Viernes, 17 de agosto de 2007 | Hoy
ARTE
La muestra de Marina De Caro, que cruza el soporte de obras textiles con vestidos que homenajean oficios. Elaborada sobre un texto antiguo sobre el trabajo –y sobre cómo las mujeres obligan a los hombres a trabajar–. La artista lo reinterpreta, en principio, poniendo a las mujeres en acción y valorando el delantal como símbolo de esos oficios que, según De Caro, ofrecen independencia.
Por Victoria Lescano
La colección 2007 de Marina De Caro –Los trabajos y los días contra hora reloj, en la galería Ruth Benzacar hasta el 8 de septiembre– fusiona delantales rescatados de oficios, reinterpretados con guiños a la historia de la moda y en pura sarga gris, con las ya emblemáticas siluetas De Caro esculpidas en pura lana y punto Knittax.
Una primera aproximación a los figurines-obras de De Caro revela cruces del animé con reversiones de los trajes space age realizados por André Courrèges, pero también homenajes a experimentos de corte de Cristóbal Balenciaga.
En 1992, la artista flirteó con cruces de moda y arte en las pasarelas de la Segunda Bienal de Arte Joven y la Fundación Banco Patricios mediante siluetas de impronta Hard pop que admitían trajes en goma Eva con tocados de alambre y modelos deslizándose sobre patines y al ritmo de Frank Zappa. En 1998 volvió a retomar la moda cuando bautizó Binario, lenguaje secreto a un happening en el cual ella y cinco amigas, vestidas con atuendos de mujeres invisibles –léase enteritos de lana con capuchas que cubrían los rostros– se propusieron desfilarlos por la línea de subte C y filmar las reacciones de los espectadores.
El abrigo, además, estuvo siempre presente en sus cuadros y objetos, en sus series con lana y exaltación de ovillos.
Ahora, en Los trabajos y los días contra hora reloj, los monos de lana bocetados para el happening en transportes públicos devienen maniquíes para vestir los delantales con improntas de alta costura: hay cuellos de camisa atados con moño, el cuello de uno de los modelitos supera los dos metros y medio de largo en su caída, algunos interiores fueron forrados en cuadritos amarillos y blancos rescatados de delantalcitos para habitúes de jardines de infantes. Otros llevan ornamentos de crochet en paletas que remixan tramas de naranja, rosa y marrón, cosidos sobre una martingala.
La exaltación de la moda utilitaria y democrática que predicó la norteamericana Claire Mc Cardell en los años cincuenta irrumpe en los diseños de De Caro, pero sus bolsillos extra large como rasgo decorativo también hacen anclaje con otra autora –tan radical y crítica al sistema de la moda como De Caro–. Se trata de Elizabeth Hawes, la subversiva de la moda norteamericana que en 1930 propuso el uso de faldas para hombres y consideró como ideal de atuendos femeninos “un par de pantalones con grandes bolsillos para desterrar el uso de la cartera” y supo bautizar a sus colecciones La revolución de las masas o La elección del pueblo.
Así como los diseñadores bocetan colecciones siguiendo a rajatabla su storyboard con rescates de tendencias, De Caro escapa a las tendencias. Aunque no a ese modus operandi: junto a los trajes, hay una puesta con una mesa enfundada en lana, ruecas y herramientas favoritas de las hipotéticas operarias de “oficios silenciosos” y usuarias de delantales chic, y otra con un display de cuadernos con hojas en blanco, cuyas portadas fueron revestidas de sarga gris.
–No se trata tanto de un oficio definido, sino de la idea de homenajear al trabajo no alienado, estoy convencida de la extrema inteligencia de las manos y la posibilidad de mantenernos independientes que nos dan los oficios. El delantal es una prenda que tiene que ver con los saberes, ya sea el colegio, el médico, el imprentero, transitando la historia del trabajo.
–En la performance del día de inauguración mis diseños aparecieron concretamente en tres personajes que a veces creo que son las Moiras, las diosas griegas que manejaban el tiempo de vida de los seres humanos y están representadas a través del hilado y el tejido. Ellas tenían al blanco como representación del nacimiento, a la muerte por supuesto con el negro y representaban los vaivenes de la vida en color gris. El ovillar y trabajar el tejido en la pared se enlaza con esa historia. Por otro lado me refiero al trabajo que te acompaña la vida entera y que nos va construyendo.
–De las prendas, lo que más me interesa es la idea que las generó. Quise hacer una puesta en escena donde los espectadores sintieran que entraban en la escena, se inmiscuían, espiaban en esos trabajos silenciosos. Mi consigna fue que disfrutaran de cada cosa que hicieran, ya con darle una cualidad a la acción, si bien se les anudaba algún ovillo, o que tejieran tranquilas ante el público. Importaba que estaban en acción, y todo el que trabaja se equivoca y tiene dificultades, pero igual sigue, y el proceso es parte del aprendizaje.
–Me gustó mucho volver a la moda, disfruté de la obsesión por el detalle, de la decisión acerca del tamaño de cada botón y cada ojal, porque la moda está llena de pequeños detalles que hacen a la prenda y ese mirar lo pequeño me encantó. Mi relación con la moda es desde hace años un curso de diseño que doy en la Asociación Biblioteca de Mujeres (ABM) junto a la artista y diseñadora Delia Cancela, que para mí es una maestra. Aprendí mucho trabajando con ella, considero que es un lujo.
Aproveché para trabajar la moldería de los delantales con alumnas del ABM, otras docentes y también con modelistas vinculadas directamente con la moda.
–Mi trabajo siempre remite a las fuentes, en este caso, partí de un escrito presocrático que se llama Los trabajos y los días, en el que Hesíodo le da consejos a su hermano, un campesino, sobre el trabajo. Lo que me atrajo del texto fue su relación entre trabajo y estaciones del año y el tiempo, un vínculo más orgánico de lo que ahora vivimos y que es realmente contra reloj, Por otro lado siento que le aporté una mirada distinta, ya que él era un poco misógino, no habla bien de las mujeres. Advierte a su hermano sobre las bellas mujeres que lo quieren vivir y que serían la causa de que el hombre tenga que trabajar, vinculado con el mito de Pandora. Para él la causa de los males de los hombres son las mujeres. Me gustó retrucarlo, contestarle a esta tradición tan fuerte y poner cinco mujeres presentes en mi trabajo.
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