MONDO FISHION
› Por Victoria Lescano
Luego de una semana de la moda en Milán caracterizada por la exaltación del estilo retro freak -de Gucci a Prada parecieron exaltar modismos barrocos de personajes de films de Wes Anderson y de los habitués de la tienda “Granny takes a trips” y aún los británicos de Burberrys se contagiaron- comenzó la esperada semana del Pret-á-Porter parisino. Allí cual si se tratase de un Boca y River de la moda, en el último fin de semana se enfrentaron en un duelo simbólico la diseñadora antaño de la firma Valentino y que mostró su debut en la maison Dior y también, su antiguo compañero de andanzas, en la casa italiana, Pier Paolo Chiuri.
La silueta Dior trazada y reinterpretada por María Grazia Chiuri, la primera mujer que irrumpe como directora creativa de la marca que inventó el New Look, sorprendió con su galería de estilos. De la apertura, que lejos de recurrir a un excelso vestido romántico propuso un pantalón blanco atento al nuevo largo del pantacourt -apenas por arriba del tobillo-, una remera con un corazón, zapatillas con logo de abejita, continuó con sincronizadas combinaciones de pantalones, chaquetas y chalecos semi-utilitarios, ajustados mediantes cintas. Pero el slogan “Todas deberíamos ser feministas” impreso en una remera que complementó a una falda de tul con transparencias y que dejaba ver un short simil culotte, resumió el nuevo abordaje de moda en la tradicional casa francesa. La colección puso en evidencia la habilidad por trazar blusas románticas y vestidos ídem, pero corresponde destacar que además de vestir a las modelos con transparencias ricas en bordados -un estilo que predicó desde Valentino- recurrió a nuevos modismos: faldas cortas y largas ricas en volados se matizaron con corsés para modelos sin curvas, la exaltación del uso de zapatillas con apariencia de botas, un elemento que ya había sugerido en su última colección desde Valentino couture, Dior se presentó en clave cuasi deportiva desde la proclama de los shorts o nuevos bloomers para matizar con trajes de alta confección.
Su manual de estilo ensayó un Dior símil deportivo -sutiles rescates de la ropa interior a la vista predicada por Dolce&Gabbana y por Calvin Klein- aunque pareció continuar con modismos innovadores impuestos en Dior por Raf Simons, pero también trazó sutiles homenaje al acervo -desde el paso de John Galliano por la firma-. El único guiño a la tradición de la firma fue el vestido con polka dots azules y negros. Como sentenció ante la revista Vogue: “Mi mensaje es contemplar la diversidad de estilos femeninos en lugar de centrarme en una sola mujer.”
Mientras que en el Hôtel Salomon de Rothschild, las modelos de Pier Paolo Piccioli en su desfile de vestidos románticos a la usanza 2017 predicaron citas al tríptico de Hieronymus Bosch El jardín de las delicias y también un homenaje explicíto a la diseñadora inglesa Zandra Rhodes, pionera de las remeras con slogan políticos y cultora del estilo hippy de alta costura circa 1970. Trascendió que en el proceso el diseñador visitó el archivo de la diseñadora que aún conserva el pelo pintado de rosa y le encargó la realización de estampas inspiradas en el cuadro de Bosch para dar forma a vestidos diáfanos.
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