Vie 18.03.2005
las12

Adáptate, si puedes

(O algunas cosas a tener en cuenta al momento de dejar por primera vez a su niño o niña en la escuela.)

› Por Sonia Santoro

Escena 1: Primer día de clases. Mientras la maestra narra un cuento para integrar a padres y niños, la madre llama a su hijo para ¡sacarle una foto con el celular!

Escena 2: El niño se queda pegado a la pierna de la mamá cual garrapata en oreja de perro y no quiere saber nada con las dulces argumentaciones de la seño para entrar al aula.

Escena 3: El niño es tomado de prepo por la maestra, llora como si lo estuvieran llevando a crucificar. La madre contiene sus lágrimas. Un minuto más tarde, el niño juega como si tal cosa ¡y la madre sigue a punto de llorar!

Si usted se reconoce o ha sido testigo de algunas de estas escenas, seguramente su niño está comenzando a ir al jardín. Y, probablemente, se encuentre sintiendo y haciendo esas cosas que siempre detestó de otras mujeres, como no soportar que su niñito llore o competir secretamente por quién se adapta antes. Aquí, la psicopedagoga Beatriz Saal da algunas herramientas para pasar mejor por este trance o, por lo menos, para aprender a adaptarse a la adaptación.

“El objetivo de la escuela es la socialización y el aprendizaje. Un chico que no está feliz no puede aprender. Lo que yo pretendo no es que aprendan a aprender sino que se entusiasmen con el aprender, por eso es importante que se adapten paulatinamente y sin ser forzados”, define Saal, que es además directora de Planeta Juego, un espacio de recreación y aprendizaje para chiquitos desde los 3 meses a los 3 años y sus padres.

Saal creó Planeta Juego después de una experiencia en el Hospital Durand en los primeros 80. Ahí trabajó con chicos con problemas de aprendizaje y descubrió que los verdaderos cambios se concretaban a partir de que los padres se involucraban en el tratamiento de sus hijos. “La realidad era que a estos chicos los pasaban a un colegio de recuperación porque parecía que no lograban los objetivos. ¿Qué pasaba con las madres? Las madres, de clase social baja, acataban la autoridad, o sea que si la maestra decía ‘este chico es un burro’, para la madre el chico era un burro, con lo cual se entraba en un circuito del cual era difícil salir porque qué alternativa tenía el chico para mostrar otra cosa.” A partir de eso, decidió trabajar en prevención, creando grupos para que las madres y los padres tuvieran la oportunidad de estar con sus hijos en sus primeras incursiones de aprendizaje y así también vivenciar cómo aprenden sus niños.

–¿Qué factores influyen en una buena adaptación?

La adaptación comienza antes de que inscriban al chico al jardín. Desde cómo llegan los padres al tema del jardín, si convencidos o no, si por una necesidad o por un deseo. Si los padres están convencidos, conocen la escuela, confían en ella, obviamente el chico está en mejores condiciones que un chico cuyos padres estuvieron hasta el último día pensando “lo mando o no lo mando, es chiquito o no es chiquito”. Una vez que el chico está en el jardín, hay instituciones que permiten que los padres estén adentro durante la adaptación, ésa es la institución que voy a elegir para mis hijos. Partiendo de esa base, hay chicos a los que les cuesta más porque todo depende de la historia del chico, de cómo en cada momento se fue separando de sus padres: cuando los padres iban al cine, cuando se quedaban en lo de la abuela... ahí ya hubo pequeñas adaptaciones.

–Las madres suelen ser blanco de críticas cuando un chico no puede adaptarse, ¿por qué?

En Argentina, a las madres les cuesta muchas veces despegarse pero la realidad es que los chicos chiquitos tienen que estar pegados a las madres. De hecho existe la teoría del apego: en los primeros años los chiquitos tienen la necesidad de estar con su mamá. Eso no quiere decir estar todo el día, pero esa sensación que tienen los chiquitos de que siempre está la mamá y que está disponible para ellos, es saludable. La única manera de poder despegarse es si hubo un apego antes. Es difícil entender esto, pero si las madres internamente sienten que a determinada edad, por ejemplo a los dos años, se tienen que sacar rápido al chico de encima porque sino no se va a acostumbrar a estar con otros chicos, el niño lo intuye. Y cuanto más la madre se lo quiere sacar de encima, más se pega. Un chico no queda pegado si tuvo lo que necesitó en su momento. Si de bebé estuvo con su mamá y ella, en atención flotante, estuvo con él y también estuvo haciendo lo propio.

–¿Se puede mantener el apego cuando la madre trabaja?

Sí, el apego no es un tema de cantidad de horas. Hay gente que necesita salir a trabajar inmediatamente. Cuando una madre sale 14 horas del día y al chico lo cuida otro, hace el apego con otro. Lo importante en la salud mental del chico es que haga apego con alguien. Igual los chicos que más se pegan con las mamás son los que estuvieron todo el día con ellas. Y las madres que tienen dificultades también son las que están todo el día. No todo es cuestión de horas, sino de calidad.

–Cuando se habla de calidad se piensa que el tiempo que la madre está con su hijo debe estar exclusivamente jugando, eso es tramposo porque muchas veces es imposible y genera más culpa.

Muchas veces se entiende mal lo de la calidad porque no existe calidad en un vínculo si no hay tiempo para dedicarle. Pero la maternidad es una actitud y es un hábito que uno lleva adentro, no necesitás estar demostrándole a tu hijo que sos la buena madre todo el día. Es una actitud, uno sabe que va a atender a ese chico, que lo va a cuidar y a mimar pero que se da el espacio para uno. No hay una buena maternidad si uno no tiene su propio espacio cubierto. Es muy difícil que un chico se despegue si la madre está en conflicto con ella misma, en términos de no estar contenta con lo que hace.

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