INTERNACIONALES
En Londres, la reconocida galería de arte contemporánea Saatchi inauguró su primera muestra de artistas mujeres; mientras, el (más reconocido aún) Tate Modern anunció que su próxima directora será una dama.
› Por Guadalupe Treibel
¡AlbriciEn Saatchi, obra de Soheila Sokhanvari.jpgas, equitativos amantes del arte! Habemus auspiciosas novedades desde Londres, donde varios “primeros” contribuyen a achicar la brecha de género, subrayando la labor de las tantas veces ninguneadas y marginadas –por críticos, historiadores, etcétera– mujeres del mentado mundillo. Así, una de las buenas nuevas a destacar tiene por protagonista a la prestigiosa Galería Saatchi, especializada en la rama contemporánea, que –para festejar su 30 aniversario– no ha tenido mejor idea que lanzar su primera exposición ciento por ciento femenina. O, en honor a la exactitud, íntegramente compuesta por obras de 14 artistas emergentes mujeres de distintos puntos del mundo, englobadas ellas bajo el título de muestra Champagne Life (en criollo, “Vida de champán”). Nombre menos vinculado a la bebida burbujeante que a la homónima pieza de Julia Watchel (1956, Nueva York), que participa de la muestra cuestionando las ansias de celebridad y la vacuidad que tal ambición conlleva. La acompañan, entre otras, la australiana Sigrid Holmwood, la canadiense Mia Feuer, la saudí Maha Malluh, la iraní Soheila Sokhanvari, las francesas Virgile Ittah y Stephanie Quayle, la coreana Seung Ah Paik, la británica Alice Anderson, todas con creaciones propias e inquietudes personales.
“Con el discurrir de los años, siempre hemos apoyado el trabajo de mujeres artistas, muchas de las cuales han acabado ocupando un rol clave en el universo del arte contemporáneo. Sin embargo, todavía queda mucho terreno por conquistar”, ofreció el CEO de la mentada institución, don Nigel Hurst. Sin dejar de remarcar que “la disparidad está siendo remendada por la cantidad de damas en el área”, aunque, como ocurre en gran número de industrias, “a menudo padecen el prejuicio de no ser consideradas lo suficientemente serias y comprometidas con la profesión”. Luego, Hurst también hizo hincapié en cómo, en términos de representación y exhibición de sus piezas en el mercado, “sigue habiendo un techo de cristal que necesita ser abordado”. En especial, al contemplar ciertas cifras escandalosas, como el hecho de que –durante 2013, en Londres– solo el 31 por ciento de las piezas exhibidas en los museos y galerías de la capital inglesa era de autoría femenina.
Por lo demás, otra buena nueva a destacar tiene que ver con un flamante anuncio del londinense Tate Modern, el museo de arte contemporáneo más visitado del mundo, que anticipó que –por primera vez en su historia– tendrá una directora mujer. La brit Frances Morris (57), puntualmente, que sucederá al belga Chris Dercon “en algún momento del 2016”. Reconocida y respetada en el mundo del arte y vinculada a las distintas sedes Tate desde hace décadas (primero como curadora; luego, como cabeza de las colecciones internacionales), esta licenciada en Historia del Arte egresada de Cambridge “ha sido clave en el desarrollo del alcance internacional del museo y ha impulsado la presencia de mujeres artistas. Ha estado detrás de grandes exposiciones como la retrospectiva dedicada a Louise Bourgeois en 2007, o la exposición de Agnes Martin el año pasado”, según puntualiza el diario El País. También fue la mente rectora tras la exposición en solitario de Yayoi Kusama; y ha ayudado a transformar el modo en que las galerías presentan la historia del arte moderno, a decir de especialistas en el campo. “Con su talento, experiencia y visión, llevará al TM a una nueva era”, alentó Nicholas Serota, director del grupo Tate.
Que este anuncio sea especialmente relevante solo puede explicarse en relación a datos de la realidad (sexista). No solo las mujeres son minoritarias en este tipo de posición (en Estados Unidos, por caso, ocupan el 24 por ciento); también gozan de presupuestos menores al momento de regentear museos y galerías. Además, como si fuera poco, ganan menos. De hecho, según una reciente investigación de la Association of Art Museum Directors, de América del Norte, reciben 71 centavos por cada dólar ganado por directores hombres. Por misma labor, mismas responsabilidades y, ciertamente, mismo talento y desempeño.
De allí que, en palabras de las autoras Eleanor Heartney, Helaine Posner, Nancy Princenthal y Sue Scott, responsables del incisivo y exhaustivo estudio The Reckoning: Women Artists of the New Millennium (editorial Prestel, 2013), “puede que no todas las batallas estén ganadas… Pero poco a poco, las barricadas se están viniendo abajo, y el trabajo avanza por todos los frentes en gloriosa profusión”. Evidentemente, desde que la pintora holandesa Margareta Haberman fuese expulsada por la Académie Royale en 1723 porque la pieza que había presentado era “demasiado buena para haber sido pintada por una mujer”, el escenario ha mejorado considerablemente.
Lo que no quita que, según una encuesta realizada por la organización The East London Fawcett, solo 1 de cada 29 galerías y museos de Londres haya ofrecido un número equitativo de exhibiciones en solitario de artistas hombres y artistas mujeres en 2013. Ni que el precio más alto pagado por la pieza de una artista femenina viva sea de 7.1 millones (Yayoi Kusama); mientras, en el caso de los varones, sea de ¡casi 60 palos! (Jeff Koons). Ni que, aún a la fecha, tipos como el neoexpresionista alemán Georg Baselitz proclame muy a sus anchas: “Es un hecho que las mujeres no pintan demasiado bien. Simplemente no pasan la prueba de valor del mercado; y el mercado siempre está en lo correcto”. Ni que… En fin, infinita tarea continuar con infinitos ejemplos; claras ya las inequidades del caso. Motivo por el cual, novedades favorables para la balanza de género en el mundo arty sean motivo de albricias. Doñas y doñitas, pintadas ya no más.
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