VISTO Y LEIDO
Género y militancia poética se despliegan con fluidez en el último libro de Lidia Rocha, Así la vida de nuestra primavera.
En las antípodas de las tendencias modernas, Así la vida de nuestra primavera (ediciones La mariposa y la iguana) último título de Lidia Rocha, se atreve a regresar a un terreno difícil por lo lírico, más cercano a la música que al argumento, fiel al sentido y no a la oportunidad. Del poema con el que arranca el libro, “Durar tan brevemente” –son varios los versos de estos poemas que aluden a la condición pasajera–, cito estas estrofas asentadas sobre una musicalidad delicada, una búsqueda quizás poco común dentro del panorama de la poesía actual: “ojo a ojo veníamos de nada/ como metidos en los propios huesos/ y quemándonos/ de demasiado/ el cielo te dañaba la pupila/ cerrado el párpado al daño de la tarde/ y yo veía el alma silenciosa/ viajar hacia tus ojos y mirarme /y hacer canción del día”. Tal vez tampoco sea habitual que la poesía se interne en sus posibilidades de situar un yo que no se atiene a certezas, que enuncia fuera de toda lógica que no sea poética, que se nutre de sus propios silencios. ¿Quién podría perder tiempo en esto, en los tiempos que vivimos? Solo una poeta como Lidia Rocha puede hacerlo. En este sentido su gesto es desobediente, porque no se somete a la rapidez, a la superficialidad. Pero tópicos así de sutiles, no se oponen en este libro a la aparición de otros registros, como el de “La tierra y las cosechas”, un poema claramente político, que dice: “Crecí de frente a una tierra/ de cosecha. / Pródiga, sus hijos no la aman/ sólo la poseen o la abandonan/ fácilmente/ Hijos de una misma madre/ hablan lenguas distintas:// unos escuchan las voces/ de ciudades remotas(…) /cuentan en dinero la carne de sus pétalos.
La última parte de “Así la vida…” es una suerte de épica protagonizada por dos personajes: Inbrid, una princesa entregada a un reino que no es el suyo, y que encarna el arquetipo de la cautiva y Sweyne, su contrapunto, una guerrera cuya existencia tiene el sentido mismo de la conquista. “En el Norte la vida se gana por las armas”, dice Rocha en la voz de la guerrera. Es particular este enunciado: “Si en el Norte la vida se gana por las armas, entonces se gana por la pérdida de la vida”. Son estas dos jóvenes nacidas en el año 953, cuyos destinos funcionan como opuestos y paralelos, las vertientes de un mismo discurso poético, un estuario donde confluyen las aguas de dos ríos que solo se encuentran para correr en la misma transparencia musical, a salvo de cualquier otro interés que no sea el de escribir poesía. Ni siquiera el anhelo de narrar está presente, digamos que la narrativa en estos versos es efecto del decir poético, aparece sin ningún forzamiento, sin la inclusión de datos que por sostener una suerte de argumento corten la fluidez lírica. La voz de Sweyne, montada en su corcel sonoro, va cimentando su arquetipo de guerrera, oponiéndose a los mandatos. Cito como ejemplo estos versos que dicen: “Una niña que cierra su cuerpo/al abrazo pesado de madre/ una niña que huye que no acepta/ ser niña/ abandonar a la presa rebelde quiere/ retener lo que es dócil/ a la primera mordida/ apañada por la sombra huye/ del destino/ se despereza en su madriguera/ persigue el sueño de los locos/ las fantasías de su teatro ambulante/ se viste/ de su hermano/ juega a la guerra/ su zapato de pieles borra/ el dictamen la línea el borde”. Esta fue Sweyne, pero no solo ella se corre de la obligatoriedad binaria, porque su contraparte, Inbrid, no se siente cómoda tampoco en la vida cómoda que no le es propia, también ella se declara por fuera de la identidad impuesta. Dice en el poema “Agua”: “dirán: Inbrid no era la que esperábamos / no soy la que esperaban / no soy la que esperaba// mil veces se lo dije / le dije: no soy yo es esta gracia/la danza la dulzura del gesto/el encantamiento de la voz”.
Algo más para terminar de presentar a Lidia Rocha: además de escritora es una reconocida gestora cultural dentro del ambiente de la poesía y desde hace años, junto con Gerardo Curiá, conduce el ciclo Literatura Viva por el que ha pasado ya una larga lista de poetas argentinxs y extranjerxs para leer y ser entrevistadxs; también conduce el programa radial Moebius en la radio, dedicado íntegramente a la difusión de la cuestión de género.
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