Viernes, 22 de abril de 2016 | Hoy
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Por Sonia Tessa
Durante las varias horas que duró la votación de la Cámara de Diputados de Brasil del domingo pasado, que terminó con la victoria de quienes impulsaban el impeachment contra la presidenta Dilma Roussef, el espectáculo que hizo honor a la calificación de “circo” tuvo una característica notable: la abrumadora preeminencia masculina no sólo entre los 513 legisladores, sino en la barra que se formaba alrededor de los votantes. Según publicó la BBC, de los 594 escaños que tiene el Congreso brasileño (entre diputados y senadores), sólo el 10 por ciento son ocupados por mujeres. Claro que no todas las mujeres sufren el mismo maltrato: a la diputada del Partido Comunista, la médica Jandira Feghali, sus colegas le gritaron “Tchau, querida”, tomando así la misógina consigna que levantan los pro-impeachment a partir de la comunicación telefónica grabada ilegalmente por el juez Sergio Moro entre Luiz Inazio “Lula” Da Silva y la presidenta, en la que Lula despedía con familiaridad a su compañera.
En cambio, a las diputadas que se pronunciaban por el sí –siempre aludiendo a la familia, a la propiedad privada de los agricultores, a dios- las llaman con otros calificativos, como “princesa”. La revista Veja dejó claro qué tipo de mujeres prefieren los medios hegemónicos: cuando aún no se había aprobado la vía libre para el juicio político, publicó una nota con la posible primera dama, Marcela, la esposa del vicepresidente Michel Temer, activo impulsor de la destitución. Y directo beneficiario, porque durante seis meses será el presidente en ejercicio. Los elogios de la revista a Marcela Temer fueron “bella, recatada, y de su casa”.
A raíz de esta nota, desde el blog de La Marcha de las Mujeres, Marilia Sampaio escribió: “No se engañen, el golpe del domingo no es solamente contra la democracia, es contra Dilma, mujer (¡sí!) y tiene mucha misoginia y odio porque hay una mujer ocupando ese sillón”. La militante de este masivo movimiento considera que “no es poca cosa ser la primera mujer que gobierna un país del tamaño de Brasil. Junto a eso, y también por eso, las mujeres se fueron organizando cada vez más, y no se silencian más, en un movimiento que el año pasado fue llamado ‘la primavera de las mujeres´. La gente se levantó de nuevo. Muchas mujeres que tomaron las calles por primera vez salieron de la casa, de donde no querían que saliésemos”.
Las mujeres tomaron las calles y las siguen tomando contra el golpe institucional. Lo hicieron en todo el país el domingo, lo vienen haciendo, y el martes por la noche fueron al Planalto, a contrarrestar el “Tchau querida” con un “Dilma se queda” (“Fica Dilma”).
Es que el domingo hubo diputados que levantaban carteles amarillos y verdes que decían “Tchau Querida”. Parecía una bofetada. En este diario ya se describieron las perlitas de la votación, pero vale detenerse en una. El diputado Jair Bolsonaro, electo por el Partido Progresista, dedicó su voto (por el sí, claro) al coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, torturador de la dictadura militar. La misma que secuestró y torturó a Dilma Rousseff. “Perdieron en 1964 (año del inicio de la dictadura), perderán ahora en 2016. Por la familia, por la inocencia de los niños en las escuelas, que el Partido de los Trabajadores nunca tuvo, contra el comunismo”, dijo antes de largar el nombre del coronel. Un poco de alivio para las atribuladas almas argentinas: resulta impensable que un diputado le dedique su voto a Alfredo Astiz. Pero por las dudas, mejor no dar ideas.
Para quienes leen este diario, está claro que el entramado que sostiene la embestida contra Dilma es parte de un plan continental restaurador de un sistema de relaciones sociales, políticas y económicas que el tan vapuleado “populismo” cuestionó, sin llegar a modificar. Si cargan contra Dilma, claro, no será por sus errores –implementó un ajuste que era el indicado por los sectores de poder económico, el PT llegó al gobierno aliado con partidos evangelistas que impusieron, por ejemplo, la renuncia a cualquier iniciativa de despenalización del aborto- sino más bien porque prefieren a estos plebeyos fuera del poder.
Lo del domingo tuvo un momento memorable. Fue también un diputado quien se les plantó en la cara a los impulsores del impeachment. Jason Wyllys, del PSOL (Partido Socialismo y Libertad) se paró en el estrado de la votación y les espetó a sus colegas: “Esto es una farsa sexista”, antes de dedicar su voto al movimiento LGTB, a los sin techo, a los sin tierra, al pueblo negro. Más tarde dijo, “quedaré en la historia como el primer diputado LGTB, pero no por haber apoyado un golpe”. Sin embargo, lo más mentado fue otra cosa. Después del voto de Wyllys, Bolsonaro le gritó “maricón”. Y como un justiciero de millones de latinoamericano, Wyllys le tiró un escupitajo al adorador de represores. Se habló mucho de esa escupida. En las redes sociales circula un chiste: “Wyllys erró. Bueno, no es tan fácil acertar una escupida desde lejos”. Muchos hubieran querido que le diera en plena cara a Bolsonaro.
La euforia de los medios hegemónicos fue in crescendo a medida que el PT perdía aliados, y la semana pasada Veja dio a Dilma por perdida: “Fuera de cubierta”, dicen sobre el poder de la mandataria, y la imaginan fuera del poder “más allá del resultado del proceso de impeachment”. La publicación circuló el jueves anterior a la votación en Diputados. Otra revista, con claras reminiscencias a la vernácula Noticias, Istoé, eligió una tapa sobre “Las explosiones nerviosas” de Dilma, a quien describen “fuera de sí” por la inminencia de su apartamiento, que terminará de definir el Senado.
Y aunque el poderoso diario O Globo haya hablado del “fin” de la mandataria, ella se encargó de decir, el mismo lunes, que la votación de Diputados no era el fin de nada, sino el principio de la lucha para defender su mandato. Circula en las redes sociales una foto de Dilma en tres momentos de su vida. Cuando era muy joven, interrogada por la dictadura; en 2009, cuando debió tratarse por un linfoma de Hodgkin -que superó con éxito- y ahora. Si venció la tortura y el cáncer, también vencerá el golpe, dicen los brasileños que salen a las calles para defender a su presidenta, a quien llaman “corazón valiente”.
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