FETICHES
¿Lo que hay que poner?
Cualquier varón argentino sabe qué es lo que ellos tienen que poner en la cancha. ¿Y ellas? Ingenuidad, pasos de baile, unas gotitas inodoras de transpiración, mucha alegría y un toque de sumisión. Al menos es lo que se les pide a las porristas, que sin embargo cuentan con una antecesora de lujo: la mismísima Eva Duarte.
Por Luciana Peker
Vamos Boca! Tienen que gritar siempre”, les grita a Las Boquitas –las nuevas porristas boquenses– un hincha, con aliento a copas –ganadas por saber marcar de cerca al mozo que esquiva el champagne– y que les quiere enseñar eso que las chicas –que saben de baile, que gozan de belleza y que también pueden cantar– no saben. Eso que saben los jugadores, pero que los hinchas-hombres (porque para muchos ser hincha es ser hombre y ser hombre es ser hincha) repiten como si se tratara de un mandato de la sangre: poner lo que hay que poner.
Huevos es lo que le sobra al fútbol. Pero, como ahora, poner lo que hay que poner ya es un lema consagrado de marketing, hace falta algo más: algo distinto. ¿Mujeres? Sí, pero, claro, en versión vitrina, como las copas: se miran y no se tocan.
La versión femenina de transpirar la camiseta no tiene mucho que transpirar. Apenas un corpiño azul de lentejuelas y un mini saquito (estilo murguero) con una estrella. El short de raso se cava entre los muslos y como en algún lado los colores tienen que estar, mejor que estén en las manos. ¿Será por eso que las porristas tienen porras?
Hace tiempo que lo nac & pop (nacional y popular) es cool, si por nacional y popular se entiende ser de Boca, tomar mate y usar bombachas de campo. Pero los colores de Boca no rinden por ser azul y oro, rinden si son marca registrada. Trapos sí, pero de la licencia autorizada. Por eso, la prédica del gerenciamiento eficaz para que la pasión rinda no podía dejar de importar porristas, o –como dice la información oficial– cheerleaders al equipo argentino que mueve multitudes y millones, o al revés. En realidad, hace rato que Boca había lucido porristas. Pero después de algunos altibajos y, especialmente de que Las Diablitas –de Independiente– cobraran fama, el equipo decidió reinstalar nuevamente un cuerpo de bailarinas para alentar al equipo.
De cuerpo presente
El reestreno, bajo el nombre de Las Boquitas, y la misión oficial de conquistar a La 12, se hizo el 31 de marzo en el Museo de la Pasión Boquense, auspiciado por Boca TV, el canal de televisión bocatemático que, durante el evento, controlaba que todo lo que entraba y no entraba en los corpiños y minishorts de las chicas entrara en el panel que decía “Boca TV”. Si hay intereses, que se noten.
Las Boquitas tienen coreografías de Ariel Tejada y producción ejecutiva de Marisa Carreras como un buen show para pelear por la taquilla marplatense. Por si faltaba algo para completar la postal de La Rambla, Ante Garmaz, Juan Carlos Mesa y Yuyito González posan –para las vidrieras fotográficas– con las porristas.
La televisación del show es el show en sí mismo. Una de las chicas tira la cabeza al costado y dice que “nunca fue a la cancha” en la versióningenua que la platea quiere escuchar –si el estereotipo del varón argentino promedio le quiere enseñar a dirigir a Carlos Bianchi, ¿qué no le quiere enseñar a una porrista?– mientras el cronista le enseña a la platea un primer plano en el que, claro, no importan los gestos de la chica. “Miren lo que les voy a regalar ahora”, promete y aprieta los dientes. Para que nadie dude que si él pudiera morder, mordería.
Aunque las chicas, en realidad, están lejos de la grandilocuencia de la estética de gomería. Son bailarinas devenidas porristas y tienen mucho más la estilizada delicadeza del ballet que la contundencia deliberada de las sex symbols. Igualmente, los cronistas muerden los labios porque fueron a eso. El movilero de Pasión de sábado se pone la peluca de rulos afro y los lentes de pretensión psicodélica para grabar. “Voy chicas”, les avisa. “Mirá”, arranca (acá no se nota, pero el ruludo, le está diciendo a la Tota Santillán que mire la mercadería). Y apunta: “Una diosa”, con la misma seguridad con que Carlitos Balá sabía que si preguntaba qué gusto tiene la sal le iban a contestar “salada”.
Las chicas fueron elegidas “por sus dotes de bailarinas, su natural simpatía, belleza y energía”, explican los organizadores. Marisol Luque tiene 25 años, ya estuvo en El Show de Videomatch y fue porrista de Racing. ¿Es igual que bailar? “Lo tomo como una experiencia más –mide–, pero tiene un plus de adrenalina que no te puede dar ni la televisión, ni el teatro.” Vanesa Dambrosio, de 26 años, ahora juega a la valija en Trato hecho y ya estuvo entre las porristas de Boca. “Me gusta sentir el aullido de la multitud”, valora del eco de la mitad más uno en la Bombonera. “A los tipos les gustan los cuerpos, pero también lo ven como un espectáculo más”, dice. Vanesa Grase tiene 27 y ésta es su primera vez en una cancha. “No me imaginaba que iba a trabajar de esto, claro que me gustaría trabajar más en teatro y danza, pero salió y adelante, me gustan las fotos y la publicidad que te da”, baraja.
Atrás de Vanesa, paralelamente a su short, algo reluce como una verdadera estrella: en las vitrinas del Museo Boquense se exhibe una tapa histórica de El Gráfico en donde Evita –todavía Duarte– se muestra también en short azul, remera amarilla, tacos y gesto de alegría, junto al jugador Bernardo Gandulla, un poco –apenas un poco, eh– más recatada que las chicas, pero tan sexy y tan significativamente boquense y femenina. La génesis de una muchacha peronista.
A casi pasos de la puerta, las promotoras de minishort de lycra y remera azul y oro hablan de anécdotas de encapsulamiento de siliconas. Después, regalan las banderas de rigor. Las chicas están para eso. Aunque, a veces, las chicas pueden destaparse. Si no, pregúntenle a Eva.