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Viernes, 27 de octubre de 2006

MUSICA

Tradición oral

Desde hace diez años, Viviana Pozzebón, Soledad Escudero, Marcela Benedetti y Alejandra Tortosa le ponen voz a cierta sabiduría que se transmite de boca en boca. Y así han llamado a este coro que ahora regala canciones venidas con la inmigración, del otro lado del mar, y que supieron conservar las mismas protagonistas de la mayoría de las letras: mujeres que sabían de trabajar y cantar.

 Por Roxana Sandá

En tren de intentar alguna parábola sobre los diez años de la trayectoria artística que marcó De boca en boca, ese exquisito cuarteto de mujeres cordobesas que saben hacer de sus voces y de la complicidad con los instrumentos una paleta de infinitas gamas, podría decirse que la presentación en Buenos Aires de su último disco, Después del mar, vino a acercar la certeza de estar frente a un equipo de virtuosas que emociona con cada vuelta de tuerca artística. No es asunto menor, si se entrevé el arriesgado portazo que Viviana Pozzebón, Soledad Escudero, Marcela Benedetti y Alejandra Tortosa le pegaron al lecho étnico que las llevó a actuar junto a Rubén Blades y Cecilia Todd, para iniciar una recopilación cuasi antropológica de melodías tradicionales.

¿Cómo las encuentran paradas estos diez años de carrera, desde aquel espectáculo memorable que fue De la isla, en 1998, a esta presentación con Después del mar?

Viviana Pozzebón: Más viejas y con hijos (risas).

Alejandra Tortosa: Creo que se nos nota el paso del tiempo, la familia. Dejamos de ser adolescentes y logramos una cierta estabilidad... Che, ¿está bien lo que digo? (Risas aprobatorias.)

Nótese que no surgió lo artístico sino la prole.

Soledad Escudero: ¡Totalmente! Fueron cambios importantes por las edades, por ser mujeres, por todas las cosas que hacemos más allá de lo profesional. Mencionaste De la isla, un espectáculo que no se convirtió en disco, pero que para nosotras significó un momento de búsqueda. Quizá ahí encuentro cierta semejanza con esta etapa: hace por lo menos dos años que venimos en esa búsqueda de lo argentino desde otro lugar. Y no nos es fácil el desafío siendo de este país, cuatro mujeres y con una formación lírica.

V. P.: Sin embargo a nosotras nos favoreció esta cuestión de género, en el sentido de que es fuerte ver a cuatro mujeres en escena, y en nuestro caso es algo diferente. Creo que ser mujeres es nuestro tesoro.

Marcela Benedetti: Supongo que es más obstaculizante ser del interior, como es nuestro caso, que el hecho de ser mujeres. ¡Si a la misma gente del interior le sorprende que seamos cordobesas! Desde que empezamos, el crecimiento fue inevitable y nuestros hitos estuvieron marcados al actuar con Cecilia Todd, conocer a Rubén Blades y a tanta gente que fuimos cruzando en el camino.

Alguna vez señalaron a Todd y Blades como sus referentes.

M. B.: Todd era una referente nuestra antes de conocerla. En mi caso, aprendí a bailar salsa con Blades; fue muy fuerte entrar en su mundo y apreciar su versatilidad. Son experiencias imparables y la verdad es que nos quedamos con gusto a poco.

¿Cómo decidieron encarar un repertorio de canciones tradicionales europeas en este último trabajo?

S. E.: Pienso que la experiencia de la migración y el exilio de nuestros abuelos marcó la historia argentina, y en lo personal nos pega en una parte de nuestro origen. El trabajo de recopilación de ese folklore venía siendo un desafío para el grupo y en Después del mar se consolidó.

M. B.: Siempre digo que lo que hacemos no son arreglos de temas sino adaptaciones; intentamos darle un color propio a cada melodía que descubrimos. Con los primeros discos fue algo predigerido: buscábamos a alguien que nos ayudara con el contenido. En el primero, Música de mundos, colaboró un antropólogo y en el segundo, De boca en boca, un musicólogo.

Es notable que casi todas las canciones refieren a mujeres: amantes ardientes, campesinas hermosas, madres egipcias, lavanderas que narran sueños eróticos.

V. P.: Y, sin embargo, no era el objetivo. Es que en estos cánticos la mujer como sinónimo de amor, de sensualidad, de madre tiene una presencia muy fuerte. Y a la vez se trata de letras con mucha ironía y mucho juego picante.

Por la selección del contenido, imagino que este trabajo las deja con ganas de más.

V. P.: Desde ya, ¡pero no podíamos hacer una selección de mil temas! Y la verdad es que daba para un disco doble. Al principio pensamos en abarcar todas las corrientes inmigrantes hasta las oleadas más tardías, como los bolivianos y los peruanos, pero tuvimos que ir reduciendo porque era interminable. Por eso arrancamos con la migración de principios de los siglos XIX y XX, y decidimos darles más espacio a España e Italia.

M. B.: Esta vez se trabajó con instrumentos típicos de cada región, y ejecutados por músicos que tocan ese instrumento. Héctor Tortosa, el hermano de Alejandra, fue quien se encargó de esa cuestión. Pero la canción “Al nadda el nadda”, de origen libanés, fue arreglada y tocada por Daniel Peker, un músico de Córdoba que se dedica a la música oriental y ejecuta todos los instrumentos de esas regiones.

¿Y qué espacio deja De boca en boca a los caminos personales de cada una?

M. B.: Justo este año decidimos darnos un poco de aire, porque si no, se acaba la cosa.

A. T.: —Cuando nos juntamos, hace diez años, la idea fue volcar en el grupo todo el bagaje que cada una traía, porque veníamos de historias musicales diferentes.

V. P.: Ahora estamos sintiendo la necesidad de volcarnos a otras cosas, si no quedás cerrada. Y el grupo fue demandando de tal manera que hubo que dedicarse full time.

M. B.: Necesitamos explorar cada una por separado para mantener esto vivo. Pero nunca dejamos de trabajar en paralelo con la música con niños, la docencia o en los coros.

De todos modos, se les adivina la comodidad de trabajar juntas. De hecho, en este espectáculo están solas, a diferencia del disco, donde participan once músicos.

S. E.: Es cierto, y además volvimos a tomar lo realizado en el disco y lo readaptamos para el espectáculo, agregándole cosas que todavía no están grabadas, con un despliegue de instrumentos. Así y todo, la gente siempre nos prefiere solas en escena que con invitados; sienten que con otros músicos se diluye.

M. B.: Y además nosotras nos ponemos al ciento por ciento, la imagen se potencia y realimenta. Al público le gustan cuatro mujeres al frente cantando y tocando instrumentos. Y, ¿sabés qué?, fuimos viendo que solas funcionamos mejor.

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