Viernes, 9 de septiembre de 2016 | Hoy
LEGADOS
Ya pasaron 20 años del accidente que apagó la voz en vivo de Gilda, la mítica cumbiera que de todos modos no deja de sonar para animar fiestas y marchas, para seguir abriendo camino a otras voces femeninas en un género en el que ellas han sido tradicionalmente decorativas. Libros, películas y notas celebrarán este aniversario al que nos sumamos rastreando también cuánto cambió la cumbia desde las penas de amor de las letras clásicas a la demanda por el aborto, contra la trata o el mero levante entre chicas.
Por Carolina Selicki Acevedo
“Oh, viva la cumbia (…)
Cumbia es alegre amor para los pueblos
Cumbia es pan caliente en el universo
Cumbia es libertad en cuerpo y alma
Cumbia es vida, vuelo de golondrina
¡Cumbia!
Nadie podrá apagar la voz de mi gente”
(Viva la cumbia, Gilda)
“Hola. Me llamo Myriam Alejandra Bianchi pero me dicen Shyll. Vengo por el aviso”, le dijo al productor Toti Giménez un 20 de diciembre de 1990 sin saber que desde ese día cambiaría su vida para siempre. Delgada y alta, con un leve maquillaje y una sonrisa que iluminaba a su paso, carismática pero con el carácter suficiente para plantársele a los principales representantes de la música tropical y animarse a los 31 años a dar un giro de 360º, dejando atrás un matrimonio, la profesión de maestra jardinera y luego abnegada ama de casa para hacer presentaciones por el interior con más de cuatro funciones por noche y en donde la hostilidad y la violencia eran moneda corriente. A quien bautizarían artísticamente como Gilda no le fue fácil llegar a la cima. Al principio la hicieron sentir como “sapo de otro pozo”, aunque ella impuso su estilo: chalecos y polleras de cuero y una sensualidad que asomaba tímidamente. “Ella portaba un estilo más centroamericano, me hacía acordar a la reina del merengue, del grupo Las chicas del can”, agregará Toti en una de las entrevistas citadas en el recientemente publicado Santa Gilda. Su vida, su muerte, sus milagros (Planeta) del escritor y periodista Alejandro Margulis, versión ampliada de Gilda, la abanderada de la bailanta (2012), que repara en los años posteriores a su muerte y la adjudicación de milagros y experiencias esotéricas.
Sería “La puerta” (1994) el tema que la llevaría a los top ten de las radios. En el video de esa canción se la ve esperando la llegada de su esposo a altas horas y a ella, finalmente, obligándolo a irse. Comenzaba de a poco a introducir cierta rebeldía femenina en sus canciones, más íntima y hasta doméstica, no expresamente feminista, pero que en su público logra gran identificación, sobre todo en un público que comenzaba a colmarse de mujeres. En su mejor momento, el 7 de septiembre de 1996, murió mientras dormía -junto a su madre, a su hija mayor, a tres de sus músicos y al chofer- rumbo a una presentación en el kilómetro 129 de la Ruta Nacional 12, camino a Chajarí, Entre Ríos, cuando un camión embistió al autobús donde viajaba. En la semana en que se cumplen 20 años de ese hecho, desde Las12 pretendemos indagar en el legado de su música y rendirle homenaje celebrando las barreras que supo derribar para multiplicar su canto y seguir dándole voz a las luchas antes libradas en silencio y en solitario.
El mensaje que da siempre en sus canciones es el de la auto-superación.. Muchos recuerdan la grabación en vivo de “Un amor verdadero” donde dice: “Para todos los que están un poco solitos de acá, y quieren un mimo en el corazón, no pierdan las esperanzas porque siempre llega un amor verdadero”. En esta línea, a fines de los 90 surge la rosarina Dalila, quien trasciende con temas como “Qué me van a hablar de amor”, “El hombre perfecto” o “Amor entre mujeres”, tal vez de las pocas letras que se alejan del amor heterosexual. En 2004, Karina “La princesita” edita su primer disco titulado “Miénteme”, a partir del cual se consagraría como una de las embanderadas de arremeter contra la traición amorosa, siendo “Con la misma moneda” versionada por artistas internacionales. Pero diferenciándose del estilo más melódico, algunos años después, comienzan a aparecer bandas o solistas que generan un mix entre la cumbia y otros géneros musicales como el rap, el hip-hop o el reggae, tanto en nuestro país como en otros países de Latinoamérica, e intentan salir del estereotipo de minita desencantada o vengativa. La influencia de Colombia, Perú y México se hace notar y la cumbia romántica da lugar a un ritmo más ecléctico y libre. En nuestro país, María Paz Ferreyra, conocida como Miss Bolivia mamó de chica gran variedad de música tropical en las temporadas en Córdoba, de donde es su familia. “Fui forjando una identidad propia en la escucha y reincorporé la cumbia. Comencé a sentir placer al consumir este estilo y pude advertir que el bajo y el güiro eran elementos mántricos que permitían con su cadencia plasmar narrativas sociales y amorosas de lo cotidiano en sus letras, como también pasaba con el reggae y el hip hop. Más de adulta, cuando comencé a componer en el proyecto Miss Bolivia, encontré en ella uno de los lugares donde quería quedarme y comencé a volcar mi propia lírica sobre esos beats”, celebra y agrega: “Gilda figura entre mis referentes. Si bien su obra es melódica y más naïve, encontré en sus canciones inspiración y fue uno de los puntapiés para a escribir por ensayo y error. Cuando me enteré que murió lloré mucho en la cocina”.
–Generó identificación en un sector que trasversalizó clases y edades. Me atrevo a decir que Gilda marcó un antes y un después en la movida, generando tendencia en lo musical como así también en un nuevo estilo de femineidad sobre el escenario tropical. Ella le instaló un par de ovarios al micrófono de la bailanta.
–“No me arrepiento de este amor” le corta la bocha a la culpa y dice “hola qué tal”, soy una mujer que hago lo que me pinta y no me arrepiento.
–Creo que en la cumbia, como en muchos otros géneros populares como el reggaetón falta erradicar algunos síntomas que no son propios de la música sino más bien de una sociedad enferma y una cultura que construimos y nos construye. Muchas letras refuerzan la posición de la mujer como objeto y bien de consumo y como objeto pasible de goce del varón. La misoginia se entrevé y se escucha entre compases aunque cada vez más los cumbieros se van rescatando. Otro estereotipo sería la relación idealizada entre el cumbiero y las fans, asimétrica, abusiva de poder y privilegios. De todos modos, nos encontramos en un momento crítico de la sociedad analizando bajo lupa el contenido de las canciones, y también hay una línea femenina, una nueva escuela de la cumbia que pregona guiones empoderantes, críticos, y dirigidos directamente a los problemas de género, que proponen nuevas líneas discursivas, resistentes y resilientes. Y creo que ahí está la punta del iceberg de lo que vendrá. Ojalá así sea.
Entre esa nueva camada de mujeres de cuerpos diversos y letras más contestarias o que abren el juego encontramos a las Kumbia Queers, banda formada en 2007, que fusiona el punk rock con la cumbia y la música tropical y letras que dan cuenta del disfrute entre mujeres y el avance en territorios antes meramente masculinos con una estética cargada de humor. En “Sola”, por ejemplo, proclaman: “Nos juntamos con las chicas y nos vamos a bailar/ Porque nos gusta salir, porque nos gusta festejar. /Nos tomamos unos tragos para arrancar,/ Y encaramos al boliche, para divertirnos nomás” y en canciones como “Contraindicaciones” se acentúa más su compromiso con la comunidad LTGBI y las luchas por los derechos humanos: “Somos la voz sin miedo,/ somos los alaridos de los que cayeron,/Somos otra voz que no tiene dueño/no pertenecemos/ No tengo nación ni consuelo...” Con su música, que incluye los clásicos “Daniela” o “Celosa”, han llegado a Japón, Estados Unidos y varios países de Europa. Y, en los últimos años, la canción “Corazón Mentiroso” de la Princesita, se ha convertido en una de las tantas cumbias resignificadas en los Encuentros Nacionales de Mujeres, como la versión cantada por la agrupación “Juntas y a la Izquierda” (impulsada por el MST): “No queremos…más abortos clandestinos./ De mi cuerpo yo decido, quiero el aborto legal./¡Se acabó! Yo no soy tu objeto, no.../ ¡Se acabó!! Por eso digo basta, ya de trata.../ Que el encuentro se haga frente al congreso.../Con movilización a la plaza del pueblo...” O temas emblemáticos de Gilda como “La puerta”, “No me arrepiento de este amor” y “Fuiste” se han transformado en himnos ante la violencia de género en marchas multitudinarias como Ni una menos o en las marchas del orgullo LTGBIQ. Ella era así, traspasaba todo límite, y lo sigue haciendo.
Romina Azzigotti, cantante de la banda de cumbia Luz Buena, opina respecto a los cambios en la cumbia actual: “Veo una cumbia emergente de jóvenes y no tan jóvenes de clase media, chicos y chicas que participan en el ámbito cultural porteño, que escuchamos cumbia de adolescentes e influenciados por ese sonido lo recreamos y lo reivindicamos. Ese circuito se mueve por otro canal, no son bandas que toquen en las bailantas más populares -el paralelismo con Gilda es inevitable- Con Luz Buena hace 6 años que tenemos un ciclo semanal en Ladran Sancho, un bar en Almagro. Y además tocamos en Palermo Club, en el Club Cultural Matienzo, en el Uniclub, y compartimos estas fechas con grupos que apuntan al mismo público. No hay una salida económica fuerte. No podemos hacer seis o siete shows por noche como los bailanteros, y eso hace que los músicos tengan otros proyectos”, señala vía mail, y resalta: “Eso se refleja en el resultado estético. Si bien nuestra banda tiene cierto aire tanguero y rockero, la influencia más fuerte es la cumbia de los 90 y la chicha peruana. En las letras inevitablemente hablamos de amor pero invitamos a bailar”. A su vez, el enfoque de género cobra cada vez mayor presencia en los escenarios. Romina menciona la influencia de Gilda en muchas cumbieras actuales como Tita Print, quien lidera y escribe las letras de su propia banda, y es también conocida por repartir estampitas de Gilda en sus recitales. La cantautora peruana Tilsa Llerena y la Negra Sarabia, que supo liderar con su voz La Delio Valdéz, con su inigualable voz y el ritmo de sus caderas al sonar de la cumbiamba. Ellas no venden el cuerpo sino el ritmo en su sangre y el contenido de sus letras, una de las rupturas que se le asigna a Gilda, motivo de rechazo por muchos años. “Me alegró mucho que Andrés Drimer (líder de la banda y compositor de las canciones) escribiese una canción de tinte feminista para que la cante yo”, finaliza la cantante de Luz Buena. La letra dice: “Si el mundo está lleno de gente que siente / Si soy diferente a ese corazón / Yo me merezco respeto y alegría,/ pasión y fantasía / ternura y emoción / Yo me merezco cariño y compañía / pasión y fantasía / y mucho amor. / Por eso vos salí de acá que yo vine de fiesta / Por eso vos salí de acá que yo vine a bailar...”
La música cargada de timbales que alejan toda pena comienza a sonar y los pies empiezan a moverse a su ritmo. De pronto, media sala comienza a transpirar. El calor sube y la metáfora de los cuerpos en puro goce sale a escena. También los parlamentos nacidos en la calle, con jóvenes que se sinceran desde lo más profundo de su corazón sobre sus miedos, sus luchas y su mote de pecadores. Desde la convergencia con la cumbia villera desafía Mariana “Cumbi” Bustinza con su obra de teatro “Menea para mí”, en alusión a uno de los temas de la banda proveniente de San Fernando, Damas gratis, liderada por Lescano, que puede verse hasta finales de septiembre en El extranjero. “La pobreza y los problemas lo hicieron crecer de la única manera en que se puede. Donde los niños a los tiros se hacen hombres, donde nadie les regala nada y el camino de la carencia es inevitable al igual que el amor. Porque seguimos creyendo fervientemente que el amor puede más”, dice de uno de los jóvenes protagonistas. Otras dramaturgas y directoras que han incorporado la cumbia como lenguaje para puestas con enfoque de género han sido Mariela Asensio, Magda De Santo y Pilar Ruiz. Asensio estaba dirigiendo “Este amor es una fiesta” centrada en el cruce entre amor y tragedia y sintió que “Paisaje” expresaba “esa energía dramática que a veces tiene el amor pero con belleza. “Fragmentos como ‘No se piensa en el verano cuando cae la nieve’ me parecen sublimes. Si bien la canción no es de ella sino de Franco Simone, destaco que la instaló en nuestro inconsciente colectivo, además destacaría ‘No te quedes afuera, porque es festiva y habla de un presente bueno sobre una mujer feliz y alegre no sumida en el sufrimiento”, afirma. Para Magda De Santo, la decisión de incluir una cumbia al final de “Eduardo, la pelopincho” buscaba profundizar el conflicto de clase que ya se despliega a lo largo de la obra para abordar una familia y terminar bien arriba. Esa cumbia y la presencia de pibes que chorean funciona como corte abrupto de la acción dramática que permite una lectura crítica de los privilegios de clase a través de la parodia”. Con letra de Eleonora Schajnovich y música de Franco Calluso, se escucha y el público corea: “Llegaron las pibas/ Deborah viajando/Este hyster me está explotando/Euge que no sale de la gaveta/Andáte a Carrefour a comprar otra pileta/Esto Eduardo no es una broma/ Por qué no venís a chuparme este fibroma/ La heteronorma te está matando/Este hyster, papi, está explotando...” Y, Pilar Ruiz, por su parte, puso en voz de la protagonista de “En el fondo”, centrada en la trata de personas, el tema “Ámame suavecito”.
En los últimos años, las investigaciones periodísticas y documentales se han centrado en la relación conflictiva dentro de su familia y matrimonio desde su decisión de dedicarse a la música, en el incipiente feminismo de sus canciones y en su diario personal, donde volcaba con precisión detalles de sus giras, su salud -de a ratos vulnerada- y donde liberaba sus enojos ante las trabas de una industrial musical signada por las mafias y la competencia. Pero también, y sobre todo, resaltaba mensajes esperanzadores como “La vida no siempre regala. Ésa es la estrella de los elegidos, que pueden tener lo que desean con sólo pedirlo. Los demás tenemos que lucharla con uñas y dientes y demostrar la fuerza interior que tenemos en cada acto”. Y, más adelante: “Nadie puede hacer feliz a nadie. La felicidad es un estado interior (...) Se es feliz cuando no se temen las desgracias que nos pueden perturbar el hoy”. Esta es la esencia que trabaja con maestría y que parece volver a la vida ante nuestros ojos la puesta en escena de “Gilda”, versión libre de La abanderada de la bailanta de Margulis. Más allá del parecido físico y el registro de voz, la obra aborda los dilemas de esa etapa bisagra en la vida de Myriam Alejandra Bianchi. “Hace 6 años cuando Iván Espeche me propuso escribir sobre ella para interpretarla empecé a investigar y me sentí identificada en muchas cosas, ya la escuchaba de chica. Lo primero que hice fue cantar con una banda de cumbia en boliches, villas y fiestas para transitar ese contexto que ella trasgredió. Su presencia es muy contundente todavía” –cuenta su protagonista, la actriz y dramaturga Flor Berthold - al cierre de edición se informó del agregado de 4 funciones desde el 16 de octubre en el Teatro Taller El grito, los viernes a las 23.30-–. Siguiendo la investigación documental pero con centralidad en el registro fotográfico la periodista, conocida por su trayectoria en el canal Crónica, Graciela Guiñazú, se encuentra ultimando los detalles de la próxima biografía autorizada y con material inédito sobre la cantante titulado Gilda, una vida en imágenes, que saldrá publicado a mediados de septiembre por Atlántida Libros. “La idea es dar a conocer tres aspectos: a Myriam A. Bianchi, a Gilda y al mito alrededor de su figura, aclarando que su santidad comenzó antes de su muerte, como afirmamos desde el canal en los informes que transmitíamos, hechos con rigurosidad. Muchos familiares y amigos colaboraron y también indago en los enigmas sin resolver durante estos 20 años”.
La cineasta y guionista Loreña Muñoz, por su parte, siempre se había preguntado por qué no se había filmado sobre Gilda, siendo su historia de vida y sus letras tan significativas dentro de la música tropical, además de su trágica muerte y su posterior consideración de milagrosa, según exclama del otro lado del teléfono, como directora de la película Gilda. No me arrepiento de este amor, que se estrena la semana que viene. “Pensé en Natalia (Oreiro) como protagonista, no sólo por tener un carisma y registro parecido sino porque creo que a las dos nos convocó el proyecto en una etapa crucial: la de ser madres además de admiradoras de su música. Mi propuesta siempre fue desde la necesidad de contar su vida conectando con su vocación que por años había sido postergada mientras se dedicaba a ser ama de casa, luego de haber sido un puntal en su familia tras la muerte de su padre, en su juventud. Y, por sobre todo, la conexión con los deseos y luchas de muchas mujeres y niñas, su principal público; uno de los cambios que ella genera en el ambiente”. Además, Muñoz destaca su búsqueda de conectar con el corazón de las personas que la escuchasen. “Ese latir es algo de lo que queremos transmitir. Repensando luego de la filmación, creo que ella escribía y se ha construido desde la figura de la heroína romántica, la estética que ella tenía no sólo en sus presentaciones sino también en sus videos, angelical, con la corona de flores, el cielo siempre mediando, como si fuese venida de otro lugar, tal vez por eso no haya sido difícil asociarla a la santidad o a una figura mítica.”
Para Muñoz, y en eso va a coincidir la misma Natalia Oreiro: “Ella siempre mantuvo su ser genuino. Entre los misterios sin resolver uno de ellos es el de a quién van dedicadas varias de sus canciones, donde hay un amor que trasciende todo, a mi entender, una parte han sido a su padre. Una de las canciones que más me gustan es ‘Bolipop’ con una frase que la ilustra de pies a cabeza: “Tengo un corazón sincero que vale más que el dinero”. La película tiene una línea narrativa central entre 1990 y 1996. El film fue producido por Benjamín Ávila y Maxi Dubois y la co- guionista fue Tamara Viñes, gran amiga de Muñoz, con quien había trabajado en el documental. Asimismo, han tenido la gran satisfacción de contar con Edwin Manrique (bongos), Dani De la Cruz (trompeta) y Manuel Vázquez (timbales), tres de los músicos de la banda original de Gilda. Merecido homenaje a quien ha sabido trascender las fronteras nacionales , llegando a ser escuchada en República Checa gracias a la trascendencia de temas suyos en la novela Muñeca brava, también protagonizada por la Oreiro e incluso, el mismísimo Bono de U2 habría querido versionar en inglés “Fuiste”, según trascendidos de uno de sus grandes admiradores y difusores, Leo García.
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