha. Históricamente empezó entre los feudales para mezclarse con el pueblo, sucedía un día al año y todos se vestían con ropas del sexo opuesto.
Julio da más pistas sobre el método de trabajo, donde el alambre galvanizado de ferretería y los espejos son sus materiales fetiche: “Elegí al espejo como forma barata para reemplazar el brillo del strass, ahora trabajo con falso strass y espejo. Generalmente recupero los materiales, desarmo las estructuras de alambre, reciclo las piedras y las plumas y vuelvo a armar otras prendas. Hay alguien que me dibuja las muñecas con forma del cuerpo de mujer sobre cartulina y yo pinto los trajes arriba”.
Dice también que se arrepiente de haber regalado su primera creación, un atuendo de soldado romano con plumas rojas y negras y una remera color carne que hizo a los once años.
En la adultez, incursiona en la autoproducción cada semana de febrero, en que vuelve a Alvear. Una imagen de su participación 2003 lo muestra con sunga roja (con un ejemplar de ropa interior John Cook por debajo) y cuya cintura asoma a la usanza de los raperos, alpargatas bordadas al tono, capa y el cuerpo pintado con vaselina y yibré, arena plateada de la familia de la purpurina. Para estar a tono con la extravagancia del Lido, último leitmotiv para el carnaval 2004, anuncia: –Me voy a poner un bolero negro, sí, no hay otra manera de llamar este equivalente al conchero de las mujeres.
La trama del carnaval incluye comparsas que representan a las distintas clases sociales, historias de modelos de agencias que pagan por desplazarse en pedestales con ruedas, pero también la activa participación de la ferretería y la panadería de cada pueblo. Suelen donar kilómetros de alambres y kilos de harina para decorar las pasarelas y sus logos funcionan como marquesina en la mayoría de las carrozas.
–Este es un arte popular, es fuente de trabajo en los pueblos, hay mucha gente que podría ganarse el pan aprendiendo cómo hacer estas estructuras, se lo quise proponer a una productora de Utilísima para programar un micro con su difusión entre secuencias de algún bricolage y me respondió que a nadie le importaría.
Galas de lujo
Quienes sí entienden la simbología de esos trajes festivos y dedican hasta fines de febrero una de sus principales salas de exhibición a los trajes de carnaval, son los curadores del Museo de Arte Popular José Hernández. En su sede de Avenida del Libertador 2373, exhiben Trajes del Carnaval Correntino, cinco superatuendos para galas de carnaval que les donó el coleccionista y bailarín Hugo Aguirre (fueron diseñados por Roque Palma y cosidos por señoras de Corrientes). La puesta incluye el atuendo “Ultimo Cacique Tehuelche”, (lleva taparrabo bordado en perlas, lentejuelas y mostacillas, sandalias de cuero doradas, poncho con flecos de canutillos y lanza de madera y lentejuelas), una figuración de un Pájaro Azul que incluye pantalón y chomba en blue velvet, guantes amarillos de jersey de seda y guarda de plumas de cisne y oca también azules. El recorrido por extravagancias de carnaval contempla un homenaje al Hijo del Sheik que protagonizó Rodolfo Valentino, también un atuendo cubano y concluye con el personaje Moro Veneciano. Se trata de una superproducción hiperrealista con 185 metros de strass, dos kilogramos de cristales de roca y docenas de lágrimas de cristal Swarovski, y que además de ser galardonado como Mejor Traje del Carnaval Argentino Temporada 2003, y Cuarto Premio entre jurados del Hotel Gloria de Rio de Janeiro, obtuvo un galardón no menos curioso: la mención especial por su aporte a la cultura de la Policía Federal Argentina.