Vie 29.01.2016
las12

PERFILES

Mi montón de leña

Juana Repetto

› Por Flor Monfort

Una mujer de 27 años, famosa e hija de famosos, decidió ser madre soltera gracias a las técnicas de fertilización asistida y un donante anónimo. Embarazada de tres meses, Juana Repetto lo anunció en el programa de Rial y no pasó desapercibida, como pasa siempre que una mujer hace uso de su libertad (cuando una mujer elige por la negativa, por ejemplo no ser madre, es más cruel el coro, pero siempre es el combo “mujer eligiendo sola” lo que enloquece un poco). La voz más grave del murmullo señala que un niño no puede crecer sin padre. O que es egoísta que se prive de una figura masculina a un niño. También se dice que un hijo debe ser un proyecto de a dos, para delinear en el aire las figuras de la pollera y el pantalón tan tranquilizadoras. Vamos a tratar de atender a todos estos argumentos sin inflamar el espíritu, porque estas afirmaciones, hipócritas e ignorantes, no hacen otra cosa que esconder miedos y justificar posturas cobardes, pero sobre todo atentan contra la autonomía de las mujeres y su lado mas insoportable: nuestro deseo. Son las mismas voces que prefieren no mencionar la palabra aborto o negar la fortaleza de las familias más diversas y sus derechos, conseguidos gracias a la militancia que justamente empuja la voluntad de maternar y paternar sin principios de ética con sotana.

Juana Repetto no es “valiente”, como insisten los titulares. O la parte de la valentía vendrá después, en el mismo momento en que esté puesta a prueba (en la urgencia del parto, en la desesperación del bebé por mamar, en la autoregulación de una persona mal dormida, alimentada a las apuradas, postergada hasta para ir al baño). Juana Repetto tiene un deseo. Y quiere atenderlo. Y puede hacerlo. Las raíces de ese deseo son muy profundas y personales. No quiere esperar a formar una pareja tradicional, confía en otros vínculos. Dice que tener un hijo “con cualquiera” le parece mas extraño que lo suyo (que en definitiva también es tener un hijo “con cualquiera”, sacándole a “cualquiera” el peso peyorativo). Podría seguir esperando un compañero, también podría ir a terapia o hacer constelaciones familiares para seguir indagando. Pero decide actuar.

Para tener un hijo hace falta una red, un colchón donde caer de espaldas sin quebrarse. Porque si hay algo que necesita una madre, soltera o no, es una espalda fuerte. Para dar la teta por horas, para sostener el peso que cada vez es mayor, para abrazar, acunar y alzar a los apurones después de una caída, que son tantas. No sabemos si Juana cuenta con esa red, que no es solamente económica. Son brazos para la que tiene que abrazar. Porque el compañero de una madre no es más ni menos que quien ella elige para maternar, y la tribu de un niño o niña no es otra que aquella que le haya presentado la madre, o el padre, o quien haya decidido amarlo, y puede ser un padre, pero también puede ser una tía, un amigo, una abuela, un vecino. El único requisito es ser persona, aunque las mascotas son excelentes compañeras de crianza. La tribu se arma andando, y se arma amando, sin perfección, a veces con gritos, muchas veces con errores, a veces también odiando a ese pequeño invasor que da vuelta el orden de las horas e impone cacas y pedos como temas del día.

Que las familias ya no son papá y mamá el tiempo lo ha demostrado con creces y la propia familia de Juana lo ha demostrado en el historial de Gente y Caras. Lo que hace su decisión es desarticular el automático por el cual una pareja decide tener un hijo y nadie le pregunta nada, y vuelve a plantear las esenciales: ¿Qué es un hijo? ¿Qué viene a hacer a tu vida? ¿Para qué sirve? Un hijo es mil cosas además de una explosión de vida, porque si hay algo que hace la maternidad es devolver con fiereza todo lo que se proyecta sobre ella. Un hijo es un proyecto, un hijo debe ser pensado. ¿Por quién? Por quien se crea capaz de enfrentar ese deseo aun cuando el test haya dado positivo antes de formularse. Lo que busca Juana Repetto es armar la propia tribu sin pedir permiso y dejando al amor de pareja para otro momento, en otro casillero del álbum, juntar la leña y hacer el fuego para la cena, al calor de ese nuevo esquema que no festeja san Valentín y se determina en la fuerza de lo cotidiano.

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