Habrán pasado dos días, pero esta vez nos va a costar olvidar los coletazos de la bella, luminosa e inspiradora jornada del 8 de marzo. Por lo menos, de sus acciones mediáticas, que realmente se esmeraron en ubicarnos en el lugar que nos corresponde después de haber recorrido el mentado largo camino que va de la cocina... a la pasarela, o bien la vidriera. Vale decir que la moda parece haber cambiado sus dictados: este año no se llevaron tanto los electrodomésticos (a excepción de una depiladora que dice depilar sin dolor), como todo aquello capaz de indicar la pertenencia de la mujercita en cuestión (cada una, amigas lectoras, de ustedes, de nosotras, de este rosado universo que nos convoca) a la modernidad estética misma, o lo que es lo mismo, las indicaciones de las funciones que el estilo decretan para nos. Los saluditos nos apelaron desde:

* nuestra función de accesorio automotriz: hay que amar los autos (caros) que combinan con carteras y saludaron a ellas “que siempre le ponen más color a la vida”.

* nuestro rol económico: porque las argentinas “son las más coquetas del mundo” es que se merecieron un descuento “en cremas corporales y faciales, maquillaje, tinturas, perfumes y colonias”. Y es que, como fue “un día hecho para nosotras”, un simpático shopping honró con un descuento porque “comprar es una de tus pasiones”.

* nuestra presencia imprescindible... para la existencia de él: “y pensar que en el colegio enseñan que el fuego, el agua, la tierra y el aire, son lo único indispensable para la vida del hombre”.

* y last but not least, nuestra función como lo más de lo más: por algo, tuvimos protagonismo el “día del esfuerzo y la ternura”.