PLáSTICA
El color del encuentro
Son cuatro artistas de destacada trayectoria individual y de marcada diversidad creativa que suelen reunirse en muestras colectivas y que –sin habérselo propuesto– forman una especie de cuarteto móvil. Para conmemorar el 8 de marzo, Silvina Benguria, Alicia Carletti, Diana Dowek y Mildred Burton presentan la exposición Mujeres x Mujeres.
› Por Moira Soto
No pertenecen exactamente a la misma generación y tampoco sus respectivas obras guardan entre sí parentescos evidentes, si bien las cuatro hacen figuración. Sin embargo, Mildred Burton, Silvina Benguria, Alicia Carletti y Diana Dowek (ausente de esta nota por estar de viaje) se unen regularmente en un cuarteto armonioso para presentar muestras conjuntas o –como sucedió recientemente– participar en la ilustración de un libro, una edición de lujo de Don Quijote de la Mancha. Artistas prestigiosas, de singular trayectoria, premiadas, estuvieron juntas en exposiciones como Ay, Patria mía, Imágenes del ‘70, Femenino plural, Estandartes para el Mundial de Corea. Y el próximo martes 8 presentan en el Centro Cultural Borges la muestra Mujeres x Mujeres, que cierra el 27 de marzo.
“El año pasado integré un grupo de artistas que pintó frente al público en el Borges, durante cuatro días”, cuenta Mildred Burton. “Me propusieron organizar algo para comienzos de marzo, y yo ya tenía una muestra pedida para octubre-noviembre sobre el tema madres, que reunirá las situaciones maternales que he pintado durante 25 años. Entonces propuse hacer una exposición con ‘las chicas’, como las llamo yo. Con ellas formamos un grupo muy libre de artistas, ya hemos hecho varias cosas juntas. Como se trataba de una fecha tan cercana al Día de la Mujer, surgió espontáneamente Mujeres x Mujeres: cada una elegiría por su cuenta las obras para colgar. Este título no quiere decir que se trate forzosamente de mujeres pintando a mujeres, es más abarcador y no tan explícito. Yo, por ejemplo, pongo mi obra en homenaje a aquellas mujeres heroicas que pelearon por mejorar la situación de las mujeres trabajadoras en Estados Unidos, a comienzos de siglo, una historia que me conmueve mucho y sobre la que trabajé hace años. Comparto las reivindicaciones de las mujeres de todo el mundo, la exigencia de una igualdad que todavía no se ha conseguido. Y aunque no estoy en ningún grupo feminista, trato de actuar siempre a favor de las mujeres. No estoy dispuesta a tolerar ninguna forma de discriminación: a esta altura, no tengo ganas de andar dando ninguna explicación. Las mujeres ya dimos todos los exámenes, pasamos todas las pruebas, no pueden seguir excluyéndonos.”
Silvina Benguria dice que así como está en contra del Día de la Madre, del Día de la Secretaria, del Día del Niño, “que son puramente comerciales y consumistas, me parece que el Día de la Mujer tiene otro sentido. No sólo porque evoca a esas obreras que fueron sacrificadas al reclamar mejoras laborales, sino porque todavía no se ha logrado la igualdad de derechos y oportunidades, y en algunos lugares del mundo la situación de represión y maltrato de las mujeres es tremenda”. Benguria reconoce un ideario común que acerca al grupo dentro de las diferencias manifiestas de la obra de cada una: “Por mi parte, he pintado mayoría de personajes femeninos, quizá porque se trata de lo que conozco mejor, lo más próximo pero también lo más pintoresco. No se puede negar que las mujeres son mucho más divertidas que los hombres: tienen más facetas, más matices, más espontaneidad. Hasta cuando somos malas, somos más imprevisibles. Porque tampoco se trata de hacer una apología de las mujeres... pero yo me puedo estar una tardeentera en un bar observando a un grupo de mujeres, mirando su aspecto, sus gestos, oyendo sus diálogos, sus risas, sus complicidades... En cambio, nunca me pasó algo semejante con un grupo de hombres, porque ellos están más estructurados, por lo tanto son más predecibles”.
A Alicia Carletti le interesó la propuesta porque se trataba del Día de la Mujer, un excelente pretexto para volver a reunirse en una muestra con Burton, Dowek y Benguria: “Somos cuatro artistas figurativas que, aunque tengamos distintas edades, salimos a la palestra en los ‘70. La sala del Borges es apropiada para este tipo de exposición. Me gusta porque está en medio del shopping, la podrá ver mucha gente que no va a lo mejor habitualmente a galerías o museos”. Carletti es de las que creen que “la obra de una mujer, si es genuina, genera algo femenino, lleva una marca de género, es inevitable. Y me parece bien que tenga ese sello, que se note ese aporte es maravilloso. Sé que hay escritoras y artistas que no están de acuerdo, que hay quienes dicen que el arte no tiene sexo, opinión que no comparto, aunque quizás existan artistas realmente andróginos. Pero a mí me enorgullece cuando me dicen que reconocen en mi obra la mirada femenina, que les parece que no podría haber sido hecha por un hombre. Me encanta, porque yo no quiero pintar como un varón, ni creo que el arte hecho por los hombres –que a lo largo de los siglos tuvieron muchas más oportunidades que nosotras– sea el referente obligado. Valoro mucho mi condición de mujer, tengo una hija mujer, y creo que tenemos una identidad diferente. No mejor, pero que puede enriquecer la creación artística. Y como decía antes, pienso que es inevitable que los rasgos específicos, las emociones, la propia historia de las mujeres aparezcan de algún modo en mis cuadros. No me parece bien renegar de la condición femenina en ninguna de las expresiones artísticas, creo que ése podría ser el problema de quienes todavía creen que el hombre es la medida de todas las cosas. Y quizá por eso, inconscientemente, desvalorizan lo que se realiza bajo un signo femenino, así como se subestiman ciertas percepciones que tenemos las mujeres, y automáticamente se nos tacha de histéricas. Este es un mito a revisar: mi experiencia me dice que ellos son más histéricos que nosotras, especialmente en ciertas situaciones...”.
Elecciones
Entre los cuadros que Silvina Benguria eligió para colgar en Mujeres x Mujeres, hay damas disfrutando a su aire de la vida o asumiendo roles vedados: “Unas están en parque de diversiones imaginario, en una especie de máquina gozadora, otras están bailando. También me decidí por una que evoca a la Papisa Juana, que tiene abajo una cuna con un bebito cardenalito, y, como siempre, los cardenales atrás. Las chicas del parque están bien en lo alto, una ubicación muy rara, en el borde arriba del cuadro, en esta máquina que no sé si existe, con luces que titilan, creo que eso se nota, mientras que sobre las que están bailando caen claveles. Creo que hay una zona de confluencia entre el disfrute erótico –que para mí está en todo lo que te da gusto, pasión, interés, deleite– la libertad de manifestarse y el hecho de ser mujer. Elegí estos cuadros porque me pareció que respondían al espíritu de la muestra, con una afirmación de lo femenino no convencional. Cuadros gozosos, incitantes, festivos, provocativos, con ese rojo que es mi color de cabecera, que se amalgama con el magenta, los azules. Colores químicos que no son de la naturaleza y que tanto me gustan, fosforescentes, flúor. No aptos para el living formal ni para combinar con el tapizado”, ríe Silvina Benguria mientras sigue pintando barcas, así en femenino, “señoras mayores que surcan mares imaginarios, para exponer en la galería Arte y Espacio, en Chile, a comienzos de mayo”.
Mildred Burton participa en la muestra Callejeras (en alusión a las calles de Puerto Madero que llevan nombres de mujeres) que abre hoy enArcimboldo, con la ilustración de una obra de Juana de Ibarbourou. Para exponer en Mujeres x Mujeres prefirió El desliz de Jane Jarrow, “una mujer que es como una jarra, una actriz gorda que está espiando detrás de un cortinado a ver si hay público en la sala, es un personaje que estoy trabajando hace mucho tiempo. Ella se refleja en un platito que está en el piso, es una humorada, por supuesto. Anne Lirio es otra creación mía que está en la siguiente obra que seleccioné, La evasión, una mujer que se está escapando de un libro. La tercera protagonista es Linda Mc Inita. Ella ha robado cosas de un libro del que está saliendo, una especie de tratado. Es una mujer-tren que da una vuelta en el aire y te encara echando humo. Una maquinita antigua a todo color. Todos personajes creados a partir de la observación: cuántas veces voy por la calle y, por ejemplo, me digo: ‘esta mujer parece un tronco de ombú, o una sílfide’. Toda esta imaginación mía fue muy alimentada por los cuentos ingleses, donde las tazas tenían patitas y ojos, y las escobas disparaban. Parto un poco de esas concepciones infantiles de atribuirles vida propia a los objetos, algo que los niños aceptan con tanta naturalidad, con ese espíritu juguetón que trato de mantener vivo en mí”.
Una parte importante de la obra de Alicia Carletti está inspirada en la Alicia de Lewis Carroll y en los dibujos de John Tenniel: “Soy fanática desde chica de esos relatos, una obra literaria extraordinaria, con mucho humor y una fuerte crítica a la sociedad de ese momento. En realidad, sigo con Alicia, no se me agota: ahora estoy preparando una muestra itinerante que va a California en noviembre próximo, Presencia en la naturaleza”. No sorprende que Carletti haya escogido para Mujeres x Mujeres cuadros en los que está presente Alicia, como Sueño de una rosa blanca, Que les partan la cabeza y Los consejos de una oruga: “El primero es una flor blanca pintada de rosa, eso se nota, que reposa en una cama. En general sobredimensiono los objetos, les cambio el tamaño, las proporciones, lo que produce un extrañamiento. Trabajo con la ambigüedad, el misterio. Nunca se sabe si la rosa es demasiado grande, o si la Alicia que está en este cuadro es demasiado chica. Este tema del tamaño está ligado al achicamiento y al agrandamiento de Alicia en el libro de Carroll. El segundo cuadro tiene unas orquídeas gigantes, el Conejo anunciando que puede llegar la Reina, Alicia agarrándose la cabeza y unos animalitos que huyen. El tercero, Los consejos..., una nena pensativa apoyada en un hongo, también está inspirado en Alicia. Esta fascinación se extendió a los cuentos de hadas, a los relatos infantiles clásicos y se fue acentuando a medida que crecí. Obviamente, con Alicia me identifiqué primero por el nombre. Primero leí de chica una adaptación y la obra original completa la conocí a los 20. Carroll utiliza el absurdo de una manera muy genial, para los sentidos que se renuevan en cada lectura, siempre me resulta estimulante porque no ha perdido ninguna vigencia, al contrario. Podés identificar a muchos personajes con actitudes y arquetipos de la actualidad. Y el asombro, el desconcierto, la angustia de Alicia son totalmente atemporales”.