“Mucho tiempo antes de que Las Vegas se volviera famosa por sus capillas de bodas y sus sacerdotes disfrazados de Elvis, un pequeño pueblo escocés, cerca de la frontera con Inglaterra, era destino conocido por amantes fugitivxs que escapaban para casarse”, presenta el sitio Messy Nessy Chic al rememorar el célebre destino decimonónico: Gretna Green, localidad británica que –de tan popular– incluso obtuvo mención en la inoxidable Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, cuando la rebeldona Lydia, de 15, se jacta de su escandalosa huida con el guachísimo Wickham y refiere, sí, sí, a la susodicha aldea. Sitio que a la fecha mantiene su tradición de casar al paso, preservando su fama entre enamorados -5 mil parejas cada año, ni más ni menos- que se apersonan desde distintos puntos del mundo (Manchester, Liverpool o Birmingham; también Sudáfrica, Uruguay, Chile, Estados Unidos, Nueva Zelanda), amén de contraer nupcias en el controvertido rincón brit.

Controvertido rincón brit en tanto su notoriedad se inició hacia 1753, cuando una ley suprimió los matrimonios clandestinos en Inglaterra y Gales, especificando que ningún menor de 21 podía desposarse sin permiso de sus padres. En Escocia, empero, tal legislativa no regía, permitiendo que jovencitas con 12 (o más) y muchachitos de 14 (o más) se volvieran marido y mujer sin autorización de mayores. Sin siquiera un cura o un oficial de la corona que oficiase la ceremonia... De hecho, ante la creciente demanda del “hasta que la muerte nos separe”, los mismísimos herreros locales (“sacerdotes de hierro”) comenzaron a forjar rápidos casorios, con yunques devenidos altares y un cobro mínimo: apenas un trago o algunos peniques. Y aunque a la fecha casi no se desposen allí purretes, y aunque las leyes hayan cambiado (la edad mínima en Escocia es hoy 16; en Inglaterra y Gales, 18), Gretna Green –y su exultante industria amorosa, que incluye hoteles, alquiler de coches, tiendas de regalos, salones de belleza– continúa atrayendo enorme cantidad de enamoradxs.