COSAS VEREDES
Harta de leer historias que no la representaban, la pre-teen Marley Dias inició una campaña para reunir mil libros donde las protagonistas fueran muchachas afroamericanas. Y ahora, varios meses después de la exitosa iniciativa, se ha convertido en editora de un zine para Elle Magazine.
“En un abrir y cerrar de ojos, pasé de ser una lectora nerd de West Orange, New Jersey, a convertirme en una editora en la ciudad de Nueva York. Siempre he dicho que los libros me han llevado a disfrutar de muchas aventuras, pero ninguna se equipara a esto. No es una novela distópica, no es una fantasía. Es mi propia vida. He recibido una oportunidad de ensueño: crear un zine para una de las revistas más leídas del mundo”. Con tales palabras se entusiasma la estadounidense Marley Emerson Dias al narrar el último episodio que la tiene como protagonista: haber sido convocada por revista Elle para pergeñar una edición especial, correspondientemente intitulada Marley Mag, donde la ávida lectora/escritora debuta como periodista de un medio mainstream, de alcance masivo. La peculiaridad del caso es que, aunque ducha en letras, la ignota señorita -al menos, por estas coordenadas- tiene apenas ¡11 pirulos! Y una visión clarísima sobre su misión en el mundo: dar visibilidad a role models negras para que chicas afroamericanas, como ella, puedan sentirse positivamente identificadas con la imagen que les devuelven diarios, revistas, libros…
“Quiero crear más espacios donde las chicas negras puedan sentirse representadas”, resume la enorme muchachita, que se volvió valioso y reconocido nombre en Estados Unidos a comienzos de este año, gracias a una iniciativa personal que devino campaña viral. Sucede que, cansada de embucharse libro tras libro en el colegio donde la falta de diversidad era notoria y los protagonistas, “muchachos blancos y sus perros”, la jovencísima damisela pergeñó #1000BlackGirlBooks, proyecto que buscó reunir mil títulos que tuvieran a niñas afro en rol estelar. Meta que logró con creces, donando a posteriori los varios miles de ejemplares reunidos a escuelas pobres de Jamaica, con ayuda de Grass Roots, la ONG que su madre, Janice Johnson Dias, fundó siete años atrás y que actualmente dirige.
“En general, las niñas afroamericanas están poco representadas en la literatura infantil norteamericana y mundial; son, de hecho, las grandes ausentes de la cultura predominante”, puntualiza mamá Janice en la web de la organización, cantando loas a la inventiva de su pimpollo: “He descubierto de primera mano lo que sucede cuando se fomenta el amor por la lectura en los niños, se los educa acerca de su comunidad y se les permite dar rienda suelta al deseo por generar cambios sociales, se avivan las llamas de su imaginación sociológica”. Mientras, en paralelo y en la misma web, Marley comparte su despierto punto de vista: “Si los libros no son diversos y no muestran experiencias distintas, entonces los chicos creceremos pensando que solo un tipo de experiencia importa. Creceremos sin descubrir y aprender de las experiencias de otros miembros de nuestra sociedad”. Eso, aclara la purreta, tiene peso específico para todos los niños, independientemente de su género, color, religión… Y, dado el estado de intolerancia extendida que se vive en su país de origen, es más que una necesidad: es una urgencia.
“Un estudio reciente sobre 200 títulos galardonados y éxitos en ventas de literatura infantil encontró que casi el doble de los personajes principales eran varones. Mientras, otra investigación recaló en cómo los personajes afroamericanos son insuficientemente representados. Por extensión, cabe suponer que las piezas donde niñas negras son protagonistas son especialmente raros”, arroja Stephanie Rowley, docente de los departamentos de Educación y Psicología de la Universidad de Michigan. Enunciando, luego, lo evidente: que además de mejorar la comprensión, la capacidad de escritura, ampliar el vocabulario y ayudar al desarrollo cognitivo y social de los jóvenes, la lectura abre mundos, aumenta el conocimiento sobre cómo funcionan las cosas, sobre la historia, sobre la naturaleza de los vínculos sociales. Valida la relevancia de otros grupos sociales. Visibiliza. Entusiasma. Y de tener óptimo contenido, ayuda a romper estereotipos perniciosos.
De allí que, además de distribuir los tomos recabados, la preadolescente Marley sistematizara los títulos hallados en su búsqueda, creando una guía a la que cualquier interesado puede acceder nomás cliquear en el sitio de la mentada ONG. La guía, por cierto, recomienda qué obra es mejor para tal o cual edad, cuál es preferible si la interesada recién se inicia en las letras, entre otras categorías posibles ¿Uno de los favoritos de la chicuela Dias, que descubrió en el andar? Roll of Thunder, Head My Cry, de la multipremiada autora Mildred De Lois Taylor, que narra el racismo en el sur estadounidense durante la Gran Depresión.
Cuestión que, retomando el párrafo primero, la petite activista literaria -que por sus esfuerzos, recibió halagos en persona de Oprah, Ellen De Generes y, sí, sí, Michelle Obama, entre otras- hoy tiene paginita propia en Elle. Donde, acorde a sus inquietudes, se despacha con notas a Misty Copeland, que el pasado año hiciera historia al consagrarse como la primera mujer afroamericana en detentar el título de bailarina principal de la compañía American Ballet Theatre (ABT), hecho sin precedente en los 75 años de historia de la prestigiosa entidad norteamericana. O una interviú a Ava Du Vernay, primera directora afroamericana candidata a un Globo de Oro por la película Selma. Con todas habla de racismo, sexismo, clasismo. Y de literatura, de más está aclara. ¿Otros artículos? “Por qué los chicos musulmanes también necesitan verse identificados en las páginas”, “Guía para sobrevivir el primario”, “Oda a las niñas de color, por una poeta que las celebra”, entre otras. “Espero que, sin importar cuál sea tu edad, disfrutes de este número, y que te inspire a pensar. Que, aún más importante, te inspire a actuar. Las mujeres y chicas que aparecen en Marley Mag nos enseñan cómo”, saluda en su edición especial la señorita editora y redactora. Explicando cómo “quiere usar lo que ha aprendido para elevar las voces de aquellos que han sido ignorados o dejados de lado”. Ojo, también aclara que, aunque (pre)ocupada por su acta de intenciones, también gusta de beber chocolatada, jugar con plastilina y ver videos de gatos. Tiene 11 añitos, después de todo.
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