ERóTICA
Pura Fantasía
Cuidado. A más de una madre desprevenida le ha pasado eso de comprar revistas de historietas japonesas para su cría y descubrir después que no eran exactamente aptas para menores. Se llaman Hentai y han inundado las comiquerías del centro y hasta se puede ver una tira –un poco más suave– en el canal Locomotion.
› Por Mariana Enriquez
Son preciosas, son jovencísimas y están dibujadas. Con sus ojos y sus tetas enormes, las cinturas mínimas y expresiones entre pícaras y falsamente inocentes, se multiplican en revistas, series de TV, películas, incluso videojuegos. Las protagonistas del “hentai” son fantasías eróticas relativamente recientes, pero de un crecimiento monstruoso: basta tipear esa palabra en cualquier buscador de Internet para verse abrumado por las molestas ventanitas que acompañan la búsqueda de pornografía en la red, en una oferta de imágenes gratuitas y pagas sin fin.
“Hentai” es la palabra japonesa para “pervertido” o “degenerado”. Pero para los millones de fanáticos de la animación y el manga (comic) japonés, designa un género que en su país de origen representa la cuarta parte de la publicación total de manga: el erótico-pornográfico. El comic japonés abarca todo género imaginable, desde historietas de cocina hasta robots; el erotismo no podía quedarse fuera, y existe en todos los matices y tonos posibles, desde la pornografía dura y explícita hasta las historias picantes y románticas con algún pecho desnudo. El hentai se dirige al público adulto debido a lo explícito y gráfico del contenido: aunque en muchos de los casos se trata de historias ligeras de sexo, también se pueden encontrar tramas complejas e interesantes; como género puede abarcar desde la comedia hasta el horror.
Se puede decir que el mercado de la animación pornográfica existe por la misma naturaleza del animé hentai: como no tiene personas humanas, el sexo en el animé y el manga tiene la ventaja de ser más ajustado a las simulaciones y las abstracciones; el hentai no parece verdadera pornografía y permite fantasías imposibles en la pornografía real, y más inmersión en los hechos que el porno “real”. El atractivo de la pornografía animada es que es simultáneamente sexo y pura fantasía en todo sentido. El “hentai” es además un género que logró saltarse con ingenio la singular censura japonesa, que sólo actúa en la forma, jamás en el fondo. Por ejemplo, en Japón no se pueden reproducir los genitales de un adulto, ni tampoco el vello púbico. Esta censura está incluso amparada por la ley (artículo 175 del código penal japonés). Sin embargo, los autores pergeñaron dispositivos para evitar los tabúes: un delfín entrando en el mar puede ser una perfecta alegoría sobre la penetración, el famoso chorro de sangre que sale por la nariz de muchos personajes de manga constituye un símbolo de excitación sexual, y una larga lista de ejemplos por el estilo.
Claro, hace rato que el hentai dejó de pertenecerles a los fans de la animación japonesa. Es el estilo que más se consume con menos conocimiento de causa, es decir, los que se erotizan con el hentai no son necesariamente iniciados en el enorme mundo del dibujo japonés pop. Basta con que puedan disfrutar de ilustraciones eróticas. Porque el hentai no rompe con ningún estereotipo ni innova en la mirada sobre la mujer aunque las protagonistas estén dibujadas: ellas son sumisas, se dejan hacer, tienen curvas vertiginosas, apenas han salido de la adolescencia. En el hentai casi no hay hombres: las chicas son los objetos exclusivos, confrecuencia en parejas lésbicas –como en la pornografía convencional–, y las tramas son endebles –salvo en casos específicos–. Los primeros ejemplos de hentai en el anime o manga son cortesía de Cutey Honey, la serie de Go Nagai de 1972, que impactó a la audiencia japonesa al mostrar desnudos femeninos. Sin embargo, el primer “hentai” verdadero es de 1984 con Yuki No Kurenai, los OVAs de Cream Lemon, que iniciaron la comercialización de video de anime exclusivo para venta casera en Japón. Hoy el hentai es un mercado aparte, gigantesco.
La colegiala
Desde hace casi un año, el canal Locomotion viene emitiendo “Sakura Mail”, que puede considerarse la primera serie “hentai” que se haya visto en Argentina. Cierto que lejos está de la pornografía explícita, y se trata más bien de una comedia romántica con toques eróticos. Su autor es legendario: se trata de U-Jin, pionero del género que alcanzó la fama en 1989 con “Angel”, un manga y posteriormente película protagonizada por un chico, Kosuke Atami, que está enamorado de su amiga de la infancia Shizuka; como ella no le hace demasiado caso, se pasa la vida persiguiendo a otras chicas. Pero las historias son bastante raras, y por eso U-Jin es considerado un maestro no sólo del hentai, sino del manga en general: en la película “Angel”, Kosuje empieza obsesionado con la chica nueva de la escuela, que resulta ser el espíritu de una muchacha que se suicidó después de haber sido violada. Tras tener un extraño sueño húmedo con ella, Kosuke pide ayuda a una médium hipersexuada. Y así.
“Sakura Mail” tiene en su centro al principal fetiche del hombre común japonés: las chicas del secundario con su uniforme de marinerito. Y en varias ocasiones refiere a episodios de la vida sexual japonesa, por ejemplo, en su frecuente referencia a las “buruseras”, las adolescentes que venden su ropa interior a empresarios para pagarse salidas y caprichos. El protagonista es Touma, un chico que trata de ingresar a la universidad, seducido por su prima Urara y una pelirroja fatal, Mieko. Cada capítulo comienza con un nombre escrito en la página del diario íntimo de Urara –del “mail” del título no hay nada, se trata sólo de un capricho de traducción–, para crear clima del romance juvenil cachondo, con chicas algo ingenuas pero decididas y chicos con las hormonas enloquecidas. “Sakura Mail” no es una serie pornográfica, y quizá sea exagerado llamarla “hentai”, pero es muy divertida gracias a un buen guión mezclado con alguna que otra escena hot.
Pero lo que pasa en TV es apenas la punta del iceberg. El hentai está instalado: en las comiquerías porteñas se consiguen cantidad de revistas especializadas –Ani/Mates, por ejemplo, una revista estilo Playbloy pero con chicas ilustradas– y también doujinshis o parodias eróticas, que consisten en pervertir algún clásico del manga o el anime; por ejemplo, juntar a las chicas de Sailor Moon con las chicas de Evangelion en una orgía desenfrenada, o hacer que Heidi se conozca con un Caballero del Zodíaco y jueguen bajo la ducha. Todo vale.