MúSICA
Laura La Duquesa –tal su nombre artístico– fue corista de Alcides, un consagrado en el ambiente cumbiero, hasta que lo denunció por violencia laboral y empezó una carrera propia en la que cuenta tanto la música popular como el compromiso social. La violencia machista, los despidos, las diferencias de clase habitan en sus letras mientras la melodía hace mover las caderas.
› Por Gimena Fuertes
Ella canta sola. Baila sola. Y compone sola. Pero canta para todas y todos. Laura La Duquesa hace cumbia combativa y desde que la empezaron a convocar a todos los festivales que se organizan por despidos y conflictos laborales, se está haciendo famosa entre los movimientos sociales, organizaciones políticas y público bailantero luchador. Critica al monopolio de los programas de música popular que excluyen a los artistas independientes y se queja de que la tele y el mundo del espectáculo se aprovechen de los problemas personales de los artistas y luego los descarten. También hace cumbia con mirada de género, critica la lírica que enfrenta a las mujeres por el amor de un hombre y llama a no alimentar el resentimiento desde la música.
La Duquesa canta La reinvindicada contra la violencia de género, de su disco Intensamente. “No insulto, no agredo, me corrí del resentimiento que vende este monopolio, agredir a la amante, a la nueva, es funcional al machismo, siempre ronda sobre lo mismo, y no se involucran con los sentimientos el amor y el abandono”, sostiene y cuenta que está próxima a editar su disco Casada con la cumbia.
Laura tiene 38 años y una hija. Supo en carne propia lo que es sufrir el ataque de una pareja. Sus temas sobre violencia de género, La reivindicada y Dejame en libertad. “Fue entonces cuando me encontré con que no puedo borrar con el codo lo que escribí con la mano, si desde hace diez años le estoy diciendo a las mujeres víctimas de violencia que tienen que actuar, no podía más que hacer lo mismo. Sentía un profundo amor por mi pareja y fue terrible porque me vi enfrentada con mi responsabilidad de militante por un lado, y con mis sentimientos por el otro. Me atravesó porque estoy comprometida en esta lucha. Las campañas contra la violencia tienen una gran fisura y es que no se dirigen al protagonista que la ejerce sino que actúan sobre la consecuencia, cuando ya es tarde. Apuntan a la víctima y nunca al victimario, y si no se concientiza sobre esto, actuamos sobre la consecuencia”.
El primer tema que la hizo conocida entre las organizaciones políticas y sindicales fue el compuso para los choferes de la línea 60, que atravesaban un largo conflicto por despidos y que terminó con la reincorporación de todos los trabajadores. “No quieren más conflicto / solo quieren laburar / ¿dónde está el sindicato que los tiene que apoyar? / Se mofan los subsidios y a la hora de mediar, / los rajan”, cantaba en las ollas populares. Su música se viralizó por las redes y desde diciembre, tras la asunción de Mauricio Macri, los pedidos para que componga temas se multiplicaron al ritmo de los despidos.
Le puso su voz sensual a la lucha de los trabajadores de la imprenta Word Color, que ya quedó bajo control obrero, y ahora ya salió su nuevo tema titulado Todos somos Cuesta Roja. “Ahora viene el tema de los estatales de la provincia de Neuquén, y siguen llegando los pedidos”, cuenta.
Su banda se llama Laura La Duquesa y se la Banca, y con su guitarrista, el Tata Santana, acaban de estrenar Cheto aguantá, “un tema que habla sobre las diferencias de clase, pero que los une desde una óptica divertida”, cuyo video se editó en el formato de cámara 360. “Fue un esfuerzo de producción independiente mío y de Jasson otro cantante de cumbia que la está remando muchísimo”.
Alta, rubia, sensual y de voz dulce, Laura cuenta que para financiar su último disco vendió su auto y que ya desde hace dos años se maneja sin productor, ni manager ni representante. “El mercado está copado por un monopolio el de Pablo Serantoni, (productor de Pasión, programa que se emite los sábado por un canal de aire), que lanza productos una vez al año, convoca a un concurso y saca un artista. Lo digo con todo respeto porque sacaron muy buenos artistas, que son intérpretes de temas que ellos les dan y cobran en Sadaic sus propios autores, es todo un engranaje al que no podes entrar. Componer tiene un valor en sí mismo que no es valorado, el compositor muchas veces no figura en los créditos. La última cantante que nació de ahí, Rocío Quiroz, es excelente, pero el artista dura un año, se explota mediáticamente y luego se tiene arreglar solo. A ese monopolio no le interesa mi material porque no tengo la línea o el estilo que se está vendiendo. Yo intenté entrar a ese circuito, pero no fui escuchada. No puedo forzar interesarle a un productor, pero sí puedo hacer notar al público que hay otra cumbia y hay otros artistas y otra apertura a lo que no se le da lugar porque el mercado está copado. Lo digo respetando a los artistas que salieron de ahí, pero el resto no merecemos el resto. Los productores no te escuchan hasta que explotaste mediáticamente”, cuenta.
Laura dejó los estudios de medicina, y comenzó a trabajar como corista del cantante Alcides. Pero no la pasó bien. Se cansó del maltrato y denunció al cantante Alcides por violencia laboral. “Salí en los medios por ese kilombo y no por mi material. Viví la indiferencia y la burla. ‘¿Quién sos para que yo te traiga?’, me decían. En este mundo del espectáculo se pide que los artistas se hagan inmolar para salir en la tele. Naturalización de la agresión en las redes sociales, los insultos y las críticas. Dejemos de apoyar la agresión, el formato Tinelli, donde la onda con el artista es degradarlo y si se deja, tiene prensa”, se queja.
Laura milita contra la estigmatización de la cumbia. “La gente que escucha cumbia es divina, hay un prejuicio sobre los cumbieros, no somos todos violentos o vagos. También es un prejuicio con que las mujeres de la cumbia, sobre las que se supone que llegan por negociar de forma extraña con un productor. Muchas hemos remado de una forma animal. Fue el monopolio el que plantó un modelo de cumbiero y cumbiera que no es tal”. “Cuando Gilda se murió recién tres días antes había logrado que este mononpolio le prestara atención. Todos sus discos fueron financiados por ella, recién al momento de su muerte había logrado que la escuchen. Fue una innovación, y eso tiene mucho que ver con que ella era autora. Lo mismo pasó con Leo Matioli, quien sufrió muchisímo para meter su material, no tenemos que llegar a este punto. No esperemos a que les ocurra algo en su vida privada para darles un espacio en televisión, está muy manoseado ese tema, no es justo para una artista que la está remando”.
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