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“Viene militando hace 22 años”, es la primera oración que puede leerse sobre Verónica Magario en el sitio oficial de La Matanza, distrito del que es intendenta desde diciembre. El currículum fecha su incursión en la política pero no el momento en que empezó a conocer sus gajes: habría que remontarse a su primera infancia (Ramos Mejía, principios de los 70), para dar con aquel instante exacto. Verónica María es hija de Raúl Magario, dirigente y tesorero de Montoneros, y ese dato atraviesa su biografía, aunque no siempre le interese traerlo a cuento. “Es mi padre y sigue siéndolo, con las grandes diferencias que hemos tenido siempre. Pero me permitió nacer en una cuna peronista y vivir como hija de un militante”, cuenta –palabras más, palabras menos– cada vez que le preguntan por su vínculo con él.

Con casi dos millones de habitantes, La Matanza, el partido donde nació Verónica, es el más poblado y uno de los más antiguos de la provincia de Buenos Aires; ella es, hace poco más de seis meses, la primera intendenta mujer de su historia. Magario ganó experiencia como concejal, como diputada y como responsable del programa Jefas y Jefes de Hogar de su distrito en 2002, año en que las heridas del estallido aún supuraban. Pero este es sin dudas el gran reto de su carrera política: a un municipio de por sí desafiante y multifacético, en el que conviven áreas residenciales, comerciales, rurales y villas de emergencia, se suma un contexto económico delicado que sigue en caída conforme avanzan el año y el #cambio, sumado a una gestión adversa a su partido, el Frente para la Victoria, en la gobernación de la provincia y la Nación. Pero Magario ya demostró con hechos que, por ahora, no está interesada en echar mano a la excusas y dará batalla para defender su distrito de la crisis económica, o al menos de sus consecuencias más trágicas. “No podemos dejar que la gente se muera de hambre. Tenemos que actuar ahora mismo”, dijo en una entrevista que dio en mayo a este diario, en la misma semana en que pidió a la gobernadora María Eugenia Vidal que dictase la emergencia social y laboral para destinar partidas extraordinarias a los comedores y a los sectores que quedaron a la intemperie por los aumentos de precios y tarifas. A la semana siguiente, Magario fue de lxs primerxs intendentxs en presentar un recurso de amparo para frenar los aumentos de tarifas en su partido, y su accionar sirvió de modelo a otros tantos municipios. “Necesitamos que el Presidente de la Nación se ponga al frente de esto, recapacite, retrotraiga estas medidas y se dé cuenta del daño que está causando y que en el conurbano estamos sufriendo una injusticia con este tarifazo feroz”, se plantó.

El económico no es el único terreno en el que rechaza de cuajo las decisiones de las cúpulas bonaerense y nacional. Mientras el GEN de Margarita Stolbizer y el PRO bonaerense reflotan un proyecto para dividir La Matanza en cuatro municipios con el objetivo de “facilitar la administración” –y quitarle, de paso, poder electoral al peronismo, que jamás perdió la intendencia de su bastión inexpugnable desde el regreso de la democracia–, Magario expresó su oposición absoluta al proyecto, que consideró “inaceptable”. “Bastaría hacer una consulta en La Matanza para que todo el mundo se dé cuenta de que los matanceros hemos cobrado identidad, de que queremos nuestra Matanza unida”, manifestó.

Aunque quedó demostrado que es mejor no hacer futurología política porque la realidad suele imponerse de manera sorpresiva, hay varios indicios de que, si las cosas le salen bien, esta intendencia puede ser la punta de lanza de una carrera política que llegará lejos. Magario es querida por los matanceros, a pesar de que (o tal vez porque) es mucho más amiga del Lobo que de Heidi en este cuento. El perfil de la mujer política disciplinada, que escucha más de lo que habla y jamás eleva su tono de voz parece haber ganado una batalla en las últimas elecciones, pero la guerra no.