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Viernes, 16 de junio de 2006

TEATRO

Mujeres que saben volar

Mutante, flexible, corporal y corpóreo en todo el sentido de la palabra, Dilemma es una obra de teatro aunque a veces sus creadoras, Kris Niklison y Mónica Alla, sientan que no es tanto eso como una entidad que va mutando con los años y con ellas. Un filo, dicen ellas, que “les da una tensión muy particular” a esos momentos tan físicos que las apasionan.

 Por Moira Soto

Ellas cumplen literalmente ese requisito que pedía Oliverio Girondo en el primer texto de Espantapájaros: son chicas voladoras. Al igual que la María Luisa del poeta, “una verdadera pluma” con quien “durante horas enteras nos anidábamos en una nube como dos ángeles...” Aunque es cierto que Girondo, el muy vivo, pedía además a las mujeres virtudes domésticas que le allanaran la vida cotidiana (prepararle el baño, la camisa, etc., todo entre aleteos), supo expresar maravillosamente aquello de “la voluptuosidad de pasarse las noches en un solo vuelo”, y la imposibilidad “siquiera de imaginar que se pueda hacer el amor más que volando...”

Lo que Oliverio formulaba simbólicamente, Kris Niklison y Mónica Alla lo vuelven realidad teatral en el espectáculo Dilemma, que se está representando en El Cubo. Niklison, la creadora de Dilemma, es una argentina que dice su año de nacimiento (1966), egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático y reconvertida al teatro físico en Amsterdam, adonde llegó en 1990. Desde allí desarrolló una intensa travesía artística en Europa como escritora, puestista e intérprete de sus propios shows, además de trabajar en el Cirque du Soleil y con personalidades como Peter Greenaway y Dario Fo. Alla, su compañera de vuelos, brasileña, hizo danza desde niña, y a los 14 descubrió capoeira, una mixtura de danza y artes marciales que practicó durante varios años. Volvió a su país, comenzó con el trapecio, fue a una escuela de circo y practicó una mezcla de circo, teatro y danza durante unos años en San Pablo. Estaba en estos trajines cuando Kris Niklison llegó al Brasil para aprender una técnica de tela y presentar un monólogo. Empezaron a trabajar juntas y ya montaron cuatro espectáculos: aparte de Dilemma (2000), Cirque d’été (2001), The Neverland (2002) y Se dice de mí (2004).

“En Neverland se habla metafóricamente sobre Peter Pan y Campanita”, dice Mónica. “Transmitimos esa energía para hablar de los sueños, de cómo vivir la vida imaginada, de que si realmente quieres volar, puedes hacerlo. En Cirque d’été, un espectáculo genuinamente brasileño, con música de mi país, muy sensual, usamos técnicas aéreas de danza. Algunas personas dijeron que era Kamasutra en el aire.” Kris aclara que Se dice de mí en realidad primero parte de una idea “a la que se ajustó el tango, que canto al comienzo con un ritmo cerca del rap. Se dice... trata de cómo unas personas pueden ser obstáculos para otras en la vida, cómo a veces nos destruimos entre nosotros”.

–¿Cómo es esto de volar por los aires?

Kris Niklison: Mirá, nosotras tuvimos un accidente con The Neverland y puedo decir que mi vida se divide en antes y después de ese hecho. Nos caímos en el estreno del mayor festival de Holanda, durante la última escena, en el inicio de la gran temporada de nuestras vidas: 45 funciones vendidas como el show más importante de esa muestra. Y se rompió un cable de acero y nos caímos frente al público los cinco acróbatas. Yo me rompí dos huesos en el pie, Monica el hombro, el codo. Volver a volar nunca fue lo mismo después de eso.

Mónica Alla: Yo creo que todas las personas, al menos una vez en la vida, tendrían que volar, sobre todo en un trapecio donde se hace el acople. Porque es una sensación muy grande, infinita. Una cosa es volar con arneses, bonito sin duda. Y otra hacerlo valiéndote de tus propias manos, estar en lo alto y hacer figuras que exigen mucha técnica, ser muy exacta. Te genera un estado muy espiritual, una sensación magnífica, única, que no se parece en nada a lo que se puede sentir sobre la tierra.

K. N.: Pero vos no volviste a ser la misma después del accidente.

M. A.: Yo creo que sí, aunque ese percance sin duda me marcó.

K. N.: Porque en una situación así te das cuenta de que el peligro es concreto, que ni siquiera depende de que vos hagas todo a la perfección... y que tampoco tenés el polvito mágico de Campanita. Te queda la conciencia de que podés caer. Ahora, cuando hago Dilemma no tengo ningún miedo, de verdad, pero algo cambió en mi actitud, hay otra dimensión en lo que hago. Antes del accidente, yo no sabía en nivel consciente que una se podía caer. Fue como un punto de inflexión, un pasaje a la adultez. Cosas de la vida que marcan transiciones.

M. A.: Es verdad que tomás conciencia de que no sos una supermujer, que sos vulnerable. Porque cuando te largás a volar, al comienzo sentís cierta omnipotencia. Y una vez que caés, comprobás que sos humana, aunque puedas volar.

K. N.: Exactamente, es la comprobación en carne propia lo que te modifica en alguna parte, aunque seguimos felices levantando vuelo, todo bien.

–¿Se perdió una virginidad?

K. N.:Sí, tal cual, a eso me refería con el antes y el después. Mi madre, que es muy sabia y muy genial, siempre me dice: tu trabajo maduró después del accidente. Creo que tiene razón, es como la primera vez que sufrís la muerte de un ser querido, te marca para siempre.

–¿Dirían que hay algún parentesco entre volar, una habilidad a la que se llega después de mucho entrenamiento, y el canto lírico, esa técnica que te hace surgir una voz que parece elevarse por encima de lo humano?

K. N.: Creo que sí, que son dos logros humanos que se parecen. Es increíble que digas esto porque ayer yo estaba escuchando Pink Floyd, The Dark Side of the Moon, y hay una chica que canta sin palabras. Entonces sentí que era tan profundo y tan alto lo que hacía... como si estuviera volando, sabés.

–¿Algo que pasa una barrera, que rompe alguna frontera y te lleva a otras regiones?

K. N.: Tiene que ver con la búsqueda de trascendencia. En verdad, algo que todo el mundo desea: salir de la simple condición humana en la que estamos presos, llegar a otros mundos.

–También es cierto que el artista que conquista esa voz, el espacio, le da al público la posibilidad, en forma vicaria, de remontar, de sublimar...

K.N.: Claro que sí, ésa es en parte la misión del arte, de todas las artes. Lo que hace que la gente no sea la misma, aunque sea en una mínima parte, al salir de un buen espectáculo.

–Por otra parte, las personas que hacen teatro físico, que vuelan, trepan por las paredes y demás, parecen irradiar una energía diferente, incluso fuera del escenario, como si produjeran otra química orgánica.

M. A.: Es interesante que se note esa cualidad diferente porque creo que proviene de otras fuentes: una vez que estás trabajando con la altura, con el riesgo, con cosas tan fuera de lo habitual, empezás a enfrentar y a vencer el miedo, a desarrollar cierta autoconfianza. Porque cuando ya estás arriba, no podés tener miedo, no podés decir en medio del show: basta, me quiero bajar. Y esa actitud te lleva a vencer otros miedos.

–¿Esa energía también tiene que ver con trabajar sobre el cuerpo y hacerlo rendir un potencial que desafía ciertas leyes, como la de gravedad, por ejemplo?

K. N.: Sin lugar a dudas. Mirá, yo vengo del mundo del teatro, ésa fue mi formación inicial. Pero en un momento, frente a una situación que quería expresar, comprendí que el mejor modo de hacerlo metafóricamente era con un trapecio. Y ahí sola me monté, empecé a practicar, a descubrir, y armé un número de trapecio sin saber nada. Después me fui al Brasil a aprender la tela para el próximo espectáculo. Empecé a usar estos recursos en mis trabajos porque intuí sus enormes posibilidades expresivas. Me lancé con la onda visual porque me pareció que el impacto emocional del lenguaje físico, de las técnicas aéreas, era ideal para describir muchísimos estados que yo quería transmitir. Para establecer una comunicación con el público que no fuera intelectual sino a través de los sentidos. Para Mónica, que es de la estirpe del circo, es parte sustancial de su vida, ella es una trapecista de verdad. Para mí es un recurso fundamental que me inspira como creadora, como directora, porque me permite traducir sensaciones, emociones. Te puedo decir que no conozco nada igual en el escenario. Nada que cree esa comunicación tan directa, completa, inefable, que es lo que me gusta capturar y usar poéticamente. Me identifico con ese lenguaje cuando expresa una metáfora, porque el alarde físico, el truco por el truco, no me interesa.

–En general, en el teatro no se encuentra a actores, a actrices que hagan una obra con rasgos autobiográficos, cosa bastante habitual en la literatura.

K. N.: Mirá, vos estás sacando una conclusión de la cual nosotras no te dimos ninguna indicación, acerca de que el espectáculo es autobiográfico. Sucede que el estilo con el que nos manejamos hace presumir que todo lo que contamos es verdad. Yo escribí un ensayo con relación a esto porque es un tema que me fascina. En Alemania, empezaba Neverland y Mónica decía: ésta es una noche muy especial porque es el cumpleaños de Kris. Entonces el público cantaba el feliz cumpleaños, y luego, en medio del show, en un momento en que yo estaba haciendo un monólogo, desde atrás aparecía una torta, yo me sorprendía, paraba el espectáculo, soplaba las velitas. Y en medio de esta escena comenzaba una proyección que daba a entender claramente que no era mi cumpleaños, sino que esas alusiones tenían que ver con toda la trama de la obra acerca de la realización de los sueños. Y a mí me ha parado mucha gente para decirme que fue a ver Neverland el día de mi cumpleaños. Aunque las críticas mencionaban que estaba la escena del cumpleaños en la representación, el público se la creía igual. Es muy interesante que se produzca esto, porque vos vas a ver Rey Lear y no te creés que el actor se muere, pero asistís a uno de nuestros espectáculos y, por los códigos que manejamos, creés que tiene que ver con la realidad y olvidás que es teatro.

–Bueno, no es tan así, primero porque no te podés olvidar de que estás viendo teatro justamente porque el lenguaje aéreo es lo más alejado de toda forma de realismo. Por otra parte, en mi caso, quizá fui ya con esa idea de que el espectáculo recreaba o se inspiraba en instancias autobiográficas.

K. N.: A nosotras nos divierte mucho que se plantee esta cuestión, dejar un espacio para la ambigüedad, no dar explicaciones, no responder directamente.

–En realidad, si están esas referencias personales, obviamente ficcionalizadas, sería un buen plus ese atrevimiento. Porque la verdad es que sobre la escena se hacen muchas cosas zarpadas, pero son muy raros los o las intérpretes que osan hablar de sí, revelar intimidades. Acaso en esta forma de expresarse es más fácil encontrar mujeres que lo hagan.

K. N.: Creo que en esto último tenés razón, porque los tipos tienen más miedo al ridículo. Mi caso por ahí es bastante particular, porque yo he montado varios espectáculos en Holanda donde tengo mucho público que me sigue, y ese público no viene tanto a ver mi nueva puesta teatral: viene a ver a Kris. Porque sí, hay como una continuidad, un paralelo de lo que es mi vida, siempre un corazón muy abierto. Hay gente que me dice: es raro ir a ver tus shows porque es como estar en el living de tu casa. Esto lo considero un logro, una marca registrada, algo muy transparente. Con mis amigos actores de acá, hago muchos chistes acerca de lo acostumbrada que estoy a hacer de mí misma. Lo que nosotras intentamos, claro, es darle una vuelta de tuerca a esas cosas personales, otra dimensión.

–Desde luego, si no se trataría de confesiones crudas y prosaicas.../p>

K. N.: Claro, pero aparte de ese proceso que trabajamos mucho, creo que en este momento hay algo que tiene que ver con la verdad, con la autenticidad, que la gente está buscando. Ayer una chica me preguntó: “Eso de tener los técnicos, todo a la vista ¿fue una elección?” Obviamente que sí: yo llegué y saqué todas las cortinas del teatro. Siempre que ensayamos, buscamos zonas verdaderas, después podemos embellecerlas, estilizarlas, pero la base no se modifica. Si sucede algo inesperado, no funciona un parlante, lo que sea que salga de lo previsto, no lo ocultamos. Con este enfoque creo que producimos algo que resuena mucho en esta actualidad. Hay un punto en que Dilemma no es teatro, y otro en que sí lo es. Es apasionante, lo vamos viviendo, experimentando a través de los años, porque este espectáculo es de 2000. Creo que hay una línea muy fina entre lo que es y lo que no es, y ese filo le da una tensión muy particular.

(viernes y sábado a las 21, Pasaje Zelaya 3053, a dos pasos del Shopping Abasto, 4963-2568)

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