A la manera de un diorama compuesto con pocas palabras y un material visual asombroso, el primer libro de la fotógrafa Andrea Alkalay (Buenos Aires, 1965) reúne imágenes que convierten la experiencia del viaje en el emblema de una sensibilidad contemporánea. Los paisajes y las vistas urbanas, la discreta presencia humana, el protagonismo del follaje y del agua crean una contigüidad con el entorno que se transfigura por la mirada. “Naturaleza incierta surge a raíz del material que acumulé durante mis viajes –cuenta Alkalay–. Al revisar ese archivo descubrí la gran cantidad de parecidos y conexiones entre fotografías de lugares totalmente diferentes en capturas que siempre fui repitiendo”. Más allá de su narrativa, del lugar o de la época, el libro se organiza en función de las intensidades y los climas que sugieren las imágenes. Alkalay se escurre entre los formatos fotográficos y usa las convenciones como plataformas. Incorporó al libro dos haikus y un poema, “como si fueran fotografías también”, señala.

Las fotos de Naturaleza incierta fueron tomadas entre 2008 y 2015 en India, Vietnam, la Argentina, Emiratos Árabes, Chile, Turquía, Brasil, Uruguay. “Es decir, el lugar no tiene importancia como tal, sino más bien la imagen como concepto”, indica Alkalay. Todas son fotografías digitales en tomas directas sin intervención, en las que se combinan la velocidad de la lente con la luz y se recrean los puntos de vista, que a veces parece aéreo y otras, acuático o internado en el espesor de una fronda. La cámara se mezcla con la naturaleza, participa de ella y la modifica. La incertidumbre, como vector inherente de la mirada, interviene como resto diurno de un sueño o vestigios de la memoria.

El libro está orientado por series visuales, fotografías que comparten denominadores comunes, recursos y temperaturas. “La edición de la serie es lo que hace a la obra –dice la fotógrafa–. Un libro es una aventura totalmente distinta de editar con otros fines, puesto que ofrece la lectura de pasar hoja por hoja. Esto impone una secuencia y predispone al lector a una mayor cercanía.” La lectura de imágenes es una aventura que posee una tradición todavía frágil en la Argentina. Leer imágenes es una actividad que requiere diversas competencias y en la que la historia siempre agregará capas de sentidos.

“Me interesa la fotografía como arte –comenta Alkalay–. Me es indistinto si el género es retrato, foto callejera, abstracta o figurativa. Lo que me importa es la idea que tiene el trabajo del autor y si me inquieta en algún punto, si plantea una pregunta. Ese factor, el de cuestionar algo, es lo que aprecio.” Alkalay reserva en su primer libro un espacio para los agradecimientos a sus maestros. “Guardo un lugar de honor para Guillermo Ueno, en su taller empecé a entender un poco lo que hacía. Recuerdo los videos experimentales y el material que siempre traía consigo, de exquisita sencillez.” El año pasado conoció a Eduardo Carrera como docente en Casa Florida y luego en su taller de clínica de obra. “Uno elige a sus maestros cuando, en algún punto, encuentra algo de uno en ellos. A mí me fascina escucharlo pensar a Eduardo, me hace reflexionar sobre mi propia obra.” Lorena Fernández fue un agente clave para dar a luz Naturaleza incierta. “Hemos trabajado en la edición, compartimos lecturas, revisamos muchas veces el material. Hicimos un trabajo profundo, concentrado. Es alguien influyente en mi proceso de obra, y la admiro como artista y crítica”, dice Alkalay, a quien le interesan las búsquedas de varios fotógrafos contemporáneos como Adriana Lestido, Esteban Pastorino, Ananké Asseff y Alejandro Chaskielberg. “Pero reconozco que viendo crecer, corregir y reinventar el trabajo de mis compañeros de taller es cuando más me nutro. El espacio de taller es y será mi oasis en la ciudad.”

La versión digital del libro está disponible en
issuu.com/andreaalkalay/docs/naturaleza_incierta