Viernes, 10 de marzo de 2006 | Hoy
MODA
Cinco días de presentación de tendencias y arbitrariedades que regirán las colecciones invierno 2006 y que entre el lunes 27 y el viernes 3 se vieron en la edición 11ª del Fashion Buenos Aires.
Por Victoria Lescano
La figura de Kate Moss, corporizándose en la pirámide virtual que el diseñador británico Alexander McQueen erigió en su honor a modo de epílogo de un desfile con estilos para el invierno 2007, fue el último viernes el clímax de la célebre semana de la moda en París. Ese mismo día, en Buenos Aires y en los pabellones de la Rural –donde las propuestas de moda del circuito comercial y de autor, los cócteles y los negocios se fusionan dos veces al año–, el diseñador Martín Churba marcó el cierre del Fashion Buenos Aires con la colección para el invierno 2006 a la que llamó Barracas. Tomó el nombre de la nueva locación de su taller textil y la propuesta de pasarela esta vez recurrió a artilugios glaciares, en verdad un falso témpano que giraba y se iba derritiendo a medida que crecían las pulsiones del percusionista Ramiro Musotto (quien tocaba en vivo y su figura se proyectaba en una pantalla) pero también sonaban remixes de Kiss. Las modelos lucían maquillajes en alusión al mítico make up kitsch de esa banda y peinados de Roho. El conjunto tenía dejos de algunos monstruos de la mitología animé con los que Churba se familiarizó en sus frecuentes viajes a Japón para presentar y vender sus desarrollos textiles.
El listado de hot ítems de su presentación contempla reelaboraciones del estilo japonés mediante vestidos de seda que fusionaban un corset negro con detalles del obi –pieza de rigor en todo kimono– y simulacros de nidos de abeja en tonos de amarillo o naranja en vestidos cortos y de líneas holgadas realizados en fieltro, fueron desarrollos más fáciles de incorporar al uso cotidiano. La línea más deportiva, Ergo, con sus pantalones de rodillas acentuadas y faldas évasée, tuvo pasadas en negro y otras en matices de rosa y marrón que combinaban con los zapatos diseñados por Silvie Geronimi en esas gamas. Los cuellos de las modelos ostentaban piezas de cuero y plata realizadas por el escultor Pérez Sanz.
En la primera fila hubo mujeres tan opuestas como Claudia Maradona y Maitena o dos representantes japonesas del grupo Hp France, vestidas con kimonos de gala y fotografiando cada pasada con sus camaritas high tech.
El sponsor de la presentación fue Whirpool, la firma de lavarropas que presentó uno de los objetos de deseo más codiciado de todo la semana de moda: una tintorería hogareña, llamada precisamente Prêt à porter, digna de una instalación para el living o la cocina.
El balance del último fashion week local remite a 24 desfiles, una vasta zona de showrooms que superó los ochenta participantes, jornadas de negocios coordinadas por la fundación Exportar en las que los diseñadores hicieron lazos con compradores de tiendas de California, Sydney, San Pablo y Venezuela y la ausencia en el cronograma de varios de los diseñadores más emblemáticos del movimiento de moda que creció en forma directamente proporcional al Fashion Buenos Aires (Pablo Ramírez, Jessica Trosman, Mariano Toledo, Mariana Dappiano, Nadine Zlotogora, Araceli Pourcel, Valeria Pesqueira, Vicki Otero, Florencia Fiocca y Objeto).
Algunos diseñadores optan por presentarse una vez por año, otros argumentan que prefieren espacios más exclusivos y menos multitudinarios y preparan sus desfiles para los próximos meses. Otra lectura posible es la avanzada de las propuestas comerciales y el descenso de los autores en ese circuito.
Los subgeneros dentro de los desfiles
Mientras una pantalla proyectaba en vivo puestas de Marcelo Senra, Juana de Arco o María Pryor, se podían ver también algunos desfiles en paralelo sobre el entrepiso de un lounge de celulares. Pero también se registraron casos de ironías declaradas sobre la moda.
Y el ejemplo rara avis y genial se vio al cierre del día uno (lunes 27) en la propuesta de Hermanos Estebecorena, cuando Teté Coustarot y Fernando Bravo oficiaron de narradores a la vieja usanza, desde estrados dispuestos en la pasarela. Ellos describían las fichas técnicas, combinaciones de materiales, cortes de cada pasada, respetando ese énfasis por los oficios y los modismos de otros tiempos y lo argentino que los diseñadores Alejo y Javier Estebecorena imprimen tanto a los packagings de sus boxers o medias como a la ideología de la marca. “La buena calidad, la practicidad”, “bolsos con dispositivo para el ipod, camperas para deportes de alto riesgo que se transforman en bolsos” leían uno y otro, mientras pasaban los modelos masculinos. El guión y las pasadas anunciaron la última novedad de la marca, ropa cómoda para estar en la casa. Así se vieron chalecos de telas escocesas, pijamas que se adaptan a clases de yoga pero también un pijama de seda azul y camisones masculinos en tonos de blanco y azul. Los relatos, con timbres de voces que se pegaban con la desopilante selección musical de éxitos de los ochenta, culminaron con bombas de humo y lluvia de serpentina de colores sobre los espectadores.
Un rato antes, en la apertura del ciclo, el diseñador Martín Coronel, quien hasta ahora representaba a la avanzada de modernidad en el ciclo de soirée Alta Moda, mostró un homenaje a Frida Kahlo. Tres camitas de hierro rojo oficiaron de pasarela, allí se sentaban las modelos y mostraron ropas de buena realización, en tonos negro y chocolate, que recordaron artilugios de otros diseñadores ausentes en la semana.
Mientras que Lucrecia Gamundi, quien aplica a su marca el adjetivo Multiplicity, mostró las múltiples funciones de un trozo de tela, ya en negro y amarillo, violeta o rojo, con una puesta de turbinas y luces estroboscópicas. Más conocida como estilista, Gamundi creó hace unos años la tienda Aristocracia, en Barrio Norte, y empezó trayendo ropa de Londres cuando Buenos Aires no tenía autores. El resultado fue algo pasado de moda pero tuvo humor en su recreación del clima de esas discos en extinción y también varios nombres célebres en el primera fila: Cecilia Roth, Eusebio Poncela y Charly García.
Otros debuts: Spina, la marca de ropa de hombre, con nuevo local en Palermo, y Vero Alfie, una experta en básicos elegantes.
El chic cheto
Que Sergio de Loof se pasee por Palermo luciendo los bolsos en canvas y las camisas de rayas o print liberty con la etiqueta Félix (la marca de ropa masculina cuya campaña reciente fue protagonizada por los músicos de Victoria Mil) o interrogue en la terraza de El Diamante a los asistentes a la semana de desfiles (“¿Viste la pasada de Lupe?”) indica cambios estéticos. Se refería a la colección de Guadalupe Villar. Lupe empezó como productora en una revista de moda, luego asistió en Chocolate y María Cher, y ahora con nuevo y extenso local en Palermo presentó una línea para mujeres más adultas, cimentadas en desarrollos de seda.
No faltaron sus prendas de algodón, porque su estilo remite a lo relajado, poleras blancas, una falda de algodón puro, combinado con zapatillas y algún detalle de lujo jamás ostentoso, léase cadenas con dijes.
Las diseñadoras de Kukla continuaron con sus variaciones sobre las camperas y sacos, los trenchs, que se acortaron, las estampas (que encargaron a la artista Flavia Da Rin) y también bucearon en formas elegantes que rescataron de un libro de retratos de mujeres americanas de Richard Avedon. Así surgieron faldas rectas y de cintura altísima con cinturones con prints o un raro overol en color tiza para llevar con lazo de seda y una remera debajo.
En la categoría vale sumar a Flavia Martini, una de las creadoras de Tienda Tres (junto a Verónica Alfil, otra debutante en el ciclo). Martini fue una de las fundadoras del Fashion Buenos Aires y sus propuestas incluyeron los trench coats, abrigos que ella transforma con estampas de flores, y combina con un pantalón de lana gris, un sombrero trilby y guantes de cuero rojo, las faldas évasée, y las camisas de siluetas orientales que pinta Flavia Mihanovich y se combinan con jeans y vinchas negras a modo de tocado.
AY. Not Dead, la marca de Noel Romero y Angie Chevallier, que refleja el costado rebelde de la categoría chetos, hizo su presentación más adulta sin perder espíritu rocker. Luces blancas, diseñadas por Sergio Lacroix, acordes de un hit de Flema y otros de rock and roll High School fueron el escenario para la exhibición de trajes masculinos en negro, trench coats para mujer, fusiones de lingerie transparente con una remera y ropa interior. También los vestidos con prints del artista Diego Bianchi acompañados de elegantes tocados de alta costura combinados con la ironía de cadenas adosadas al pelo. Se trata de una marca mainstream con recursos, que marca un recambio generacional en la categoría povera que acompaña a los autores, y que en los próximos días, tal como lo hicieron el año pasado, van a publicitar desde los contrafrentes de varias líneas de colectivos.
La vieja guardia
Asistir a Topiario un show de Vero Ivaldi ya es un gesto de culto, un clásico entre los seguidores de la moda y su puesta con proyecciones de sombras, que recrean cajas, corazones, los peinados circulares, un deleite con clima de cuentos de hadas oscuro.
Sus asimetrías calculadas permanecen pero mutaron en faldas globo más cortas, se sumaron las chaquetas de cuero Ivaldi y la paleta de colores osciló entre el gris, los amarillos, verdes y marrones.
Algo similar sucede con los shows de Unmo, la marca de Marcelo Ortega, cuyo último leitmotiv fue Traetormentas. En el comienzo, entre clima de humo para discotecas, dos gigantescas faldas blancas en esos inflables que el diseñador venera y un hombre con anorak al tono avanzan y retroceden. Luego, los clásicos de Unmo, los pantalones derivados de los de kendo, muy anchos, en denim, los vestidos strapless con rayas y asimetrías, los anoraks maximalistas para hombre y mujer y el agregado de trajes masculinos en denim.
Los juegos de volumetrías son desde hace un tiempo los argumentos de las colecciones de Cora Groppo, quien se presentó en el Fashion Buenos Aires unos días después de oficiar de diseñadora invitada en el Sim, una semana de la moda en Madrid, donde cada año se invita a latinoamericanos. Algunos iconos de Groppo son: pantalón chupin negro más saco con jabot, el vestido bustier con falda globo, los abrigos tres cuarto holgados en color tiza, los jabots sobre prendas de cuero y punto. También hizo una edición y rescata de antiguos modelos y recursos propios: los visos bordados, las chaquetas grises, los top de seda con la espalda descubierta y volados.
Kostume, la firma de Camila Milessi y Emiliano Blanco, presentó junto a vestidos negros con siluetas de los cincuenta y en alianza con Le Coq Sportif, otro objeto codiciado, una zapatilla de cuero negro que se transforma en bota con sólo sumarle o quitarle una pieza.
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