Viernes, 12 de agosto de 2016 | Hoy
HOMENAJE
Liliana Chiernajowsky
1951 - 2016
Por Marisa Avigliano
“¡Oh, diosa protectora de los infelices! / ¡Latona, oye mis ruegos!” canta María Callas en O Nume Tutelar antes de que la tumba propia le impida a Giulia pedir un último deseo. Callas estalla y conmueve más que nunca entre renglones si de verdad son ciertas las voces que cuentan que escucharla era uno de los placeres favoritos de Liliana Chiernajowsky. Caminaba rápido como caminan los jóvenes dicen otras voces mezcladas en el murmullo de los primeros recuerdos dedicados a Liliana -madre de hijas, abuela de nietas-, que en seguida nombran a Unidas, aquella revista que discutía género y militancia a mediados de los años ochenta y de la que Chiernajowsky era arte y parte. De inmediato se escucha en espejo de ausencia el eco de su lucha “La despenalización y legalización del aborto es una deuda de la democracia (…) es un tema sometido, como pocos, a un mecanismo permanente y antiguo de despolitización e insignificancia (…) es menoscabado como una cuestión de quienes son las principales víctimas de semejante destrato: las mujeres, y en particular las mujeres pobres.” Del millón de abortos anuales silenciados por la hipocresía hablaba en el 2000 cuando era la mujer de un vicepresidente y por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito siguió hablando y haciendo campaña dieciséis años después y hasta el día de su muerte. Había nacido en Comodoro Rivadavia y decía que era hija del mar -y mientras lo decía fundía el nombre de su mamá con el olor lustroso de la sal sureña-. Presa de la dictadura durante siete años (la detuvieron durante el gobierno de Isabel) se enteró en la cárcel de que su hermano menor Miguel (tenía 21 años) había desaparecido, “sin justicia ni piedad alguna, su cuerpo joven, aún con vida, fue arrojado al mar, sujeto a algún bulto con peso suficiente para garantizar su desaparición eterna no deseo despersonalizar la cuestión, (escribía Liliana) ni despojarla de su carga emotiva, porque creo que la distancia y ‘objetivación’ no necesariamente ayudan a acceder a la naturaleza de ciertos temas. En cambio, los argentinos hemos naturalizado tantas cosas, que ya casi nada nos conmueve ni nos interpela intelectualmente.” Enfrentó a la depresión que los años de cárcel fraguaron en su cuerpo, emboscada para futuros movimientos involuntarios que con remoto espíritu los huesos evaden, y al dolor perpetuo en el que deambuló sin alma su madre desde que asesinaron a Miguel, y siguió militando.
Las mismas voces que la lloran recuerdan su risa contagiosa y la austeridad con la que vivía la ex legisladora y convencional constituyente que no olvidó hablar de la Guerra de Malvinas mientras declaraba en la causa unificada por los crímenes cometidos durante la dictadura en la ESMA, “cuando recuperé la libertad (en 1981) todavía faltaban los crímenes de Malvinas”. En estos últimos días mientras se bautizan heridas nuevas entre huellas y nostalgias otras dos palabras se repiten juntas: militante tenaz. Y es militante tenaz el canon que la evocación subraya cuando la memoria trae al presente aquella visible incomodidad que la acompañó en algunas apariciones públicas. En el recorrido histórico por donde caminaron el Frente Grande, el grupo de los Ocho, el Frepaso, la Alianza y los primeros tiempos del ARI, Chiernajowsky plantó estampa crítica, una estampa que ganará justicia cuando una mirada detenida sobre aquella época prescinda de obituarios y la enfoque.
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