Viernes, 28 de diciembre de 2007 | Hoy
SALUD
El debate sobre la despenalización del aborto ha retrocedido en poco tiempo después de que la presidenta Fernández de Kirchner se pronunciara en contra –con el explícito festejo de la jerarquía eclesiástica–. En ese contexto vale revisar las consecuencias del aborto clandestino en la voz de Carmen Barroso, directora regional de la Federación Internacional de Planificación Familiar.
Por Luciana Peker
Es increíble que Argentina tenga este nivel de mortalidad materna”, se sorprende Carmen Barroso, la directora regional de la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF, por sus sigla en inglés) que tiene un lema tan claro como la visión de futuro. “Poder decidir abre un mundo de posibilidades”, propone la IPPF, que apuesta a que las mujeres puedan adueñarse de su cuerpo y, con su cuerpo, de la posibilidad de que la vida sea decisión y no destino. Ella es demógrafa, tiene 62 años, nació en Brasil –donde fue profesora de Sociología de la Universidad de San Pablo– y ahora vive en Nueva York, Estados Unidos. Es una de las pioneras y líderes en la lucha por los derechos reproductivos y estuvo en la Argentina este año para presentar en el Senado el informe “Muerte y negación: aborto inseguro y pobreza”, en donde se resiste a pensar que la Argentina despierte y termine cada día con el fallecimiento de una mujer a causa de un embarazo o un parto. O, mucho más claramente, por un embarazo no buscado que termine en un aborto clandestino que puede –porque nadie lo controla ni se hace con mínimas condiciones de seguridad sanitaria– salir mal. Y mal es mal. Mal es muerte.
Carmen no entiende cómo la Argentina puede tener una tasa de mortalidad materna tan alta –alrededor de 400 mujeres fallecen por año– y tan abiertamente empujada por los abortos clandestinos.
¿Cómo evalúa la alta mortalidad materna de nuestro país, que tiene un índice de fallecimientos a causa de embarazos y partos más alto que Costa Rica, Uruguay y Chile, otros países con un desarrollo social similar o menor al argentino?
–¡Es increíble! Argentina cuenta con un nivel de desarrollo y de educación por el que no debería tener este nivel de mortalidad materna. Y lo llamativo es que la primera causa de la mortalidad materna es el aborto inseguro.
¿Esto no sucede en otros países de América Latina?
–En otros países de la región el aborto es la segunda, tercera o cuarta causa de la mortalidad materna, pero que el aborto sea la primera causa sólo sucede en Argentina.
En Argentina se avanzó mucho a través de las campañas para la despenalización del aborto en el debate en los medios, el Congreso y la sociedad. Pero la contrapartida es una nueva embestida de sectores conservadores. ¿Cómo hay que incentivar los progresos y medir los retrocesos?
–Yo veo con optimismo los pasos para adelante y veo que los pasos para atrás son una reacción de personas con una mentalidad anticuada que tienen que resistir para no desaparecer. Hay una resistencia muy grande porque los avances existen. Si no hubiera avances, dejarían las cosas como están. Es natural que la gente se movilice para defender sus ideas, pero la sociedad está muy adelantada y los sectores minoritarios y extremistas, que tienen ideas de la Edad Media, no tienen resonancia. Vivimos en un Estado laico y los grupos minoritarios no tienen por qué imponer sus ideas.
¿Cómo ve a la Argentina en el contexto latinoamericano?
–Como en toda América Latina, hay resistencias fuertes. Pero hubo saltos cualitativos enormes. Argentina era conocido internacionalmente como uno de los países más retrógrados y ha salido de esta situación.
Desde que las feministas de su generación empezaron a luchar por el derecho a decidir, las mujeres tienen más derechos. ¿Los varones acompañaron este cambio?
–La juventud tiene una mayor apertura, pero todavía existe mucha violencia contra las niñas. Sin embargo, hay sectores de la población donde los varones repiensan su masculinidad y tienen una relación igualitaria con las jóvenes. A ellos también los favorece poder ser más humanos y no transformarse en una máquina de trabajar. Yo veo nuevos hombres que se relacionan con nuevas mujeres.
A la vez, también hay un resurgimiento del machismo en los jóvenes...
–Sí, hay muchos problemas que todavía tienen que ser tratados por una educación sexual mejor. En Argentina hay que implementar la nueva ley de educación sexual para que los jóvenes entiendan todo lo que tienen para ganar en un nuevo tipo de relación más democrática y no se sientan amenazados, ni recurran a la violencia.
Usted viene de Estados Unidos: ¿cómo ha impactado la política moralista de George Bush en el avance de los derechos reproductivos de las mujeres?
–Ha impactado mucho porque Bush ha puesto mucha plata en programas de educación para la abstinencia, con un proyecto ideológico que proclama que el sexo sólo es válido en el matrimonio y que quiere negar la información científica sobre anticonceptivos para todas las personas que no están casadas. La realidad es que los jóvenes tienen relaciones sexuales tempranas y, entonces, la política de Bush es de una crueldad y una irresponsabilidad que espantan porque en el altar de una ideología sacrifica la vida de los jóvenes. Los estudios han demostrado que los y las adolescentes que pasan por los programas de abstinencia se inician a la misma edad del resto de los jóvenes. Por lo tanto, es una política sin ninguna eficacia. Mientras que se tendría que estar facilitando el uso de condones para prevenir enfermedades de transmisión sexual.
En la Argentina después de algunos casos resonantes de mujeres que pudieron acceder a un aborto legal los sectores conservadores presentaron un proyecto de ley para que el Estado subvencione a las mujeres violadas para que no aborten, sino que completen el embarazo y den en adopción a su hijo; además, la ministra de Salud habló claramente del aborto no punible restringiendo los casos de violación a los de las “mujeres incapaces”.
–Es de una deshumanidad enorme. Una cosa es si una mujer violada quiere tener a ese hijo y es su decisión. ¿Pero cómo el Estado va a entrometerse en la vida privada de una mujer que fue traumatizada por una violación para convencerla de no superar ese momento y mantenerlo por nueve meses en su propio cuerpo? Me parece de una insensibilidad asombrosa.
¿Además de atacar la autonomía de una mujer violada, el argumento (supuestamente) pro vida puede responder a intereses económicos ya que cada vez más parejas en el mundo buscan bebes y niños disponibles para adoptar?
–En Latinoamérica hay denuncias sobre parejas que quieren adoptar y recurren a instituciones que incentivan a las mujeres a embarazarse para tener chicos y ganar plata con la adopción. Esto parece venta de personas y es repugnante desde el punto de vista moral. Recientemente, en un viaje que realicé desde América Central a Estados Unidos había cuatro bebés que acababan de ser adoptados. ¡Cuatro en un solo vuelo! Por supuesto que estoy a favor de la adopción y alguna vez, cuando tenía dificultades para embarazarme, pensé en adoptar. Después me embaracé de mi hija Valentina, pero creo que somos todas madres y padres de todos y no hay por qué no adoptar. Pero hacer de eso un comercio es una barbaridad. Y, muy especialmente, de una mujer que fue violada. Además, en este punto, resaltan las diferencias. Una mujer rica que fue violada no va a continuar con su embarazo por un subsidio que le dé el Estado. En cambio, una pobre no tiene muchas alternativas de sustento.
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