Viernes, 6 de enero de 2006 | Hoy
¡DEJA YA DE SER UNA POBRE INFELIZ! (EN POCAS LECCIONES)
Y sí, violetera/s amiga/s, ya está: el día de Reyes se acaba de ir (o acaba de amanecer, que algunas leen el diario temprano) sin pena ni gloria. Una vez más los mágicos Melchor, Gaspar y Baltasar pasaron por tu casa. Una vez más, contra todos los pronósticos financieros, cumplieron con su noble misión: han satisfecho caprichos y deseos de hijit@s, sobrinit@s, nietit@s, mascotit@s y otr@s it@s. Y también, ay, una vez más, tus modestas (pero elegantísimas) ojotas de lentejuelas que antes de irte a dormir te sacaste al pasar (quizá demasiado cerca de la puerta de calle) quedaron solitarias, desubicadas, ridículas, y finalmente en la basura, confundidas con tanto papel de regalo que anduvo desparramado por ahí. “¿Qué hice mal?”, es la pregunta que tantas veces te habrás formulado entre suspiros ante episodios mucho menos importantes que éste. Sin embargo, colega de desdichas, es la pregunta que viene al caso en el bajón de post-Reyes. Piensa, piensa. Nada, ¿verdad? Pue bien, luego de no encontrar respuesta, haz de cuestionar(t@) lo siguiente: “¿no es muy raro que los Reyes Magos, que todo lo ven, no le hayan dejado ni un mísero regalito a aquel/l@ que trabaja todo el año, escribe todas las cartas, elige todos los regalos lo más parecidos posible a los pedidos, busca todo el pasto y deja litros de agua para esos y sus benditos camellos?”. Preguntátelo ahora, amig@, antes de salir a comprarte nuevas ojotas para que terminen compactadas el año próximo, porque estás a tiempo de encontrar la respuesta: los Reyes, por más magos que sean, no tan en el fondo son hombres de carne y hueso. Ya lo decía el finado Bourdieu: aquello del pasto y el agüita responde a una realidad sin shopping, sin ley de la oferta y la demanda, sin revolución sexual, sin contratapas de Las/12, sin manuales de autoayuda y otras delicias de ésta nuestra vida moderna. Es hora de cambiar: ¡a tomar los camellos por las astas!
De ahora en adelante, querid@s, cuando pequeñas y pequeños y no tanto se hayan ido a dormir, te aconsejamos agregar algunas cositas a la vianda reymaguera, a ver si se les sacude esa mezquina generosidad:
1. Una comidita condimentada como el Rey manda. Buey solo bien se lamerá, pero al mago la cosa le entra por los ojos, y la comida ni qué decirlo. Aggiornado el sabio consejo de la abuela, la receta debe incluir (inevitablemente) apio, nueces, jengibre, y alguno que otro don de la naturaleza capaz de reavivar pasiones dormidas. A príncipe contento, Bella Durmiente despierta.
2. Un frasquito de viagra y/o genérico y/o similar. La magia, darling/s, viene en frasco chico. Bellamente presentada, esta ofrenda ayudará a que el Mago reviva emociones que creía olvidadas (y que acaban de ser rescatadas por el ítem 1). A ti, violetera en trance de ser reina del hogar, te diríamos la que te espera, pero somos dam@s.
3. Corbata plateada (en su defecto, remera con strass). Encandilará, de acuerdo; será excesivamente obvia, también; no habrá traje con qué combinarla, seguramente, pero con semejante cosa encima, ¿quién le quita al Mago la idea de seguridad, prestancia, presencia y probidad que cree que tiene? ¡Pst! (recordar la felicidad inenarrable que esta estrategia deparó a generaciones enteras de sufrientes infelices que nos precedieron).
5. Un juguete erótico bien fino, bien elegante (si la billetera es magra, un slip de esos con elegantes detalles en peluche). T@ ya lo has olvidado, perdid@ en esa tu infelicidad, pero el espíritu lúdico es lo último que se pierde: ¡mantén entretenido al niño que lleva adentro! Con delicadeza, sutileza y presteza, en lugar de ojotas lentejueladas, deja a su lado (además del manual de instrucciones) el catálogo del fabricante. Quién te dice, despiertas con la colección completa a tu lado. Es más: quizás hasta la use contigo.
4. El pedido de divorcio firmado. Pueden suceder aquí, violeterill@ con alm@ de vendedor/@ de fósforos, dos cosas: o serás bendecida con una encantadora lluvia de regalos en plan de reconquista, o bien hallarás el papelillo de marras con la firma que faltaba. En cualquier caso, ¡bienvenida a tu nueva vida! Ya estás más cerca de graduarte de ex pobre infeliz.
(No seas hij@ del rigor: no dejes todo a último momento. Anímate, prueba la eficacia de estas ofrendas a la brevedad. Si la capacidad mágica del ser en cuestión sigue brillando por su ausencia, te remitimos al espíritu del ítem nro. 4 –artículo b–. En una de ésas, el año que viene te toque una noche de reyes como dios manda.)
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