Viernes, 16 de junio de 2006 | Hoy
RESISTENCIAS
Llegaron hace más de 10 años, tras el desastre de Chernobyl. Hoy, muchas de ellas han sido madres de niñas y niños argentinos, se radicaron aquí y, sin embargo, están solas, porque los hombres no encuentran trabajo y vuelven a migrar solos. Para ellas mismas y para evitar esa sensación de desamparo, algunas de estas inmigrantes ucranianas han creado Oranta, una ONG cuyo nombre suena a mantra y tiene un significado en ucranio antiguo: “protección”.
Por Maria Sol Wasylyk Fedyszak
Argentina, que hace más de 50 años supo recibir a ucranianos y ucranianas que escapaban de la guerra, volvió a cobijarlos en los últimos 10 o 15 años, cuando miles escaparon de los efectos del estallido nuclear en Chernobyl. Según datos del Indec, son cerca de 305 mil los inmigrantes ucranianos y sus descendientes residentes en el país como resultado de varias oleadas inmigratorias: de 1897 hasta 1914; de 1920 a 1939; de 1946 a 1960, y la última a partir de 1994. Hoy, después de aclimatarse al nuevo idioma, al nuevo alfabeto, la nueva cultura y las nuevas leyes, un grupo de ellos decidió conformar una organización para ayudar a quienes recién llegan y conocen más de necesidades que de soluciones. Así nació la Asociación Civil de Migrantes y Refugiados de Europa Oriental, Oranta, que significa “protección” en idioma ucranio antiguo. La mayor parte de sus integrantes son mujeres, y eso por un motivo preciso: las dificultades para conseguir trabajo hicieron que sus maridos buscaran empleo en otros países, y en muchos casos eso llevó a la ruptura de la pareja.
“Estamos en la Argentina hace una década. Los primeros años no sabíamos adónde recurrir, pero pasó el tiempo, aprendimos el idioma, entendimos lo que decían las leyes y lo que significaban”, explica Lesia Paliuk, presidenta de Oranta. Esta ucraniana de 44 años tiene una hija de 5, que nació en Argentina y se llama Sofía, y a Kostia, de 22. Ella es economista y, aunque no puede conseguir trabajo, desde el comienzo de la charla remarca su agradecimiento a este país que los recibió. Con la ONG comenzaron a trabajar en 2003, aunque la personería jurídica la obtuvieron hace poco, y sus principales objetivos son conformar un centro de asesoramiento integral (psicológico, legal y asistencia social) y gratuito para que l@s migrantes puedan seguir los procedimientos administrativos y judiciales para regularizar su situación, tratar el tema de la vivienda, la revalidación de títulos, el acceso a becas de estudio. En el camino “nos topamos con gente que tenía muchas necesidades y no se podía expresar, como nosotros al principio. Entonces empezó la búsqueda por hacer algo. Un día visitamos el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) y una abogada nos recomendó que conociéramos inmigrantes de otras procedencias para ver la forma en la que trabajaban. Entonces conocimos gente de Perú, Bolivia, Colombia”.
“Con el respaldo de ser una ONG buscamos dialogar con gente del Ministerio de Desarrollo Social y del Instituto de la Vivienda” para poder resolver las necesidades urgentes. Y es que “la primera necesidad siempre es dónde vivir. Muchos viven en hoteles, en piezas. Antes de la caída de la URSS, en Ucrania el Estado otorgaba gratis las viviendas y cuando la gente llegó a la Argentina pensaba que iba a pasar lo mismo y había que explicarles que no, que acá había otro sistema”, recuerda.
Actualmente en Oranta “somos alrededor de 70 personas entre mujeres y hombres, pero la mayoría somos mujeres. Muchas mujeres encontraron trabajo más rápido que los hombres y ellos se sintieron menos que las mujeres, y eso trajo muchos problemas”, relata Lesia. “La mayor parte de las mujeres trabaja en limpieza, en costura, de camareras y los hombres en la construcción. La mayoría son profesionales, pero muchos vinieron sin hacerse los papeles para revalidar sus títulos y no pueden ejercer. Entonces el hombre se va”, cuenta Olga. Pero antes de que la separación ocurra “muchas mujeres están sometidas y no saben adónde recurrir. Por eso, otro de los temas para afrontar es el de las mujeres víctimas de violencia. Muchas no saben que se puede hacer una exclusión de hogar, que puede haber protección de un juzgado. Las mujeres aguantan mucho y tenemos derecho a vivir tranquilas”, explica.
Olga Kyrylova llegó hace 8 años y es madre de una nena de seis, nacida argentina. Tiene 26 años y estudiaba Relaciones Internacionales pero tuvo que dejar porque le falta la legalización del título, aunque “en la embajada argentina en Ucrania me dijeron que se podía hacer en la Argentina”. Ella quiere retomar su carrera cuanto antes. Olga llegó a la Argentina escapándose de los efectos de Chernobyl, y ahora es secretaria de Oranta. Como Lesia, vive en la Catedral Católica Ucraniana Santa María del Patrocinio, al 3900 de la calle Ramón Falcón.
¿Por qué eligieron a la Argentina? “En 1994 Argentina y Ucrania firmaron un tratado a través del cual se podía venir de forma legal, con visas prolongadas que podían renovarse y eso nos permitía quedarnos y obtener la ciudadanía.” En el camino para ir concretando sus proyectos, Oranta se integró a Adhmumra, la Asociación de Mujeres Unidas Migrantes Refugiadas en la Argentina, y forma parte también de la organización internacional Miredes (Migrantes, Refugiados y Desplazados). Como organización, apuntan a la identidad: “Queremos tener una vivienda y queremos que nuestros hijos conserven nuestra cultura, nuestro idioma”.
Asociación civil Oranta
Tel.: (011) 1549726862
E-mail: [email protected]
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