PERFILES > CINTHIA FERNáNDEZ
› Por Flor Monfort
Esta semana circuló en las redes la captura de un chat que decía lo siguiente: “yo medio que la violé anoche a la minita / la llevé obligada al telo onda la busque la subí al auto y la lleve de una / encima en el telo no quería coger / o sea ya pagué el turno pelotuda sacate la ropa / y medio que forcejeaba re violador / faltaba que le calce una trompada y me recibía de coco silly” dice el monólogo de un violador que se viralizó al mismo tiempo que se conocía el abuso que sufrió Cinthia Fernández en Palermo. Un hombre la abordó cuando se subía a su auto a la salida de un estudio de televisión, se le tiró encima con los pantalones bajos y la manoseó hasta que se fue corriendo.
Que la cultura de la violación goza de excelente salud no caben dudas. Basta escuchar la tertulia alrededor de este caso para ver sus tonificados argumentos, de la mano de Luis Ventura por citar el ejemplo más salvaje, que preguntó “para situar el caso” cómo estaba vestida Cinthia. ¿Cómo estaría vestida la que se subió al auto del violador auto-confeso? Circular en jogging parece ser la exigencia de un manifiesto que se teje también en El regreso de los reyes, una liga misógina que organiza una marcha mundial para mañana sábado “en pro de su masculinidad” en 165 ciudades de 43 países. Entre otros axiomas, proponen que la violación sea legal siempre que se consume en una propiedad privada, que las mujeres no votemos, que se abstengan de comentar varones gays y que “vuelva el hombre masculino, en un mundo donde la masculinidad está siendo cada vez más castigada y avergonzada a favor de crear una sociedad andrógina y políticamente correcta, que le permite a las mujeres imponer superioridad y control sobre los hombres”.
No llegó hasta nuestro país la ola misógina de la mano de estos primates, pero no porque falte caldo de cultivo, la cita a Coco Silly demuestra que el aire estaría preparado para la fiesta de los machos. Basta recordar los comentarios que se tejen alrededor de cada mujer que desaparece y osa aparecer viva, sobre todo si fue a buscar trabajo mostrando más de lo que debe, si posa como modelo en una selfie o si va a bailar sola, como Melina Romero, que terminó asesinada a golpes y patadas tras resistirse a una violación. Femicidio que sigue impune.
Volviendo a Cinthia y habilitado el comentario de Ventura en el aire de un canal abierto en un programa de la tarde, la sopa termina de condimentarse sola: las personas que no queremos ser atacadas sexualmente tenemos que cuidarnos de no provocar a las fieras, maxime si osamos entrar a un hotel sin estar del todo seguras de que queremos hacerlo. ¿O acaso una actitud que amedrenta no viene de la mano de alguien familiar, que “forcejea” para penetrar un cuerpo que no quiere pero sospecha que tal vez hizo algo para merecer la violencia?
La escuela de violadores arranca temprano, cuando el niño comprende que la violencia física está en la caja de herramientas personales y que el uso de la fuerza es válido para conseguir lo que se desea. Hay que desmontar ese pasaje a la adolescencia, donde la educación sentimental manda machotes que hacen sufrir y muchachitas que los esperan tildando corazones en loop. La autodefensa feminista extiende sus redes pero la patria del que la tiene mas grande sigue en pie y hasta encuentra representantes que abiertamente y sin sonrojarse convocan a marchas que defienden su honor. Todos ellos son cómplices, y también lo son quienes consienten sospechar de una mujer que disfruta de su cuerpo, que dice que no, que denuncia cuando hace falta. Y el aprendizaje va de la mano del empoderamiento, como el de Aixa Rizzo el año pasado cuando roció de gas pimienta a un grupete que la amenazaba con atacarla y después lo contó en un video que subió a las redes sociales, pero también de la certeza de que nosotras también tenemos fuerza, mucha, y no vale la pena gastarla en señalar a la de al lado sino en hermanarse para que ninguna liga siga intentando colonizar nuestro territorio.
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